AZNAR EL NEGOCIADOR
DAVID TORRES
El líder de la oposición venezolana, Juan Guaidó (R), se reúne con el ex primer ministro de España, José María Aznar (L), durante su visita a Madrid el 25 de enero de 2020.
Si no fuese porque Génova 13 siempre ha sido una sucursal en la realidad de 13 Rue del Percebe (aquel entrañable edificio de Ibáñez donde el moroso, el médico, la patrona, los realquilados, la portera y el tendero se sacaban minuciosamente las entrañas), podría decirse que la guerra interna entre Ayuso y Casado ya ha alcanzado ese nivel catastrófico en el que los tebeos recurren a onomatopeyas con mayúsculas enormes y de las ventanas brotan puñales, rayos, truenos, explosiones de bombas y gatos escaldados. Incluso el servicio de prensa no sabe ya cómo encarar las desavenencias y los pullazos entre uno y otra, optando bien por enviarlos una noche a First Dates, bien una temporada a Mira quién baila.
Sin embargo, algo
muy gordo debe de estar sucediendo como para haber tenido que molestar a Jose
Mari Aznar, muy ocupado en sus diversos cargos y negocios, que deje de ganar
dinero un minuto y tenga que venir a poner paz en el gallinero. "He
hablado con los que tenía que hablar", ha comentado Jose Mari, una de esas
crípticas declaraciones suyas que salvaguardan una sabiduría ancestral y que
puede referirse tanto a Ayuso y a Casado como a los conserjes de Génova, porque
visto el lío que tienen montado allí -donde no se aclaran ni con la identidad
de "M. Rajoy"- lo mismo son los conserjes quienes manejan los hilos.
Eso explicaría muchas cosas. Decía Leon Bloy que en los designios misteriosos
de la divinidad quizá el limpiabotas del zar y no el zar es el verdadero
responsable de la miseria en que viven millones de súbditos. Vete a saber si
Jose Mari en realidad no ha llamado a Miguel Ángel Rodríguez.
La segunda parte de
las declaraciones de Jose Mari no es menos abstrusa que la primera: "Y he
dicho lo que tenía que decir". Esto ya pertenece al reino de las
psicofonías, una verdadera sentencia zen, como "Yo soy el que soy" o
"La segunda ya tal". Para descifrarla habría que haber cursado un
módulo de negociador en Georgetown, uno de esos másters acelerados en
liberación de rehenes donde te dan un diploma además de unas gafas negras, un
megáfono y un maletín de desactivador de bombas. Jose Mari sabe un montón de
negociar en conflictos, al menos desde la guerra de Irak, en la que se metió a
mediar igual que Gila aquella noche que salía de un cine con su mujer y vio a
tres tíos propinándole una paliza a una persona con enanismo. "Qué rabia
me da, oyes" decía Gila a su mujer. "¿Me meto o no me meto? Me metí y
le pegamos una paliza entre los cuatro..."
En el módulo de
desactivar explosivos, Jose Mari también tiene otro cursillo hecho,
concretamente un 11 de marzo, cuando tenía que elegir entre ETA o Al Qaeda y
eligió ETA. De hecho, todavía sigue eligiendo ETA, del mismo modo que sigue
conociendo la ubicación secreta de las armas de destrucción masiva en Irak, más
o menos debajo de su bigote. Lo jodido de Génova es que allí los cables de
desactivar bombas son todos del mismo color, azul, igual que aquel cuaderno en
el que Jose Mari había apuntado los nombres de sus sucesores y con el que
estuvo meses jugando al pito pito gorgorito. Al final eligió bien y puso su
dedo redentor sobre Mariano, que lo llega a poner sobre Rato y ahora mismo
tendrían un secretario general con traje a rayas. Afortunadamente no hay que
preocuparse, ya que, desde los discos duros rotos a martillazos a las alcantarillas
con vistas a las cloacas estatales, Génova 13 siempre ha sido 13 Rue del
Percebe.
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