CRIATURAS DE LA AGONÍA
Eduardo Sanguinetti, filósofo y poeta.
Latinoamérica sigue experimentando las mismas pesadillas: estampas retrospectivas de la angustia común, de la servidumbre eterna, llevada a cabo por miserables oligarquías feudales y burguesías criminales inquisitoriales, con derecho jamás adquirido de esclavizar, sojuzgar y eliminar al que desobedece las leyes jamás escritas, pero cual norma: la ilegalidad es la nueva legalidad.
Todo es prehistoria altamente filosófica e insoportable. El milenio es pobre de espíritu… Los componentes de la imbecilidad y de la brutalidad más intransigente se han hecho necesidad cotidiana.
Los estados, los
gobiernos y los pueblos son estructuras condenadas sin cesar, a la infamia, a
la calumnia, al fracaso. La vida es desesperación en que se apoyan las
filosofías, las que, finalmente, son prometidas a la demencia, al diseño y a la
publicidad.
Instrumentos de la
decadencia, criaturas de la agonía, todo es claro, nada se comprende en las
vísperas de confrontaciones que parecen son inevitables, por supuesto en nombre
de la "Libertad de destrucción, en sangre y muerte, que anuncian la
proximidad de las lágrimas''.
La realidad se
transformó en sujeto del destino, mientras el sujeto es apenas su objeto: absoluta
crisis de lo absoluto.
Paralizados en la
anarquía de la página, el origen cierra sus puertas, y la tierra de nadie
recoge el desperdicio de restos humanos, que respiran la atmósfera podrida de
este tercer milenio, apestado del virus Covid-19 metaforizado en funcionarios
disfuncionales y mercenarios accionando en todos los frentes: empresarial
esclavizador, político-cultural farandulero escort, instalando estrategia de
control, desesperanzada, con frecuencia caricaturesca, dirigida a la inducción
(que no es lo mismo que la seducción), que obtiene gracias a su propia
indefinición.
Nada es lo que la
corporación mafiosa de medios manipuladores, afirma que 'es', desde la base de
datos que almacenan la existencia de la humanidad toda, se espía se sigue se conspira
contra la esfera privada, ya inexistente.
A la humanidad
parece le agrada ser custodiada en nombre de la seguridad que le ofrece el
sistema a cambio de su libertad, término vacío de significado en este presente
distópico… ¿Seguridad? No existe ni la más mínima.
Pueblan un
traumatismo, tienen miedo, tienen derecho a tener miedo. Lo que piensan ha sido
pensado, lo que sienten es oscuro... Mientras desde los poderes se proponen
modelos suaves, débiles, tan complejos y sutiles como una caricia... La realidad
dispone y se entrevé rotunda, agria y dura como una trompada.
¿Cómo definir un
lugar donde todo lo que no está prohibido es obligatorio?... ¿Cómo nombrar a un
sistema que denuncia como reaccionaria cualquier crítica?... Acaso como una
especie nueva de despotismo que se pretende definitivamente dialéctico por lo
que resulta antidialéctico.
¿Un
"pluralismo fundamentalista" que se previene contra todo cambio
proclamándose la "Era del Cambio". Contra la discusión y la
relativización, proclamándose la Era de lo Relativo.
Una situación de
bajas defensas perfecta para el advenimiento de todo tipo de nostalgia de
disciplina o de obsesión de diferencia: la puerta abierta a fundamentalismos,
racismos, academicismos y mesianismos camuflados de progreso y desarrollo... de
huidas hacia atrás o hacia adelante, en arte y en vida... pues, no ignoremos
que desde que el arte ha muerto, se ha vuelto extremadamente fácil disfrazar a
los policías de artistas.
Cuando las últimas
imitaciones de un dadaísmo resucitado, tienen autoridad para pontificar
gloriosamente en la mafia mediática monopólica, construyendo reputaciones de
personajes inexistentes, devenidos en periodistas-policías.
Se trata
simplemente de que, actualmente la desinformación se despliega en un mundo en
el que no hay lugar para ninguna comprobación cierta de nada.
Los rumores
mediático-policiales adquieren al instante, tras haber sido repetidos un par de
veces, el peso indiscutible de historias seculares.
De este modo
pretende este servicio su prestigio actual, esa suerte de "Poesía de los
servicios": "El Gran Juego" de bestias fluyentes, que convocan
al enfrentamiento, sin miramientos hacia todo lo que significa permanecer en un
mundo en pleno derrumbe de valores y dignidad.
Verdad, esta
palabra desvela, hostiga, obsesiona a los empoderados de la mentira, de los
sedientos de venganza... no saben qué hacer con ella. Se han acostumbrado a
subestimarla -sobrestimar o maltratarla- pero siempre a manejarla abusivamente.
Entra en sus
pensamientos con la fuerza de un rito, y pertenece tanto a la zona racional
como a la magia.
Algún día, dejando
de lado sus intereses creados para eliminar la verdad, su sentido total al
transitar por las laderas crípticas de sus sílabas sin detenerse a observar:
transparente, nítida. Pero no es más que un anhelo y frecuentemente una
desesperación.
En la opacidad de
los lugares extraños todas las referencias a uno mismo se hallan
desdibujadas... Hasta es fácil vencer a la infelicidad cuando tú descontento no
es conocido de forma general y no está presente para hacerte desgraciado,
cuándo tú infelicidad no está reflejada en innumerables espejos, enfocados
hacia ti, golpeándote una y otra vez.
Tiempo donde
quienes monopolizan la desinformación, piden libertad de expresión, en pleno
uso y abuso de la libertad de mentir, difamar, insultar, deviene desmesura y
discordia cual modo de vida.
Existe un silencio
enteramente cómplice, un cansancio que suena sin ritmo ni ironía. La clave no
es el grito, ni el golpe contra el suelo, un rumor, una niebla, un sueño... la
sensibilidad consume inquietudes y caminos... y es imperativo caminar, hacer de
la voz un espacio posible, para que caigan conceptos y formas adulteradas.
Se ha instalado, de
la mano de delincuentes, que cumplen funciones degradantes, en todos los
ámbitos, una apelación constante al riesgo, la individualización, el cálculo
personal, la naturalización de la inseguridad y el darwinismo social disimulado
bajo todos los lenguajes tecnológicos, políticos y psicológicos, por obra y
gracia del mercado, el trabajador está desintegrado, lo colectivo no existe:
sálvese quien pueda, es la premisa que se promociona a viva voz.
La apelación a la
psicología de la creatividad, a los valores de la emocionalidad y al coaching
(tendencia de hacernos creer lo que nos quieren hacer creer) va en aumento, al
tiempo que se desinstitucionalizan las relaciones laborales y se insta a las
personas a convertirse en líderes, corriendo a la felicidad dibujada a toda
costa, quedando al margen los excluidos, aquellos que pretenden hacer de este
mundo un espacio digno en donde permanecer.
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