EL ZUNZÚN, FIEL
GUARDIÁN DE LA LIBERTAD
MAITÉ CAMPILLO
A fundirme arribo mirando el sol hacia las primeras nieves caídas sobre el volcán del Teide. Desperezo a revolcarme en su capa blanca enorgulleciéndome de su altivez en mira de altura. Aferrada a su collado el calor aprieta pero no me obliga a pasarlo bien porque sí del lado de los mil pitidos de coches, del reír vergonzoso cuando las pensiones y despidos están haciendo huella entre tus seres más queridos, ni babear con lucecitas de navidad que no acercan al hogar calefacción ni se enfrentan al crimen de la estafa de las eléctricas.
Como techo el cielo
De encontrarme en Cuba elegiría sin dudarlo Sierra Maestra, no pretendo
sumarme al negocio de la banca internacional que reafirma en mascara imperial
el formato Patria y Vida, la que cuestiona no solo la patria, la vida misma,
forrando en oro el culo del vasallaje en servidumbre imperial. Posiblemente no
tenga remedio, es el riesgo de ser ortodoxa y ejercer el respeto cuanto menos,
a una misma, y no es que apueste por gusto no más porque sí. No, no es eso, es
el antiimperialismo que llevo intrínseco ese Ser o no ser como José Martí que
ejerce elegir la vida del lado de la liberación y no al arrastre de rodilla. Me
sirve su puedo y mi quiero para protegerme porque sé y no quiero olvidar que
otro mundo es posible, por ello exijo mis derechos, y no el abrazo del
capitalismo. La llama de las brasas vivas saben a quién nombro y el por qué
rezuman los versos que llegan hasta mi pieza. Entre colmenas de abejas y
corazones de sandía se encaraman las hojas verdes de la hierba buena en aroma a
educación y cultura enraizando granos de la granada roja de historia y
resistencia por el joven asesinado Mella que en voz de sabiduría decía: ”El más
alto centro de cultura no debe ni puede ser una simple fábrica de títulos. Una
universidad latina no es una escuela de comercio a donde se va a buscar tan
solo el medio de ganarse la vida: la universidad moderna debe influir de manera
directa en la vida social, debe señalar las rutas del progreso, debe ocasionar
por medio de la acción ese progreso entre los individuos, debe por medio de sus
profesores arrancar los misterios de la ciencia y exponerlos al conocimiento de
los humanos”. En ese sentido evoco antes de finalizar 2021, año en que nos
ofreció el último adiós Alfonso Sastre que en vida me asesoró en dramaturgia
latinoamericana, el que sigo considerando un auténtico dramaturgo comprometido,
ajeno a todo lo mediático que infla donde ni sustancia humana llega;
encarcelado, torturado, marginado y nunca vencido, al altivo, seguro y
definido, generador de obras maestras impregnadas de dramaturgia antifascista,
participativo en el avance de la revolución cubana asumiendo a su vez todo
riesgo físico y de marginación profesional contra la sumisión de los pueblos,
especialmente con la lucha en su tiempo del pueblo vasco. Me reafirmo en su tesis
filosófica que defendió, y mantuvo a lo largo de los años en primer plano al
capitalismo, respondiendo a majaderos ilusionistas, hoy vigente más que nunca
su tesis, o hipótesis si se prefiere, que espero sirva de base a la fecunda
discusión de ese Ser o no ser del que nunca me separo (en deformación de
familia), lo que para Sastre significó tras su gira en 1964, la revolución
socialista cubana que para él de alguna manera acababa, históricamente, de
empezar. Aunque otra cosa pueda parecer para las nuevas generaciones desde la
perspectiva agónico-individual de cada una de nosotrxs. Arribo sobre el pico
elevado de historia desde donde Alfonso Sastre asoma
reflexivo: <<Grandes son los cambios que en este proceso pueden
producirse. Sangre e ignominia hay en la iniciación de este proceso que no
pueden horrorizar, a no ser hipócritamente, a quienes se reclaman del
cristianismo (una historia tan abyecta en tantos de sus momentos históricos) o
de la línea histórica burguesa capitalista <<el capitalismo chorrea sangre
por todos los poros>>. En otras ocasiones ya he dicho que las
revoluciones no son rocambolescos cambios de una situación por
otra <<de la injusticia por un mayor grado de justicia, o de la
opresión por la libertad. Ale, hop!, como en el circo. No, no son así las
cosas>>.
Las palabras de Sastre, se funden arriba a lo alto llenas de luz, de un
siglo, en el que se luchó por imposibles. Reafirmó en más de una ocasión tras
su primera emotiva visita a la isla que: <<Una revolución es siempre
una tragedia y <<las nuevas situaciones aparecen trabajosas>>,
lastradas, reproductoras en grandes partes, sobre todo en el aspecto cultural,
de lo viejo que demasiado pronto se declara como caduco y que asoma de nuevo,
como una maldición <<en la falta de libertades>>. Pero en el
mundo del socialismo real la falta de libertades no puede ser combatida en
función de oponerle las libertades burguesas como
una <<mejoría>> de la situación, que sólo necesitaría de
algunas reformas <<socialistas>> para ser plenamente
satisfactoria. No. Lo que vaya mal en el socialismo no puede ser cambiado desde
la ‘anterioridad’ histórica (el liberalismo), sino en dialéctica con la utopía
socialista (el Estado y la revolución)>>. En los últimos años (y ya hablo
en personal) me he encontrado con algunos llamados intelectuales, políticos,
periodistas y algún que otro deslumbrón llegado a la corte, realizando críticas
descabelladas al sistema político de Cuba; desde la España imperial, no me
sirve. No digo que no las tenga ni que no haya que hacerlas, solo digo, qué
país no las tiene y por qué se ceban en ella, teniendo latentes los países del
desagravio capitalista europeo y al gran jefe de los descalabros mundiales de
los que ellos son cómplices (Pero no voy a hablar de los críticos del mundo capitalista
que son muchos y la mayoría fascistas). Me voy a referir a los que están dentro
de Cuba que cuando se les pregunta por algo concreto se van por los cerros de
Úbeda, o simplemente callan -¿síntoma de cobardía? Y que de un impulso nada
natural, estallan solidarios, de lo más retrógrado, delincuente y desalmado.
Hablo de esa unión que hay ,“intelectual”, entre muchos que se callan, y los
que no callan su crítica como el autor de ‘Yolanda’ y los versos de Martí ‘en
otro tiempo icono de la revolución’; aunque hace bastantes años que se
posicionó del lado de la contra, del sistema político de su país, haciendo
guiños a la disidencia para una sociedad más democrática y más libre según él,
al estilo de las democracias occidentales. El cierre de la Fundación Pablo
Milanés, que yo visité en su tiempo, la conocí bien como para no negar, que se
convirtió en nido de mafiosillos y oportunistas de un negocio fuera de todo
control estatal; con un desarrollo de la amistad ajeno a los principios más
elementales del internacionalismo proletario de los ingenieros del verso y
obreros, y más que ver con el monárquico Sabina y otros progres a la madrileña
de la “libertad Ayuso” como Víctor Manuel, invocando y vitoreando en más de una
ocasión a la Guardia Civil (que ya es decir lo que significa y ha significado
en siglos de historia). Para el autor de la parte cubana en Blanco y Negro: ”Es
irresponsable y absurdo culpar y reprimir a un pueblo que se ha sacrificado y
lo ha dado todo durante décadas para sostener un régimen que al final lo que
hace es encarcelarlo. Desde hace mucho tiempo, he venido expresando las
injusticias y errores en la política y gobierno de mi país. En el año 1992 tuve
la convicción de que definitivamente el sistema cubano había fracasado y lo
denuncié. Ahora reitero mis pronunciamientos y confío en el pueblo cubano para
buscar el mejor sistema posible de convivencia y prosperidad, con libertades
plenas, sin represión y sin hambre. Creo en los jóvenes, que con la ayuda de
todos los cubanos, deben ser y serán el motor del cambio (A los 78 años)
seguiré expresando estas mismas opiniones mientras mi salud me lo permita”. Se
aprecia que el cierre de la Fundación le generó un salpullido de odio
incontrolado por lo que al escuchar la deformidad de su voz me pregunté, ¿de
qué “pueblo” habla Pablo Milanés?, y de qué hablábamos, de crítica, ¿donde
autocrítica debería haber?, y, si de crítica constructiva fuera, ¿por qué entre
los que hay que reconocer buenos profesionales e incluso intelectuales, han
unido esa supuesta crítica suya a extraños personajes mediocres, que la
política capitalista e imperialista filtra en eco de impresentables inflados
como maniquí de feria en reviente de ampollas para terminar con todo proceso
revolucionario y atisbo de socialismo?. La desidia y cobardía avanza
justificándose así mismos (en el mejor de los casos) los que se autocritican
tildándose de alguna manera de burócratas, no para dimitir ni rectificar ni
avanzar sobre el proceso revolucionario; aunque ser burócrata, no abarca solo a
las ventanillas y despachos de una institución, también a aquellos músicos que
cuando se pretende ver y hablar sea en casa o Fundación, solo reciben a su
circulo cerrado de intereses “comerciales”, ¿acaso nunca escucharon al
comandante de la revolución en sus años lúcidos que fueron mayoría como el de
1970 en Plaza de la Revolución?.
«Fidel habló, mientras anochecía en la plaza inmensa, de las tensiones y
las dificultades. Y más largamente habló de los errores. Analizó los vicios de
la desorganización, las desviaciones burocráticas, las equivocaciones
cometidas. Reconoció su propia inexperiencia, que lo había hecho actuar a veces
con poco realismo». Así plasmó Eduardo Galeano lo que vivió bañado
de una multitud inefable aquél julio de 1970, en que no se había podido cumplir
la célebre zafra de los diez millones. El escritor uruguayo quedó impresionado
de quien repitió una de sus frases preferidas, la de Martí, referente a lo
minúscula que resulta la gloria personal, deslumbrándole tanto o más a Galeano,
el simbolismo que encerraba aquella sinceridad del líder de la revolución, en
uno de esos actos masivos descritos por Che como el «diálogo de dos
diapasones cuyas vibraciones provocan otras nuevas en el interlocutor». Para el
escritor uruguayo la sinceridad de Fidel, había dado aquella noche la grandeza
y la fuerza de la revolución; sentenció antes de escribir, que a la sazón hubo
reporteros que no supieron entender «el coraje de la verdad» y
llenaron los teletipos anunciando «la caída» de Fidel. Esa valentía
para reconocer los yerros fue uno de los escudos morales de los que se hizo el
héroe de Sierra Maestra en su papel de conductor de un proceso político no
exento de complejidades y asechanzas contra las que luchó para demostrar que
toda revolución que pretenda salvarse debe acudir a la rectificación y a la
autocrítica: «Debemos empezar por situarnos en esa posición honrada de no
presumir que sabemos más que los demás, de no presumir que hemos alcanzado todo
lo que se puede aprender, de no presumir que nuestros puntos de vista son
infalibles y que todos los que no piensen exactamente igual están equivocados»,
decía en junio de 1961 a escritores y artistas de Cuba en su discurso ‘Palabras
a los intelectuales’. Que según Galeano deberíamos estudiar con profundidad porque
en este también hay lecciones sobre la modestia, el afán de aprender, la
tolerancia y la honradez, entre otras virtudes. Nos insiste en que hay otros
muchos ejemplos, como cuando el 2 de diciembre de 1986, en la clausura de la
sesión diferida del III Congreso del PC de Cuba; donde para el escritor el
dirigente de la revolución, habló con profundidad y franqueza de varios errores
y vicios en la construcción del socialismo. Me identifico totalmente con el
punto de vista de que tal estilo de vida (revolucionaria por otro mundo posible
aún por construir), debería servir como patrón a todos los intelectuales,
artistas, proletarios dirigentes, políticos o administrativos, en todos los
niveles, de este país, y, de todos los países que un mundo posible contra el
capitalismo pretendan conquistar: Con sus autocríticas constantes -señala
Galeano- que lo llevaban moralmente a ejercer la crítica oportuna, Fidel nos
dejó para la posteridad varias armas que no podemos soltar en ninguna
circunstancia, porque sería renunciar a los sueños, a la revolución, a una
sociedad verdaderamente socialista>>.
Palabras que al eco de José Martí sería como decir: ”Haga cada uno su parte
de deber, y nada podrá vencernos”. Se que los dirigentes de la ternura
revolucionaria se forjan al calor de la hoguera de historia de Mariana
Grajales; y del abuelo Porfirio que descubrí estos días mascando tabaco apoyado
sobre la ventana viendo la lluvia consciente que no es lluvia de cosecha. Una
aureola de orgullo me une a recorrer valles, lomas y bosques sobre los que veo
al Porfirio de hoy, y a la Mariana Grajales de ayer, ubicada sobre la ladera
del monte donde los duendes de la resistencia en guardia, aguardaban la llegada
de los valientes a cualquier edad como Mella, como Marcos Maceo e hijos de él y
Mariana, como Pombo, como Che, Cienfuegos… Junto a ellos quiero ubicarme
burlando la coraza mediática; el canto se eleva y empeña en volar, y aunque por
el momento no puedas, no olvides, piensa que el vuelo está ahí a modo de
conciencia. Mi monopatín se desliza asentando sentencia a la contracultura
ofensiva que insistente en anular la capacidad de pensar. Tomo las botas de
montaña al encuentro con las nieves; amar es la lógica, es sentir la consigna
primordial, la reflexión es como un impulso imprescindible aunque haya errores
inevitables. Hacia la cima en ventana al mundo subo las palabras del dramaturgo
Sastre, aun siendo consciente, que fuera de la isla las piedras se deslizan y
el peligro aflora: <<La Revolución Cubana es una línea de hazañas
irrepetibles, Moncada, el Granma, la guerra en la Sierra, el derrocamiento de
Batista, la resistencia contra el bloqueo y la forma en que remonta el asalto
desesperado del imperio después de la caída de la URSS. Incluso la construcción
política previa a la Revolución fue un acierto, igual que la esperanza de
liberación que transmite a toda Latinoamérica y Caribe: Venezuela, Nicaragua,
Chile, Bolivia, Perú, Colombia, Argentina, Uruguay…>>. Años después
de su primera visita Alfonso Sastre Sastre volvió a la isla para participar en
las actividades paralelas al XI Festival de Teatro de La Habana, recitó poemas
a Cuba, a cuyo acto asistieron el presidente de la Unión de Escritores y
Artistas y el director de la Casa de las Américas (Se sentía «afortunado»).
Cuba que siempre admiró su valía intelectual y otorgaba el título Doctor
Honoris Causa de Arte: «Hay momentos en la vida felices, y éste en la mía está
siendo uno de los más distinguidos y afortunados. La vida de un autor medio
como yo no suele ser muy pródiga en alegres episodios, y en cuanto a la mía
tengo que decir que es la primera vez, a los 77 años de mi vida, que recibo un
honor de carácter académico. Mi complacida aceptación de este honor que Cuba me
regala tiene una significación especial en estos momentos en que la isla está
sufriendo nuevos riesgos, amenazas y también traiciones y deslealtades. Yo
siempre estuve en deuda con Cuba, y sigo estándolo, pero además hoy esta deuda
se ha duplicado por tan grande honor, y yo lo sé y lo proclamo y seguiré
proclamándolo ante quienes quieran oírlo. Vuelvo al Estado español con nuevas
esperanzas, vuelvo a Euskal Herria con buenas noticias: Cuba no se arrastra,
Cuba vuela, a pesar de todo, su cultura está viva».
Maité Campillo (actriz y directora d`
Teatro Indoamericano Hatuey)
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