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domingo, 13 de febrero de 2022

EL TIRO EN EL PIE DE PABLO CASADO

 

EL TIRO EN EL PIE DE PABLO CASADO

El discurso desquiciado y ultra del líder del PP en Valladolid no era contra el presidente mexicano, ni contra Sánchez, ni tampoco contra Podemos. Era contra la inexorable situación de encerrona en la que él solo se ha metido

GERARDO TECÉ


PABLO CASADO, EN EL ACTO DE CIERRE DE CAMPAÑA EN VALLADOLID. 

Cierre de campaña en Valladolid con Pablo Casado disfrazado de Isabel la Católica. Corrijo. De Isabel la Católica con unos vinos de más. Perdón. De Isabel la Católica con unos vinos de más y encarándose con Fernando por poco español –qué es eso de Aragón, payaso–. Tras la imagen de un Pablo Casado desatado que, sin embargo, no abandona la clásica sonrisilla desconcertante ni mientras acusa a Pedro Sánchez de ser socio de asesinos, una pantalla gigante proyecta en plano fijo la imagen de un campo de Castilla. Por si, a estas alturas de campaña y después de llevar semanas viendo al líder de la oposición dando mítines frente a todo tipo de ganado, granjas y tractores, aún quedase algún despistado que no

 haya detectado que la estrategia del PP pasa por intentar robarle el sello de calidad rural a la ultraderecha vestida de cortijo en El Corte Inglés. Tras las acusaciones a Pedro Sánchez de alta traición a España –hit obligado en todo mitin del PP como lo es Satisfaction en cualquier concierto de los Rolling– Pablo Casado subió ayer un nuevo escalón cuando ya parecía físicamente imposible hacerlo sin alzar el brazo y gritar arriba España –cosa que debe tener agendada para cuando haya elecciones generales–. Que si Castilla y León cuna de la hispanidad, que se calle el presidente mexicano y se postre ante Hernán Cortés, que si Zapatero comisionista de Maduro en Venezuela, que si Podemos amigos de dictadores asesinos y violadores bananeros (sic). Es decir, Casado hizo repaso a algunas de las principales preocupaciones de los ciudadanos castellano-leoneses. Un inciso. Hay que sentirse muy protegido por la red mediática para exponerte hablando de dictadores asesinos de otras latitudes semanas después de haber sido pillado asistiendo a la misa homenaje de nuestro propio dictador asesino. Hay que sentir una protección infinita para hablar de traición a España tras intentar torpedear la llegada de fondos europeos. Debe sentirse intocable para soltar el bulo de que Zapatero es comisionista en Venezuela teniendo en el currículum haber sido chico de los recados del Aznar que obtenía comisiones intermediando con el dictador Gadafi. Las campañas electorales van y vienen, pero la dignidad política, al contrario que los másteres, hay que ganársela.

 

Si las elecciones de Castilla y León acaban con los ultras dentro del gobierno, Casado se habrá complicado su jugada: presentarse a las generales limpio de la foto del PP gobernando con Vox

 

Pero no hagamos como Casado y hablemos de Castilla y León. La comunidad autónoma más extensa de España no ha sido sometida a elecciones anticipadas para solucionar sus problemas de paro, despoblación o corrupción, sino para solucionar los problemas del partido que la gobierna desde 1987. Estas elecciones, copia idéntica a nivel estratégico del adelanto de las elecciones madrileñas, llegan por la necesidad del PP de ir armándose de cara a las futuras elecciones generales frente a la ultraderecha que viene apretando. El objetivo es absorber a un Ciudadanos en decadencia y, hecha la portabilidad de los naranjas al PP, presentarse ante la sociedad española como la casa grande del centro-derecha. Por lo que sea, siguen empeñados en mantener en el rótulo lo de centro, aunque nadie lo use. Algo parecido a lo que le pasa a Mercedes con el Benz. Sin embargo, todo apunta a que la renovación del candidato Mañueco en el cargo, será un tiro por la culata. Vox ha dejado claro que quiere tocar gobierno y las encuestas, lejos de darle al PP la mayoría que logró en Madrid, parece que lo condenan a darle entrada al partido franquista en los sillones de decisión autonómicos. Resumen de la jugada: convocar a las urnas para sacarle ventaja a Vox y acabar regalándoles la ventaja de ser partido de gobierno. Ni el mecánico de Carlos Sainz.

 

El discurso desquiciado y ultra de Casado de ayer en Valladolid no era contra el presidente mexicano, ni contra Zapatero, ni contra Sánchez, ni tampoco contra Podemos. Era contra la inexorable situación de encerrona en la que él solo se ha metido. Para disputarle el voto a los fascistas no le queda más remedio que adquirir sus formas. Cuando lo hace, alimenta un discurso en los que ellos son la versión original y el PP una copia barata que sonríe mientras grita comunismo. Y, entre copia barata y original, ya se sabe. Si, como todo apunta, las elecciones de Castilla y León acaban con los ultras dentro del gobierno autonómico, Pablo Casado se habrá complicado enormemente su jugada mayor: presentarse a las próximas elecciones generales limpio de la foto del PP gobernando con Vox. Una foto temida en Génova porque saben bien que supondría la movilización de la izquierda y el aislamiento político a la hora de sumar otras alianzas. Tal vez a estas alturas de desastre estratégico lo que mejor le venga a los intereses personales de Pablo Casado sea perder Castilla y León. Quizá de ahí el discurso de ayer, dicen los malpensados.

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