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martes, 15 de febrero de 2022

UN MONSTRUO SE ABRE CAMINO

 

UN MONSTRUO SE ABRE CAMINO

VIRGINIA PÉREZ ALONSO

Directora de 'Público'

El presidente de Vox, Santiago Abascal, valora los resultados obtenidos por su formación en los comicios para Castilla y León durante la noche electoral del 13F en el Hotel Palacio Santa Ana, a 13 de febrero de 2022, en Valladolid, Castilla y León (España). - EUROPA PRESS

Alfonso Fernández Mañueco tuvo un sueño húmedo y se puso a intentar en Castilla y León lo logrado por Isabel Díaz Ayuso en su convocatoria electoral de mayo pasado: quitarse a Ciudadanos de encima, gobernar en solitario y de paso hacerle una finta a la investigación judicial abierta a su partido por corrupción.

 

Pero Mañueco no es Ayuso y Castilla y León no es Madrid. Y resulta que allí Vox ha acabado por comerse a esa "derechita cobarde" que cada vez se diluye más dentro de la extrema derecha. Y nos ha alumbrado un monstruo; un monstruo que crece a una velocidad difícil de digerir, a dos años (a lo sumo) de unas elecciones generales y a pocos meses de unas andaluzas. Un monstruo que tiene nombre, fascismo, y que ahora cuenta con opciones de entrar en un gobierno por primera vez en la historia de esta maltrecha democracia española.

 

El PP pretendía gobernar cómodamente en solitario y el tiro le ha salido por la culata. Porque además aspiraba a sacarle tanta ventaja a Vox que la simple posibilidad de un gobierno conjunto fuera impensable. Y aquí estamos: con un Mañueco que se queda a diez procuradores de la mayoría absoluta y un Vox que crece de uno a trece (gana 136.687 votos) y sin cuyo apoyo el PP nada puede hacer.

 

Si había alguna remota esperanza de que la ultraderecha no pidiera entrar en el Gobierno, Abascal las ha despejado todas: "Qué cara de vicepresidente se le está poniendo a Juan García Gallardo" (su candidato). ¿Y por qué razón no querría Vox formar parte de un Gobierno? Para salvaguardar su ‘pureza’ de cara a unas futuras generales; es más rentable políticamente estar a la gresca desde la oposición que gobernar y las posturas anti-elite del partido de Abascal son las que lo han traído hasta donde está.

 

Más ingenuo todavía sería depositar alguna esperanza en Mañueco. Aunque el PP dijo la semana pasada que no habría pacto con la ultraderecha, ya sabemos que su palabra vale tanto como la nada. En este espacio de mentira sistemática enmarco el anuncio de Mañueco en su discurso triunfal de hablar con "todos". Pero a estas horas del ya casi 14 de febrero de 2022 ninguna formación política ha mencionado siquiera las palabras "cordón sanitario" o el tan manido "frente amplio", ya sin tacticismos de izquierdas, solo para salvaguardar la democracia.

 

Sí, Mañueco ha ganado dos asientos en Las Cortes, pero ha perdido 55.225 votos (-0,06 puntos en porcentaje de voto) y ha conseguido la normalización de la extrema derecha como candidata válida a entrar en un gobierno de este país. ¿Para este viaje necesitábamos semejantes alforjas?

 

Porque tremendo viaje el de esta convocatoria electoral en Castilla y León, más allá de las aterradoras implicaciones que tiene el meteórico ascenso de la extrema derecha, que se queda solo a 149.628 votos de los obtenidos por los socialistas.

 

PP y PSOE suman el peor resultado histórico del bipartidismo en esta comunidad autónoma: un 61,5% de los votos entre ambos. El peor dato anterior fue un 64% en 2015, año en que concurrían por primera vez las formaciones de la ‘nueva’ política: Podemos y Ciudadanos. Ciudadanos, por cierto, pierde once procuradores para quedarse con uno y firma con este resultado su acta de defunción. Dicho de otra manera, Vox capitaliza la sangría de Cs, aquel partido que nacía como transversal y de centro; "ni de izquierdas ni derechas", ya saben.

 

Mientras, el bloque que conforma la coalición de Gobierno se deja ocho procuradores: siete el PSOE (pierde la friolera de 117.889 votos), uno Unidas Podemos en concurrencia con IU por primera vez en Castilla y León). Y, apenas superado el ecuador de la legislatura, la situación merece una reflexión seria. O bien las políticas que están poniendo en marcha no sirven para afianzar (ganar ya suena a utopía) poder territorial o bien a este Gobierno le faltan poetas que canten y vendan sus medidas.

 

Tampoco hay buenas noticias en el bloque provincial de la llamada la España Vaciada; al menos no en cuanto a la configuración de un nuevo espacio que atienda las necesidades reales de los ciudadanos castellanos y leoneses. Soria, y ya, podríamos decir haciendo una chanza simplista. Aunque sin quitarle mérito a su gesta de haberse convertido en la primera formación de su provincia; y un buen impulso para UPL, que obtiene un resultado histórico.

 

El futuro que arrojan estos comicios es oscuro. Una comunidad despoblada y envejecida, en la que los jóvenes se ven obligados a emigrar para poder subsistir. Lo explicaba bien el alcalde de Valladolid, Óscar Puente, en un tuit: "En 1987 vivían en CyL 2.582.327 personas de las cuales 1.997.693 tenían derecho a voto. Hoy viven en CyL menos de 2.379.530 personas (datos junio 2021) y están llamadas a las urnas 2.094.490. El dato es escalofriante. Somos muchos menos y mucho más viejos".

 

Un nuevo Gobierno del PP implica condenar a muerte los ya maltrechos y escasos servicios públicos de Castilla y León y sentenciar, por tanto, su futuro entero. Sí, Castilla y León es país para viejos y el PP quiere que siga siendo así: es el único voto que consigue rentabilizar todavía, aunque a veces le salga a perder. Añadir a Vox suma a la ecuación el deterioro de los derechos de todos y un retroceso a debates ya superados. Es el regreso al pasado. El pasado al que nunca quisimos volver.

 

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