CALLADO
DUNIA SANCHEZ
Callado. Su cuerpo
se arruga en la luz de la tarde, una tarde de invierno donde el viento insta en
ser pesadez. Sus huesos se atrofian, la rigidez conversa con la nada. De su
mirada espejos rotos donde su abrazo se pierde. Una mirada triste, la pequeñez de
los sentidos, la dejadez. Despierto sus ojos claros tropiezan con mis ojos, le
saludo como cualquier existencia de este mundo extraño. Ahora, se va, nos deja
en una jaula donde el grito es mareas revoltosas de la agonía, del abandono.
Callado. Su cuerpo se despide de la insonoridad de las jornadas. Su camino
burbujea el encuentro más allá de este pozo donde el todo se transforma en la
nada. La montaña está frente mis ojos, mis ojos secos, mis ojos cansados, mis
ojos dolidos. Callada. Estoy callada, la luna amarilla se aferra a la calima, a
la anchura del calor. Es invierno, un invierno donde buceamos a través de los
astros de la madrugada. Callada. Estoy callada y mi razón es una escalera
subiendo donde el firmamento me entregue algo de belleza. Y es que falta la
belleza cuando paseo en el vals de la distancia. Callado. Su cuerpo evaporado
emerge en lo cotidiano de una tarde y se va.
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