DIVAGACIONES DE UNA MAÑNA DE OCTUBRE
DUNIA SANCHEZ
Me he
despedido o no. Lo cierto es que da lo mismo. Mis surcos pisan el adiós, un
adiós verdadero. No eres la misma. Te
has vuelto hija de tus entrañas, hija de una atmósfera que raya la huida hacia
una cumbre que no alcanzarás. Yo me quedo aquí, con mi sencillez, con mis
poemas al viento inundando lo extenso de este océano. Y es verdad, no te
quiero. No quiero que tu sombra nombre mi nombre, no quiero que tu boca bese
mis palabras. Ahora miro la isla. La luz de esta isla tan bella, tan
espectacular y me entrego a ella. Sueño en la veracidad de sus gentes, en el
encuentro fortuito, en el destino de mis alas que ahora callan. Sí, me despido. No tienes cabida en ese firmamento que mis
ojos acarician cuando el despertar enciende mi destino. Desnuda en la belleza del amanecer puedo ver
tu estupidez. Sí, observo cada huella anclada en tu destierro del mañana. Me he
despedido o no. Sí, bailo con la entrega de un todavía que aún no es palpable.
Me petrifico ante cada noticia y los vientos no corren a mi favor. Sin embargo,
aquí sigo, en el adiós. No pierdo nada. La isla de al lado se funde, un temblor
dice de sus pesadillas, de sus delirios. El dolor pesa sobre los hombros
cansados. La pena vaga sobre las miradas cansadas. Y allí, la luz se ha ido. Un
mar de cenizas se revuelca con sus gentes...con sus buenas gentes. Me despido,
no respondo a cada uno de tus actos llenos de oscuridad. Te observa como se
observa flores marchitas, el adiós. Que bien me siento, un solaz cabalga en mi
espalda, la belleza que me brinda otros ojos, otras caricias me invaden y me
siento bien. Ahora estoy aquí, todavía
la claridad de esta jornada no le he abierto la ventana. Lo prefiero así
mientras te digo adiós.
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