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viernes, 8 de abril de 2022

ESCOLIOS DE DIÓMEDES

 

ESCOLIOS DE DIÓMEDES

Londres 2001- 2003 

(Consta de 3 volúmenes – Inéditos)

I

NULA EVASIÓN

Obra  E.08 (a.70)

ENSALMO

(Entreverado fragmento de

CUADERNO 1)

José Rivero Vivas

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José Rivero Vivas

ENSALMO

(Entreverado fragmento de

CUADERNO 1)

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Diómedes, de edad indefinida y abigarrada vestimenta, rompe con la costumbre, tradicional y aun antigua, y declina ir a Speaker’s Corner, en sábado y domingo, con objeto de obviar su declamación sobre temas que subrayan su descontento. Sin pretensión de original ni de singular individuo, él se acerca a Fitzroy Square  -en Blomsbury’s border, o corazón de Fitzrovia, quizá-, se sitúa en el lateral que interrumpe Conwan Street, y se pone frente a la verja que veda el paso a la hondonada del jardín, de espaldas, por tanto, a las placas de Virginia Woolf y George Bernard Shaw, en las que mentalmente se apoya. Se sienta seguidamente en un banco, a ras de aquellas fachadas, hace caso omiso a quien acierte a pasar, a los muchachos que juegan y a quien se asome a la ventana de su despacho; desoye el rumor de los árboles, mecidos por el viento, ignora los trinos de los pájaros, no le importa la lluvia, el sol, las nubes, la sombra ni el rigor de la intemperie. Mira tranquilo a la gente, que en buen tiempo abarrota el square, y, sin más preámbulos, aun cuando nadie se digne escuchar, da comienzo a su discurso:

          Gran desventura la de quien, involuntario, emprendió un camino equivocado, pensando que la humanidad, la multitud, su prójimo le agradecería el denuedo para obtener su producción. Pero el mundo es pequeño y quiere dioses, mitos, ídolos que entusiasmen a través de una actuación encaminada a enardecer y aturdir, de modo que cada cual pueda ignorar quién es quién, y, a su merced, desconocer el móvil que trastorna su tino.

Así pues, en lo sucesivo, habrá de aguantarse el ímpetu que hasta aquí lo ha impulsado y ha sostenido en él fuerte ardor inacabado para el desarrollo de su proyecto, malogrado al final, no por falta de apuesta ni carencia de rendimiento, sino porque resulta inútil lo hecho: nadie se ocupa de si existe el autor y su objetivo, si es real o ficticia su meta, ni si anda afanoso en pos de su quimera.

          Recluido, a capricho, en las cuatro paredes que forman su aposento, solo, por voluntad propia, aunque propiciada la situación por el abandono de los demás, Diómedes, en cuanto creador, se siente faraón en su pirámide, de elevadas proporciones, llena de grietas e intersticios, por donde escapan sus ilusiones, sus caros deseos, sus fallidos anhelos y su alma rota.

          Regocijado, sin duda, con la ilustre perspectiva, se adentra fascinado en la cultura, para al cabo entender que es actividad más clasista que ninguna.

*

          Se vive de nuevo en siglos obscuros, pese a la brillantez de faros, haces luminosos, parafernalia y lámparas sin pestañeo de cine y televisión. Ello causa continuo parpadeo, por deslumbramiento, lo cual sume al ser en densas tinieblas, creyendo, por su parte, haber hallado el sendero mejor iluminado de la historia.

Sigue impertérrito adelante y comenta:

Con perdón de quien se aferra a su recto criterio, uno ha de preguntarse a sí mismo si es fiel y leal al ser humano, a la naturaleza y la tierra, la acción, a veces irresponsable, de unos pocos, que dirigen los destinos de los demás mortales. Con ello quebrantan toda ley natural e imponen, en su transitoria o permanente irracionalidad, con ira y soberbia, la ley del abanderado, figurín que de vez en cuando se sacan de la manga, cual prestidigitador de primera y última fila.

De modo que, cuando la luz penetra a raudales, la lejanía está en onda primaria; en segundo plano aparece la desdicha, y a la cola del desfile aciago se suman la angustia, la desazón y la desesperanza.

Mas, tenaz en su fuero, el ser humano estudia aplicado y asimila infinitud de cosas, ocurridas en el tiempo y recogidas en la Historia. El avance de las ciencias le es familiar. Su sensibilidad ha sido aguzada en el trato con las artes. Ama apasionado la belleza, y se alza, cual espíritu elevado, por sobre delirios y minucias terrenas.

Entonces, ¿por qué este tipo de persona cae también en la barbarie? Su justificación, en la periferia, es estupenda, persuasiva y eficaz; no convence, por el contrario, en la prueba del nueve, que resulta equivocada. Es decir, este hombre, ante el pronóstico más fútil, llega a comportarse como un energúmeno, persiguiendo denodado el logro de un artefacto, con el cual amenaza perpetrar la destrucción del planeta.

De lo cual se infiere que, quien no es en absoluto relevante, desde la óptica profesional, no tiene opción de alumbrar ideas. Su capacidad de reflexión se le supone nula. Es una mente plana, sin atisbos de hallazgo ni expectativa de encontrar. Debe, por tanto, abstenerse de hacer comentario que indique cordura, porque está descalificado y no es aceptada su participación. Que se guarde de intervenir en coloquios, aun cuando su acción sea lúcida, espontánea, y, además, improvisada.

*

          Se quejan, mohínos, los doctos, de que Aristóteles supiera tanto, factor que, al cabo, pudo redundar en freno para el posterior desarrollo del conocimiento.

          Deben, los sabios de la actualidad, aprender la lección y sacar provecho de su enjundia: menos queja, menos dilación, menos culpar la sapiencia de aquel que supo tanto, y reflexionar sobre el poder que, desde la preeminencia de la academia, se cultiva sobre cualquier atributo del pensamiento.

De manera que, en un viraje somero y una visual a contraluz, se da a conocer el grado superior del erudito. Recoja substancia el viajero, que recorre atento la trayectoria de su legado, desde el comienzo hasta el presente, fecha en que Diómedes emprende su disertación acerca de los resaltes captados, en el transcurso de su lectura, en el libro abierto de su recital, signado a pluma, recientemente, porque el escrito, al quedar marcado por grueso trazo de tinta, difícilmente quedaría traspapelado en el maremágnum de la redacción de

l’ hebdomadaire.

Lo cierto es que el individuo, henchido hoy de mítica aspiración, ostenta por doquier su ser único en la vitoreada diversidad -velada desigualdad-, con lo cual exhibe, aun inconsciente, su dúctil espíritu de grey. Ello, extensivo asimismo a estos potentados, de insaciable avidez, que en puro albedrío deciden el devenir del globo, y han tomado esta iniciativa como fabulosa panacea, ineludible para la salvación del género humano en su totalidad.

          La experiencia, sin embargo, lleva a la conclusión de crear nuevos parámetros para alcanzar mayor equidad a la hora de rendir valoración de un acto, se trate de interpretación musical, escultura expuesta en la calle, cuadro dentro o fuera del museo, literatura impresa o escrita con enrevesada caligrafía.

          Este procedimiento redundaría en beneficio de artistas y del público en general, ya que, unos y otros, optarían por observar una conducta conforme dictado de su propia consciencia y predicamento, libres en plenitud del inicuo y sagaz flagelo, con que fustiga su sensibilidad el corifeo, que presume de hallarse investido de razón infalible para sentenciar, como bueno o malo, el producto de quien ha de someterse a la autoridad que confiere potestad al juez, quien a su arbitrio dicta sentencia, en el ejercicio de su facultad.

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José Rivero Vivas  

ENSALMO

(Entreverado fragmento de

CUADERNO 1)

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ESCOLIOS DE DIÓMEDES

Londres 2001- 2003 

(Consta de 3 volúmenes – Inéditos)

I

NULA EVASIÓN

Obra  E.08 (a.70)

ENSALMO

(Entreverado fragmento de

CUADERNO 1)

José Rivero Vivas

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Tenerife

Islas Canarias

Abril de 2022

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