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viernes, 30 de julio de 2021

TÚ DICES FRANCO, YO DIGO ETA

TÚ DICES FRANCO, YO DIGO ETA

DAVID BOLLERO

La Ley de Memoria Histórica y Democrática de Euskadi levantó ayer unas cuantas ampollas y, como siempre, en la derecha, que continúa presentando cierto complejo a la hora de condenar el franquismo. Que el Gobierno de Íñigo Urkullu pretenda sancionar la exaltación franquista o la destrucción de fosas comunes parece irritar en algunos círculos que, para evitar exponer abiertamente su nostalgia por tiempos pasados resucita el fantasma de ETA... cómo no, un clásico de la derecha.

 

Desde la óptica de los sectores más  conservadores, la Ley de Memoria Democrática que ha impulsado el Gobierno de España sigue dividiendo a la ciudadanía; no parece ser de su agrado que se cambie la mordaza de boca y, en lugar de que las víctimas de la dictadura sea silenciadas, se calle a quienes desde hace años vienen humillándolas y ensalzando la figura del dictador asesino y sus secuaces.

 

Escuchar a dirigentes como Inés Arrimadas (Cs) ya no sorprende, pero sí continúa entristeciendo: asistir a cómo acusa al Ejecutivo de "imponer una amnesia sobre ETA" y cómo afirma que la banda terrorista "hace cuatro días estaba matando" es lamentable. Sus cuatro días, en realidad, son once años, que es el tiempo que ha transcurrido desde el último asesinato de ETA, doce años si lo contamos desde que lo cometiera en suelo español. Reducir a cuatro días el gran éxito del pueblo español que, unido, derrotó a ETA, sí que divide; andar resucitando con fines partidistas el fantasma de la banda terrorista es nauseabundo.

 

Reprochaba ayer a Urkullo que en Euskadi se promuevan leyes que sancionen la apología del franquismo mientras se permiten homenajes etarras. La simpleza del argumento no puede ser más supina, entre otras cosas, porque la legislación contra la apología del terrorismo está perfectamente definida  y se aplica, a veces, hasta injustamente, como sabe el colectivo de titiriteros. Desde 1979 está tipificado el delito de apología del terrorismo y desde el 2000 el de enaltecimiento. Algo que no sucede en el caso de las hordas fascistas  azuzadas por quienes acusan de crímenes viles a las Trece Rosas o que reducen las exhumaciones de fosas comunes con "desenterrar unos huesos".

 

Por otro lado, ¿qué es un homenaje etarra? ¿Recibir en el pueblo con festejos a quien ha pasado más de dos décadas en una prisión en la otra punta del país? ¿En qué vulnera eso la ley o humilla a las víctimas? Si esa persona ha cumplido la pena por sus crímenes impuesta por nuestro Estado de Derecho, ¿acaso no es libre ella y los suyos de celebrar su libertad? Cosa bien distinta es que se ensalce a ETA o los horribles atentados cometidos por ésta, pero precisamente para eso disponemos de una ley cuyos resortes se activan contra eso.

 

La cuestión, sin embargo, es peliaguda y el reciente homenaje a Txabi Etxebarrieta, cofundador de de ETA y autor del primer asesinato, no planificado, de ETA hace 53 años, lo ilustra a la perfección. A pesar de la presión de diversos colectivos, la mismísima Audiencia Nacional no vio motivos para prohibir estos actos antes de que se produjeran, dejando al escrutinio de las autoridades competentes vigilar que durante su desarrollo no se produjeran delitos. Para unos es un vil terrorista, para otros, el ideólogo de un movimiento abertzale que nació en mitad de la cruel represión franquista por medio, entre otros cuerpos, de la Guardia Civil (recomiendo el visionado de la serie de Mariano Barroso La Línea Invisible). Posteriormente, las organizaciones que se oponían a los actos los han denunciado ante la Fiscalía General del Estado (FGE) -como ya hicieran en el 50 aniversario de su asesinato-; los mecanismos de la justicia, pues, están en marcha.

 

La conclusión es que todo cuanto afecta a ETA y su apología lo tenemos desde hace décadas perfectamente legislado, mientras que no sucede lo mismo con el franquismo y sus víctimas. Dar pasos en la dirección correcta debería ser aplaudido por todo el mundo y asistir a los ataques de los conservadores, que no pierden ocasión en resucitar a ETA -hay quien, incluso, lo ha hecho un modo de vida-, da qué pensar. Y nada bueno.



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