ENRIC JULIANA, LACAN Y LAS ARMAS
El
analista político sabe que Europa debería trabajar para detener cuanto antes la
carnicería de Putin en vez de alargarla con el envío de armas. Pero los
fantasmas son más poderosos que la razón.
PABLO IGLESIAS
Civiles se preparan para la guerra en Lviv, en el oeste de Ucrania.
Enric Juliana es uno de los periodistas españoles con más talento como analista político. Atesora características no demasiado frecuentes en su profesión, como la de haber leído muchos más libros que periódicos y tener una formación más que notable en política comparada y en relaciones internacionales. A esas virtudes añade una serie de debilidades que explican su capacidad de seducción, o al menos me explican a mí por qué Juliana siempre me ha seducido tanto: la brillantez siempre viene acompañada de debilidades. La primera es que Juliana no ve ni entiende demasiado los códigos de la televisión (una debilidad encantadora en estos tiempos). La segunda y más importante es que la gasolina
que alimenta su inteligencia y sus artículos proviene de un yo contradictorio y conflictivo que, para orientarse, necesita de los códigos cognitivos de la Guerra Fría y de los comunismos italiano y catalán. Si hoy le preguntaran a Juliana si fue comunista alguna vez, seguramente diría que no y que, en todo caso, fue un admirador de la abnegación de los comunistas en su lucha contra Franco. Si le preguntaran por sus lecturas marxistas, diría que no leyó apenas a Lenin ni a Marx sino a Engels (que le gustó más por didáctico que por marxista) y a Gramsci, que le gustó básicamente por italiano y porque explica la importancia de la cultura en la política. Pero como dice Fabrizio de André: Anche se voi vi credete assolti, Siete lo stesso coinvolti…Todos queremos ser
el relato que intentamos hacer de nosotros mismos pero es bastante discutible
que lo logremos. Buena parte de los análisis de Juliana son una conversación
consigo mismo en la que aparecen los lapsus, los olvidos, las repeticiones, las
imágenes oníricas, el padre, los padres, la madre (Catalunya). Lean nuestro
diálogo en Arpa y su Aquí no hemos venido a estudiar y verán desfilar todos los
fantasmas por los sueños incómodos de un eurocomunista que hoy diría que nunca
fue comunista. Manuel Moreno Mauricio, Berlinguer, los pactos de la Moncloa
como el momento de la grandeza de la clase obrera española, la invasión de
Checoslovaquia, el miedo a las palizas que daban los escuadristas de
ultraderecha, el miedo a la crisis económica capaz de humillar las dignidades
de muchas familias, Stalin dando una lección de realpolitik a Carrillo y
Pasionaria, las comisiones obreras, Ignacio Gallego, el PSUC haciéndose el
harakiri, Pujol como la grandeza gramsciana de Catalunya, La Vanguardia como
periódico liberal que deja a hablar a los comunistas (pero solo a los
“razonables”). Retales y restos de mil naufragios que construyen uno de los
mapas de análisis político más valiosos de la prensa en España. Sospecho que a
Enric le ocurre con el psicoanálisis lo mismo que a Nabokov y a Pedro Vallín,
lo denuestan al tiempo que lo practican en su escritura incontenible, porque no
se atreverían a escucharse a través de la mirada irónica de Lacan.
Un día Juliana nos
faltará y nadie llenará ese hueco. Y yo habré perdido a uno de los tipos con
los que más me gusta discutir y polemizar. Así que, ya que Juliana vive y colea
con gran vigor aún, no voy a privarme de discutirle su posición de excomunista
que piensa que en realidad nunca fue comunista, a propósito del envío de armas
a Ucrania.
Juliana dice que no
es contradictorio el envío de armas con la compra de gas ruso. Reconoce que
dejar de comprar el gas a Rusia provocaría el colapso de la economía alemana y
defiende la posición alemana que, frente a los EE.UU. que han corrido prestos a
levantar las sanciones al otrora diablo Nicolás Maduro para que les venda
petróleo, apuesta por seguir financiando a Rusia comprándole el gas que
necesita para evitar una catástrofe económica en la primera economía de la zona
euro. Alemania y su izquierda, como explica Juliana, mantienen su posición a
pesar de la presión de Polonia, Chequia y de los países bálticos y
escandinavos. Es evidente que Alemania necesita ser menos dependiente del gas
ruso y Juliana sonríe mefistofélico cuando escucha a Von der Leyen, en Madrid,
señalar la posición estratégica de España como cabeza de puente energético con
el norte de África. Juliana sonríe mefistofélico también cuando escucha a
Scholz decirle a Pedro Sánchez que Alemania está muy interesada en las
conexiones transfronterizas España-Francia y en los gasoductos que transportan
el preciado hidrógeno verde que podría fabricar España. Juliana concluye: “Una
apuesta estratégica de la UE por la península ibérica y el norte de África en
materia energética, tendría una ventaja para España: ‘Europeizaría’ las
complejas relaciones con Marruecos”.
Hasta aquí poco se
puede objetar a la brillante frialdad del análisis geopolítico de Juliana… Y de
pronto, Lacan salta del diván a leer el último tuit del hilo de Juliana: “Es
lícito estar en contra del envío de armas a Ucrania. Pero hay que refinar los
argumentos. El del pago del gas ruso hay que analizarlo a fondo. Aquí hemos
venido a estudiar”.
WTF! Juliana vuelve
a discutir con su propio fantasma: el partido comunista al que con gesto soez
llama PC punto o partido de Ignacio Gallego. Es un código para cafeteros
amantes de los restos del naufragio y los retales del comunismo español y
catalán. Ese fantasma que persigue los sueños y coloniza la plática de Juliana
no se encarna en el PCE; se encarna en Podemos. Pero ese Podemos no es el que
yo representé con mi historia y mis síntomas. Es el de una mujer demasiado
despegada de los mitos conservadores del comunismo, como para que Juliana le
ponga la sábana de su fantasma. Y además esa mujer tiene toda la santa razón y
Juliana lo sabe. Por eso se limita a pedir más argumentos al tiempo que se
enroca en la posición favorable al envío de armas. Pero, ¿aquí no habíamos
venido a estudiar?
Si la jugada
geopolítica que describe Juliana es correcta, ¿cuál es el sentido de prolongar,
con el envío de armas, una guerra en la que los ucranianos solo pueden ofrecer
cadáveres de civiles frente a un ejército ruso abrumadoramente superior?
Juliana sabe que a la OTAN no le conviene intervenir en el conflicto ni con sus
ejércitos, ni imponiendo con sus aviones una zona de exclusión aérea como
legítimamente solicita el presidente Zelenski. ¿Entonces? ¿Por qué defender la
carnicería? Juliana sabe que la apelación al abandono de la República española
por parte de las potencias de la no intervención para compararlo con la
realidad ucraniana es una falacia de proporciones bíblicas. Lo sabe
perfectamente porque conoce (como cualquier comunista o como a cualquier
excomunista que, en realidad, nunca quiso ser comunista) lo que significó el
pacto de Múnich y el pacto Ribbentrop-Molotov. Es evidente para cualquier
analista con formación histórica y lecturas sobre geopolítica que la retórica
belicista de la UE revela una peligrosa impotencia y desesperación ante la pérdida
de posición estratégica ante EEUU y la OTAN. En el bloque occidental pierde
Alemania y gana EEUU y Juliana lo sabe. Juliana sabe también que, incluso por
puros intereses económicos, Europa debería trabajar para detener cuanto antes
la carnicería de Putin en vez de alargarla con el envío de armas. Pero los
fantasmas son más poderosos que la razón. Vinimos a estudiar, pero nada hay más
poderoso que el deseo.
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