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jueves, 13 de enero de 2022

EL CANDIDATO DE VOX Y EL CENICERO DEL SEISCIENTOS

 

EL CANDIDATO DE VOX Y EL CENICERO 

DEL SEISCIENTOS

La prensa española se ha moderado una barbaridad desde la llegada de la ultraderecha y la acusación de nazismo, a día de hoy, sólo se usa para ocasiones especiales

GERARDO TECÉ

Todos tenemos un pasado, pero unos más que otros. Estos días me viene a la cabeza el de Guillermo Zapata. ¿Lo recuerdan? Un tipo inteligente, culto y noble, según lo describen amigos comunes de los que me fío bastante. Fue delegado de Cultura del Ayuntamiento de Madrid durante la friolera de tres días con sus tres mañanas, tres tardes y no sé si llegó a la tercera noche. El tiempo que tardó la oposición política y mediática en torcer el brazo de la recién nombrada alcaldesa Manuela Carmena y hacerlo dimitir por un tuit escrito años atrás: ¿Cómo metes a seis millones de judíos en un Seat Seiscientos? Muy fácil: en el cenicero. ¡Eso es

nazismo! Gritaron indignados cargos públicos del PP, radios, portadas de periódicos y tertulias de televisión durante lo que duró la cacería. En aquella época, curiosamente se usaba la palabra nazi para describir a políticos. Para quienes estábamos allí, en aquellos primeros años de un Twitter que era gamberro y libre en el mejor sentido de ambas cosas, estaba claro que lo de Zapata simplemente se trataba de humor negro y que era bastante improbable que aquel concejal barbudo de Cultura de Madrid, al llegar a casa y soltar el maletín de trabajo, se pusiera el pijama de las SS para estar cómodo.

 

En el Twitter de la época del cenicero del seiscientos, como en las cervezas entre amigos, uno podía decir la mayor barbaridad del mundo con la tranquilidad de que el resto de habitantes del ecosistema entenderían que se trataba de una broma. Yo escribí muchas barbaridades en aquel entonces y aún me las siguen recordando algunos que de verdad las piensan a día de hoy. Al no haber sido nunca cargo público nunca tuve que dimitir de mí mismo, lo cual hubiera sido un follón. En aquel Twitter uno podía insistir en la necesidad de encarcelar a los intolerantes al gluten por estafadores y todo el mundo sabía que aquello, difícilmente, se decía con la intención real de convertir Soto del Real en una prisión de alta seguridad para los malditos celiacos. Uno podía hacer comentarios nazis como Zapata y nadie, en su sano juicio, pensaba que uno lo fuera realmente, porque qué pintaba un nazi real en Twitter. Qué tiempos, ¿verdad? 

 

Meses después de dimitir Guillermo Zapata publiqué un artículo en CTXT. En él trazaba una analogía entre la Alemania que aquellos días sometía a Grecia a salvajes recortes y la banalidad del mal descrita por Hannah Arendt en su libro. Es decir, cómo las mayores atrocidades pueden llegar a naturalizarse como simples actos burocráticos: el tipo que controlaba los horarios de trenes llenos de judíos sólo cumplía su trabajo, que era lograr la máxima puntualidad; el ministro de Economía que sometía a Grecia a un futuro de pobreza sólo cumplía un programa de ajustes económicos. Aquel artículo lo compartió Guillermo Zapata en sus redes sociales recomendando su lectura y la segunda cacería contra él no duró tres días, sino uno. Al día siguiente, varias portadas de prensa acusaban al ya dimitido concejal Zapata, aún vinculado al Ayuntamiento de Carmena, de haber compartido un texto en el que se llamaba nazi a Ángela Merkel –el curioso caso del nazi que acusa de nazismo–. Me escribió diciéndome que iba a borrar el tuit en el que recomendaba mi columna porque todo aquello, con razón, no le merecía la pena. Nacía por aquel entonces el invento del puño mediático. Es decir, la dimisión de la prensa de sus funciones de vigilar al poder real para convertirse en la bestia capaz de derribar a hostias pequeños objetivos disidentes mediante la fórmula mágica de manipulación más mucha insistencia. Años después lo conocemos bien.

 

Los políticos y medios de comunicación que se escandalizaron con el nazismo de aquel joven cultureta de izquierdas parecen haberse relajado bastante con el asunto en los últimos tiempos. No hay más que ver el fair play con el que han recibido la llegada del candidato de Vox a las próximas elecciones de Castilla y León y posible próximo vicepresidente. El tipo, un ultraderechista homófobo, clasista, racista y machista, según deja constancia su cuenta de Twitter plagada de ataques reales –no chistes– contra minorías, pasea con tranquilidad su candidatura, seguro de que el puño mediático no irá a por él. No le dedicará portadas, aperturas de telediario ni tertulias mañana tarde y noche obligándolo a dimitir. Por suerte la prensa española se ha moderado una barbaridad desde la llegada de la ultraderecha y la acusación de nazismo, a día de hoy, sólo se usa para ocasiones especiales. Quizá un concejal de Cultura, un colegio catalán o una protesta feminista. Poco más. Si el candidato de Vox no le escribe agradecido a Guillermo Zapata, además de un machista, racista y homófobo, demostrará ser un desagradecido.

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