LA RECONQUISTA IMPERIAL
ATILIO BORÓN.
El imperio ha perdido toda compostura. En pocos días produjo dos noticias muy perturbadoras, que hablan de su enfermiza pretensión de recapturar el control total de los países de Latinoamérica y el Caribe, retrotrayendo las relaciones entre éstos y Estados Unidos al punto en que se encontraban antes del triunfo de la Revolución Cubana. Una de ellas tiene que ver con la Argentina, y son las escandalosas declaraciones que el embajador nominado por Joe Biden para este país, Marc Stanley, hiciera en la audiencia de confirmación ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos. Sus palabras rezuman un rancio intervencionismo, propio de los años de la “diplomacia de las cañoneras.”
Ratifican la vigencia de la Doctrina Monroe, que próxima a cumplir dos siglos sigue siendo la referencia fundamental del gobierno de Estados Unidos a la hora de definir sus relaciones con los países del área. Stanley no es un diplomático de carrera sino un despiadado picapleitos, razón por la cual fue presidente de la Asociación de Abogados Litigantes de Texas y de la Asociación de Abogados Litigantes de Dallas.Miembro del partido
Demócrata (a quien ha aportado más de un millón y medio de dólares para
distintas campañas electorales), Stanley es también lobista del estado de
Israel. De ahí que en su agenda de trabajo tenga como una de sus prioridades
que el Gobierno y el Poder Judicial de la Argentina averigüen y enjuicien a los
responsables, entre los cuales mencionó como principales sospechosos al
gobierno iraní y al Hezbolá. En materia económica habló de la recesión que
afecta a la economía argentina desde el 2018 y la necesidad de un pronto
arreglo con el FMI. Definió al país como un hermoso bus turístico pero cuyas
ruedas no funcionan bien y declaró que metería presión sobre el tema de las
tecnologías 5-G para evitar que se acreciente la influencia de China en la
Argentina y de ese modo impedir que el gigante asiático “acceda a todos los
datos e información de los argentinos.”
Datos que, dicho
sea al pasar, ya están a muy buen recaudo en numerosas agencias del gobierno de
Estados Unidos gracias a su maridaje con las grandes empresas tecnológicas de
ese país, integrantes de la famosa GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y
Microsoft). Stanley extremará sus gestiones para lograr que el gobierno
argentino se sume a “los Estados Unidos y a otros países que exigen el respeto
de los derechos humanos en países como Venezuela, Cuba y Nicaragua.” En suma:
un abogado irrespetuoso y mandón, que ignora lo establecido en la Convención de
Viena que prohíbe a los embajadores intervenir u opinar públicamente sobre los
asuntos internos de las naciones. Cree que un embajador es el equivalente
contemporáneo de los procónsules romanos, dotados de poderes omnímodos para
gobernar las provincias exteriores del imperio. Sería deseable que el gobierno
argentino le negara el plácet para impedir que este tardío émulo de Spruille
Braden -el embajador que organizó la Unión Democrática para combatir al
peronismo en 1945- venga a inmiscuirse descaradamente en la vida política
argentina. Sus desaforadas declaraciones justificarían sobradamente esta
actitud, pero veo difícil que el gobierno adopte una decisión de ese tipo.
Sobre todo cuando hasta ahora la Cancillería no ha emitido sonido alguno en relación
a los aberrantes dichos de Stanley.
La otra mala
noticia atañe a Latinoamérica y el Caribe en su conjunto, y tiene que ver con
la declaración del general Mark A. Milley, Jefe del Estado Mayor Conjunto de
las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. En la ceremonia que tuvo lugar en el
Cuartel General del Comando Sur, en Doral (Florida) y en la cual la generala
del Ejército Laura Richardson asumiera como nueva jefa del Comando Sur aquél
definió al “Hemisferio Occidental” como “un barrio de vecinos. Este hemisferio
nos pertenece a nosotros y a nadie más” –aseguró- “y estamos hombro con hombro
en esta causa común para proteger a nuestro hemisferio de cualquier amenaza
internacional.” El vocablo “nosotros” podría interpretarse de varias maneras,
pero al mencionar a quiénes podrían ser los potenciales adversarios de tan
idílico vecindario: China, Rusia e Irán, se puso de manifiesto que ese
“nosotros” se refiere a Estados Unidos y no a las demás naciones. Washington ha
caracterizado a esos tres países no sólo como adversarios sino también como
enemigos. Milley apeló a una formulación ambigua reproduciendo el sutil juego
de lenguaje de la Doctrina Monroe al proclamar aquello de “América para los
americanos”, que en realidad quiere decir “para los estadounidenses”. Cuando el
gobierno de Estados Unidos intentó ratificar esa consigna en la Primera
Conferencia Panamericana realizada en Washington (2 de octubre de 1889/19 de
abril de 1890) el delegado argentino, Roque Sáenz Peña respondió con una frase
-“América para la humanidad”- que José Martí inscribiría con letras de oro en
su espléndida relatoría de aquella conferencia en un libro titulado Nuestra
América.
El mensaje de
Milley sucedió al del Secretario de Defensa de Joe Biden, el general Lloyd J.
Austin III, quien poco antes había dicho que la misión del Comando Sur era
trabajar en estrecho contacto con los gobiernos del área para “combatir” a
ciertas enigmáticas “malignas influencias” que medran en la región.
La idea de que
Latinoamérica y el Caribe “pertenecen” a Estados Unidos ha sido una constante
en discusiones académicas en el último medio siglo, aunque siempre se apelaba a
algunos eufemismos para evitar destempladas reacciones y no exacerbar el
antinorteamericanismo latente en la región. Pero en tiempos de rápidos cambios
en la correlación internacional de fuerzas, acelerados por la declinación del
poderío global estadounidense, ese lenguaje cortesano ha sido abandonado y el
relanzamiento del proyecto de dominación colonial se exhibe sin tapujos o
falsos pudores. Todos los personajes mencionados en estas breves líneas dan fe
de ello.
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