LA VIVIENDA CADA VEZ MÁS CARA Y NOSOTROS
CADA VEZ MÁS POBRES
POR PABLO SÁNCHEZ
La continua especulación y maximización de los beneficios en un mercado que hasta hace poco no conocía límites ha provocado el empobrecimiento de los trabajadores de una forma abrumadora.
Vivir bajo un techo está sobrevalorado. O eso mismo piensan los que se atreven a especular con un bien tan necesario y entienden su valor como bien de mercado más allá del derecho constitucional que supuestamente es para los españoles. El encarecimiento de la vivienda, durante estos últimos años, ha abierto debates alrededor de toda Europa. La continua especulación y maximización de los beneficios en un mercado que hasta hace poco no conocía límites ha provocado el empobrecimiento de los trabajadores de una forma abrumadora. Trabajadores que ven cómo la mayoría de su sueldo, en algunos casos llegando casi a la totalidad, se queda por el camino a la hora de pagar el alquiler. Todo ello teniendo en cuenta que el piso es compartido, porque la posibilidad de adquirir una vivienda para una única persona se ha quedado por el camino y sólo es accesible para aquellos que son amigos de Sarasola.
La especulación del mercado
La evolución del
precio de la vivienda recorre las tertulias y bocas de representantes políticos
que ven cómo la situación se torna cada vez más insostenible con una
proliferación continua de los fondos buitres, precisamente, por actores
políticos que la fomentan y, por supuesto, tienen intereses dentro de todo el
negocio de la vivienda. El pasado 17 de noviembre los medios se hacían eco del
juicio que atravesaba Ana Botella por la venta de 1860 viviendas protegidas al
fondo buitre Fidere, filial del conglomerado que es Blackstone, estando el hijo
de Botella y Aznar en medio de las negociaciones que ahora están en tela de
juicio por un dolo de 30 millones de euros. Entendiendo así el valor de la
vivienda, un bien de un mercado —cientos de veces demostrado injusto— que
reproduce y aumenta las desigualdades que el propio sistema económico que lo
rige crea, cualquier intento de defensa del derecho a vivir bajo un techo de
forma digna acaba echado por tierra por los tentáculos que copan hasta las más
altas esferas de la política.
El problema, como
tal, no es el aumento del precio de la vivienda, sino lo que representa del
total del sueldo de la clase trabajadora, el cuál no deja de descender de forma
abrumadora y nos lleva a aceptar una precariedad constante que hace años era
impensable pero que ahora se ha convertido en norma. Ya desde el inicio de la
pandemia el precio de la vivienda ha subido más de un 5% y desde varios
sectores de la derecha abogan por repetir el mismo proceso de liberalizar suelo
público y construir sin límite para aumentar la oferta y así disminuir precios.
Un proceso demostrado inútil cuando se trata de respetar el acceso a la
vivienda de los ciudadanos españoles, pero especialmente beneficioso para
constructoras y demás compañías perfectamente integradas en un mercado
especulador que pretende, continuamente, sacar beneficio económico millonario,
incluso a pesar del dinero público que pueda destinarse a la compra de vivienda
pública que posteriormente se vende a fondos buitres por un precio mucho menor
al real. Todo ese atropello que burdamente se justifica con dos líneas
representadas en un gráfico y que cada una de ellas atiende a la oferta y la
demanda que cualquier persona con dos dedos de frente que no tenga como
referentes a Rallo o Lacalle es capaz ver y entender que el mercado, sus
especuladores y todo lo que engloba el sistema se mueve por los intereses de
los que más capital poseen.
El alquiler, la compra y los sueldos insuficientes
Mientras todo ello
se produce, el consenso social estipula en un 30% el porcentaje que, como
máximo, debería destinarse al precio del alquiler. Todo ello depende de cómo
sea entendido dicho alquiler: en caso de que el piso se comparta, el dinero
destinado baja y sube de forma exponencial si es al contrario. El precio medio
de la vivienda, que el Consejo de la juventud de España recoge que es 904 euros
por vivienda libre, desde luego queda muy alejado de estar cerca del 30% que
entiende el consenso social debería dedicarse a ello, especialmente cuando el
SMI se sitúa en 965 euros para quien tiene la suerte de tener un contrato laboral
o trabajar en condiciones dignas.
Frente a ello, la
unidad familiar nacida como forma de resistencia contra el capitalismo dibuja
la realidad que cientos de jóvenes han de hacer frente diariamente. La media de
edad de los jóvenes españoles para independizarse es de 30 años, mostrando, de
nuevo, las dificultades del mercado laboral y las condiciones de trabajo para
poder vivir fuera de la casa de sus padres. Y si ya hablamos de comprar…
La poca regulación
existente en España o la que se trata de vender como progreso son completamente
insuficientes para abordar un problema que nos persigue a millones de personas
y que necesita de soluciones políticas movidas por una organización popular.
Hasta entonces, cualquier solución que venga desde los mismos despachos en los
que se acuerdan adjudicaciones a fondos buitre, será, evidentemente, inútil
para la clase trabajadora, aunque no para su discurso. Poder decir que se hace
algo al respecto ya es mucho.
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