AYUSO Y LA ALFOMBRA ROJA PARA LA MENTIRA
DAVID BOLLERO
Ayuso durante su paso por el programa 'El
hormiguero'.
Día completo el de ayer para la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso: mañana sobreactuada en la catedral de la capital -a la que parece limitar su gobierno, cuando en realidad debería mirar al resto de Comunidad- y noche aún más sobreactuada en el plató, con un interlocutor complaciente que evidenció, una vez más, que no es periodista, precisamente. El paso de Ayuso por un programa de entretenimiento se presta a la mofa, pero prefiero abordar la sarta de mentiras que soltó entre risas y chascarrillos desde otra óptica.
Ayuso se
autodefinió cuando expuso algunas de las "cosas buenas de ser
presidenta". Entre ellas destacó "sobrevolar el Wanda Metropolitano
con un helicóptero y verlo nevado durante Filomena". Lo que para ella es
uno de los momentos más satisfactorios de su presidencia, uno de los que lleva
escritos en una nota en su teléfono móvil, decenas de familias en la Cañada
Real padecían un frío atroz tras haber pasado todo el invierno sin luz,
produciéndose la muerte de un vecino de 74 años, sin que el Gobierno de la
Comunidad de Madrid hiciera más que criminalizar a estas víctimas. Ni una
mención tuvo para ellas.
Y es que toda su
intervención se articuló sobre un mismo eje: presentarse como una víctima de
los ataques de la izquierda y como una servidora pública para la que Madrid es
su vida... y, de paso, le regala otro momento apuntado en el móvil como otra
"cosa buena de ser presidenta": "Mi viaje a Arabia Saudí"
para ver la final de la Supercopa (no de la Copa del Rey, como afirmó anoche).
Ni una mención a qué ha hecho por la Sanidad o la Educación pública, por
ejemplo, ambas a la cola de inversión pública en España.
Como alumna
aventajada de las fake news de Trump, no dudó en recurrir a la mentira para
sostener su discurso, llegando a afirmar que el Congreso no aprobó los estados
de alarma en cuya aprobación, incluso, el propio PP dio el voto favorable en
diversas prórrogas. Ayuso quiso poner en valor su gestión de la covid-19 pese a
ser la Comunidad que más muertes ha registrado -sin ser la más poblada- y para
ello volvió a tratar de manipular a la audiencia: con el objetivo de avalar su
ligereza a la hora de imponer restricciones en espacios públicos, aseguró que
durante el temporal Filomena, cuando no se podía salir de casa, es cuando se
registró uno de los picos de contagios.
No contó y su
interlocutor ni se molestó en advertirlo, que la incubación ronda los 7-9 días
y que, por tanto, los contagios registrados durante Filomena son producto de
las Navidades en Madrid. En su lugar volvió a recurrir a la mentira, como lo
hizo cuando acusó al Gobierno de España de impedir a Madrid saltar de fases
apoyándose en informes falsos... cuando en realidad no se produjo alguno de
esos saltos porque Madrid no remitió los informes que debía ni en tiempo ni
forma... hasta sus responsables de Atención Primaria y de los hospitales de la
Comunidad de Madrid dimitieron...
Ayuso utilizó la
treta más antigua de la manipulación: aparecerse como víctima cuando en
realidad es atacante. Anoche ocultó los insultos, el lenguaje grosero y
soberbio que despliega en la Asamblea de la Madrid para volver a hacer un
elogio de las terrazas, esas que en la Comunidad que gobierna no se puede
permite más de un millón de personas. Según el informe "El Estado de la
Pobreza. Seguimiento del indicador de pobreza y exclusión social en España
2008–2020", realizado por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la
Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES) y del que se hizo eco
Telemadrid, uno de cada cinco madrileños se encuentra en situación de pobreza y
en riesgo de exclusión social (cobrando menos de 9.600 euros al año), lo que
supone más del 20% de la población madrileña. Mientras Ayuso insiste una y otra
vez en el discurso de las cañas, el número de familias en Madrid que no se
pueden permitir una comida de carne, pollo o pescado cada dos días se ha
duplicado.
La empatía con
quienes peor lo pasan es nula, prefiriendo ser jaleada por quienes sí se irían
de cañas con ella. Ni siquiera fue capaz ayer de asumir que el protocolo de la
muerte que desplegó en las residencias de mayores y que impedía el traslado de
los contagiados por COVID a los hospitales incrementó la tragedia. Sus mentiras
terminaron cenándosela de un bocado, asegurando que ninguna muerte podría
haberse evitado y que nadie murió solo para, un segundo después, jactarse de la
placa en la Casa de Correos en recuerdo de quienes murieron solos.
Esperpéntico.
Ayuso afirmó que
nunca saltará a la escena política nacional, que su única ambición es estar al
frente de la Comunidad de Madrid, algo que no se creyó ni Pablo Casado. Trató
de reivindicarse como una servidora pública austera cuando su número de altos
cargos es mayor que antes de la pandemia, sus bajadas de impuestos se
teledirigen a las familias más acaudaladas y su defensa del empresariado va por
barrios... que se lo digan si no a la empresa de ambulancias que subcontrató
para ayudar en las residencias y a la que aún a día de hoy no ha pagado la
Comunidad de Madrid.
Su discurso fiscal
tramposo que privilegia a los más ricos también estuvo presente anoche,
obviando, claro está, que lo que deja de recaudar a las grandes fortunas de
Madrid se lo reclama después al Gobierno de España. Es un ejemplo más de la
alfombra roja para la mentira que anoche le tendió el presentador del programa
que, al menos en esta ocasión, no dedicó explícitamente comentarios machistas y
babosos a su interlocutora.
Mientras para miles
de familias Ayuso pasará a la historia como quien gobernaba cuando se impidió
que sus seres queridos tuvieran una oportunidad para sobrevivir a la covid-19,
ella recordará su mandato como el Wanda nevado. Así de crudo. Así de duro.
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