ALMUDENA GRANDES Y EL VIAJE A ÍTACA
Gracias por regalarnos
ese combustible imprescindible, la memoria
PABLO IGLESIAS
No tengo la capacidad y la preparación para escribir sobre la autora que saltó a la fama con Las edades de Lulú, novela por la que recibió el premio La Sonrisa Vertical y que escribió otras novelas de gran éxito (algunas de ellas llevadas al cine) como Te llamaré Viernes, Malena es un nombre de tango, Atlas de geografía humana, Los aires difíciles, Castillos de cartón, El corazón helado o Los besos en el pan. No soy yo a quien le corresponde tampoco hablar de la carrera literaria de una de las escritoras más relevantes de su tiempo, premiada y reconocida en España y América Latina. Eso le toca a los que saben de literatura y a los especialistas en la obra de Almudena Grandes.
De la Almudena que
yo quiero escribir es de la que emprendió una tarea de compromiso patriótico
con el antifascismo nada frecuente en su generación de escritores y que iba, en
buena medida, a contracorriente de las interpretaciones políticamente
dominantes de la historia española del siglo XX. Descubrí a esa Almudena en sus
Episodios de una guerra interminable. La serie que se inicia con Inés y la
alegría es el reconocimiento a lo mejor y más olvidado que parió España en todo
el siglo XX: la resistencia antifascista y el protagonismo comunista en ella.
Los mismos que en otros países europeos fueron reconocidos como héroes
nacionales, en España no solo padecieron la miseria, la persecución, la
tortura, la cárcel, el exilio o la muerte. Fueron además víctimas de algo aún
peor: el olvido por parte del país por el que sacrificaron sus vidas. Los
Episodios de Almudena son un reconocimiento a todos aquellos militantes
anónimos que protagonizaron una lucha heroica por las libertades, la justicia
social y la dignidad de España. Y Grandes además fue capaz de escribirlos
huyendo de la estética de las novelas históricas por y para hombres,
protagonizadas por grandes hombres en grandes acontecimientos. En los episodios
de Almudena, las historias de lucha de las más valientes, dignas y anónimas
mujeres españolas reciben por fin el reconocimiento y la visibilidad que
merecen. Son historias que demuestran además los profundos conocimientos
historiográficos de la autora y su capacidad de emocionar al lector contando lo
que había que contar.
En Inés y la
alegría conocemos a los protagonistas de la invasión del Valle de Arán, que
tras aportar sus vidas y su esfuerzo a la liberación de Europa del fascismo,
llevan a cabo un intento a la par desesperado y lúcido para liberar a España de
las garras del terror. En El lector de Julio Verne conocemos ese terror y lo
que representaba la resistencia de los maquis españoles en la España rural. En
Las tres bodas de Manolita vemos la realidad de las mujeres españolas durante
la posguerra; las mujeres visitando a sus familiares en las cárceles, en las
colas con las cartillas de racionamiento, las estraperlistas, las rapadas, las
purgadas. Y con ellas conocemos la resistencia interior. En Los pacientes del
doctor García se hace un homenaje a los republicanos de clase media y a la
diplomacia de la resistencia, al tiempo que se recuerda el papel de la
dictadura que hizo de España una escala crucial para la huida de los criminales
nazis hacia América Latina. Todas las novelas de la serie cuentan con un
epílogo ambientado en la Transición. La manera de entenderla, haciendo aparecer
en la foto a los luchadores anónimos, sirve al lector para hacer un juicio más
justo de lo que representó aquella celebrada metamorfosis de la dictadura a la
democracia.
Desde que leí los
Episodios me obsesiona la idea de que deberían ser la base para una gran serie
de ficción que haga que millares de jóvenes se emocionen al tiempo que
comprenden algunas claves de la historia de España que no conocen. Una gran
serie basada en los Episodios de Almudena Grandes haría entender a muchos que
hay razones para sentirse orgullosos de ser español que nada tienen que ver con
las de los canallas que hoy se envuelven en las banderas del más repugnante
reaccionarismo.
En un mensaje suyo
de Whatsapp, allá por febrero del 20, me decía: “Saldrán monstruos de las olas
y se juntarán los arrecifes para atrapar vuestro barco, pero espero que
lleguéis a Ítaca por el bien de tod@s”. No llegamos a Ítaca y probablemente sea
imposible llegar. Lo importante es navegar. Pero no se puede navegar hacia
Ítaca sin memoria.
Gracias, Almudena,
por regalarnos ese combustible imprescindible. Hasta siempre, camarada.
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