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miércoles, 19 de mayo de 2021

José Rivero Vivas DIÁLOGO AISLADO ENTRE QUINO Y MARQUINO

 

José Rivero Vivas

DIÁLOGO AISLADO         

ENTRE

QUINO Y MARQUINO

José Rivero Vivas

PRELUDIO

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Quino y Marquino, amigos de muchas veces, tienen por costumbre, bastante alejados del barranco, hablar frente a las olas, llevados quizá de la leyenda que envuelve a un célebre orador de la Hélade antigua; su propósito, al margen de hallar amparo en la distorsión de su rumor, trata asimismo de lograr que ni los peces lleguen a fraguar testimonio del tema de su conversación. Sin embargo, mueve a risa su temor, por infundado, puesto que, con tanta piedra volcada en el mar, prevalece estéril el litoral de estas Islas, con mengua irreparable de su flora y de su fauna que, ante la voracidad del ser humano, insoslayable persiste su peligro y prolongado apuro.

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José Rivero Vivas

FEUDO

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Pese a su enorme estupor, Quino y Marquino, circunspectos, aunque recelosos, suelen ir a la Punta de este amado Valle de Abicor, ínclito San Andrés, a sentarse en la Baja del Capellán –extinto vivero natural de pesca-, hoy desaparecida bajo el escombro que da base a la autovía. Allí gozan del flujo marino, y en escorzo contemplan el pico de El Teide, erguido sobre las cumbres de Güímar. Es lugar de retiro, donde ambos amigos templan ánimos y entablan enjundiosa charla.

MARQUINO:

-Tú, que siempre muestras interés por esos actos de índole cultural, ¿es cierto que estuviste en la conferencia de Don Benedicto?

QUINO:

-Asistí a su magnífico discurso, y disfruté de su tendencia a la simplificación.

MARQUINO:

-No entiendo.

QUINO:

-En versión de Don Benedicto, brota la voz en marcado aspecto, convencido el ponente de lo acertado del esquema, que escueto define la situación:

¡Amo y Supervivencia!

MARQUINO:

-¿Así de sencillo?

QUINO:

-Desglosada luego, sutilmente advierte que la Supervivencia sustenta la existencia del Amo.

MARQUINO:

-¿Quién es pues el Amo?

QUINO:

-Alguien de infinito poder.

MARQUINO:

-¿Y el Presidente?

QUINO:

-Figura cimera que, tras profundo análisis, a instancia de anónima influencia, resulta elegido, en sufragio popular, para acopio de determinados fines. El resto viene a ser mero trámite institucional.

MARQUINO:

-¿Y el voto?

QUINO:

-Es, al parecer, subrogado

MARQUINO:

-¿Cómo se establece entonces la Supervivencia?

QUINO:

-Según su aporte, se caracteriza en múltiples facetas, cual es la recepción de un premio de internacional renombre, un cargo relevante en sociedad, el gobierno de un estado, o jefatura de una fuerza de nación. Así sucesivamente hasta llegar a ínfimo puesto de trabajo, merced al cual sobrevive ufano el individuo de exiguo salario, aun cuando, falto de celo hacia su estima, aplaude vehemente las últimas maravillas del flamante ilusionista.

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José Rivero Vivas

R A Í Z

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Benigno y Emilia logran una numerosa familia, y es último en nacer, Hospital Nuestra Señora de los Desamparados -Hoy, Museo Arqueológico-, Santa Cruz de Tenerife:

-José Rivero Vivas-

Infancia de escasez, penuria y desconsuelo. Las dificultades de una niñez, plena de conflictos sociales, estragos de la guerra, y  otros, lo obligan a participar en la tarea que la familia promueve para paliar las necesidades de la subsistencia. Al ser todavía muy pequeño, se le permite cierta libertad, de la que goza sentándose en la cinta de callaos, a la orilla del mar, junto a la parcela de sus padres en Traslarena, San Andrés. Allí pasa horas enteras oyendo el rumor de las olas, que forjan su oído musical, para más tarde verter cadencia en sus escritos; al mismo tiempo contempla el ir y venir de los barcos, rumbo a un destino ignorado, siembra de dudas que en parte define su adversa trayectoria. Es quizá en este punto donde se inicia la expansión de sus sueños, al par que despierta su inclinación al viaje.

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José Rivero Vivas

PRISMA

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Don Benedicto  no dijo nada al respecto, pero mantuvo enhiesto el sentir canario, el alma canaria, la identidad que muchos reclaman, y tan lejos han ido, que se identifican a través de obras producidas por población foránea.

QUINO:

Aunque no presume de ser auténtico de ninguna parte, rechazó de plano que aquel plenipotenciario, ostentoso de su cargo, incluyera las Islas en un marco de posición secundaria, sumisa y deslucida.

MARQUINO:

-La verdad es que me dejas boquiabierto.

QUINO:

-Me limito a referir la declaración de Don Benedicto.

MARQUINO:

-Hombre, como eres discreto, se infiere que, de lo expuesto, nada es de tu haber.

QUINO:

-Seguro. Por lo tanto, escucha. Después de breve pausa, mientras revisa folios, Don Benedicto coge uno y comenta:

Sin ápice de vanidad, recuerdo aquel libro, atesorado en la adolescencia, donde la Naturaleza se presenta al hombre descontento y… ¡Qué instructiva y bella la alocución de Giacomo Leopardi!

MARQUINO:

-No cabe duda de que tu memoria es excepcional.

Ambos quedan un instante extasiados, con el ánimo suspenso, sorbiendo la maresía, impregnados de paz y respiro, en aquel paraje de lasitud y olvido, cual si divagaran frente al agua salada, para pedir al pescador no aventurar su barca en seno de mar crespa, por ser alto en riesgo un quehacer que no es deporte; de aquí que no se premie cual si entretuviera a la gente en culminante distracción diferida.  

MARQUINO:

-¿No prolongó su arenga Don Benedicto?

QUINO:

- Preclaro y oportuno, añadió:

Años más tarde, inmersos en época de apertura, pude bucear en Dialogue aux enfers entre Machiavel et Montesquieu, de Maurice Joly. Qué perspicaz y asombrosa lectura, digna de cabecera, bien especial en estos tiempos de desarraigo, ofensiva dialéctica y trivial notoriedad.

MARQUINO:

-Trasluce albura su oratoria.

QUINO:

-Don Benedicto suele ser directo en su expresión y no se anda con eufemismos ni subterfugios.

MARQUINO:

-¿Termina aquí su docencia?

QUINO:

-En absoluto. Impertérrito continuó su plática:

Huele a tormenta el entorno, y surge el desconcierto a la hora de ensoñación y demanda, a pesar de no dar crédito a cuanto piensa pedir el edil primero, antes que salga a flote el halo supremo en su extravagancia, como si tuviera la luna llena de amarillo, cuando el sol se esconde detrás de las montañas y, al caer la tarde, se ensombrece el camino. No está el momento como para atravesar el huerto de rosas y otras flores, que engalanan el ojal de su chaqueta, frente a la guirnalda que adorna la frente de la mujer guapa en su anhelosa espera.

MARQUINO:

-El amor es razón indispensable en su esquivo frenesí. Pero, ¿qué más dijo Don Benedicto?

QUINO:

-Intentaré rehacer este pasaje, recitado en idioma original. Escucha:

De aquel perturbador, un conservador imputaba múltiples descalificativos, por su pretensión de sanar enfermos y alzar muertos de sus tumbas, subrayando encima que no es cuestión de amos ni de esclavos, pues el fruto de la tierra es de todos. Tantos horrores que, conforme las leyes, hubo de acabar su prédica…

-Et de qui parlez-vous ? demandai-je –Il reprit:

-Mais! de ce vagabond qu’on nomme Jésus-Christ.

Don Benedicto, al punto, alumbró:

Extracto de un poema leído en LES CHATIMENTS, de Victor Hugo.

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José Rivero Vivas

LA ILUSIÓN – Obra: NL.08 (a.30) Novela -  

(ISBN: 978-84-9941-055-5) D.L. TF – 2347 – 2009 –

Ilustración de la cubierta: (Sin título)

Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.

Ediciones IDEA, Islas Canarias. (Año 2009)

Escrita en Londres hacia 1978-79, describe unas circunstancias en que Abundio, individuo extraño en sí mismo, se ve obligado a repasar parte de su vida, lo cual le incita la vuelta a las raíces, bien que las suyas, más que profundas, parecen ser etéreas. Su compromiso con la libertad, que asegura disfrutar, lo lleva lejos en su determinación social, actitud que erige sin plante, pese a su bienestar menguado, adversa vivencia, salvada por medio de trabajos de escasa importancia y mínima remuneración.

Abundio, de perfil austero, se ha sentido con frecuencia inclinado a componer versos. Hoy, en elevado reto, se ve de pronto inmerso en la necesidad de escribir un largo manuscrito, texto que piensa novelar, de forma épica, para lo cual recurre a su literaria vocación en la niñez. La penuria por la que atraviesa rompe su economía, que mucho se resiente, y tiene que abandonar su proyecto, sin terminar, para dedicarse a ganar su diario sustento. No obstante, continuará sujeto a su pensamiento, única actividad complaciente que, al cabo, lo estimula y conforta en su ingrata y ardua travesía.

En mitad de su cotidiano paseo por los umbrosos Gardens, de igual modo que durante su permanencia en casa, en la esquina frente al parque, Abundio reflexiona acerca de los fabulosos privilegios que supone fruir su débil estado, en cuanto persona comprometida con la contingencia intemporal, terso y sublime evento que habrá sin ambages de avalar su paso a la posteridad como El Hombre Libre de Kensington.

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José Rivero Vivas

QUITE

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MARQUINO:

-No obstante tu inclinación hacia complejidades lingüísticas, ¿cómo tuviste cordura para entender la disertación en francés?

QUINO:

-Por el tono.

MARQUINO:

-Por su musicalidad, en esotéricos asuntos se alcanza percepciones varias.

QUINO:

-Además de la sustancia que inapelable adhiere.

MARQUINO:

-¿Cuál fue la conclusión de Don Benedicto?

QUINO:

-Permaneció callado, como ausente, sin atender la cerrada ovación en honor a sus palabras. Luego, recogió sus papeles, los introdujo en la cartera, y, sin asomo de cortesía, abandonó la sala ajeno a cuidado.

MARQUINO:

-¿Cariacontecido, tal vez?

QUINO:

-Creo que sí.

Cautivados ambos, contemplan embelesados las voluptuosas vagas festoneando de blanco el azul intenso de la faz marina, hasta alcanzar la silueta de Gran Canaria, cubierta de nubes… Dormida, como en la isa de Juan Curbelo, entonada en loor de serenidad y arrobo. Vibra entonces el prístino augurio, y, en nítidas voces de insignes poetas, de ayer y de hoy, se escucha el cantar que el isleño añora, en lontananza, y aun más acá, sosegado al fin en este ámbito de inefable ventura.

QUINO:

-Crece la sombra y aumenta el frescor.

MARQUINO:

-Dulce opción de la atardecida.

Como es de más edad, Quino le da la mano y lo ayuda a levantarse, conduciéndolo, en sesgo, escollera arriba hasta dejar el recóndito enclave de su encuentro. Se sientan un poco sobre el muro de la avenida, mientras avistan de soslayo la cúspide de El Teide; al rato, emprenden despacio su regreso hasta la entrada de San Andrés.

MARQUINO:

-He de expresarte mi sincera gratitud por tu amistad.

QUINO:

-Es gracia con que me encomia tu magnificencia.

Cesa de pronto la expectación, espontánea en su relieve. Preocupados ellos ante la estil veleidad, se miran atónitos y prudentes enmudecen. Luego, afables, en silencio avanzan, y, rectos, entre dos luces, toma cada uno el ingrávido hilo honroso de su senda.

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ÍNDICE

1  - Portada   .    .    .    .    .    .    .    .    .    .   Folio   1

2  - Preludio .    .    .    .    .    .    .    .    .    .       “      2

3  - Feudo    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .       “       3

4  - Prisma   .    .    .    .    .    .    .    .    .    .       “       8

5  - Quite     .    .    .    .    .    .    .    .    .    .       “     15

6  - Índice    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .       “     19

7  - Contraportada .    .    .    .    .    .    .    .       “     20

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José Rivero Vivas

LA CALVA ROSADA – Obra: NC.02 (a.12) Novela -  

(ISBN: 978-84-9941-05-3) D.L. TF -2349 – 2009 - 

Ilustración de la cubierta: (Sin título)

Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.

Ediciones IDEA, Islas Canarias. (Año 2009)

Nació como relato en Madrid hacia 1959; luego pasó con el tiempo a ser novela corta, finalizada en Londres hacia 2001-2002.  Encarna, sin ser dengue, es mimosa, y le impone a Ramón variar de aspecto, o de look, como, imbuida de modernidad, a ratos dice. Encarna, a lo largo de la historia que protagoniza, revive su propio desasosiego tras los aconteceres descritos en magistral narración de Gabriel Miró. Fiel en su propósito de agrado, Ramón da brillo a su calva, para lo cual se inspira en el autorretrato de Cézanne. Su relación matrimonial se ve últimamente alterada, por cuanto ella rechaza la imagen de su marido, que le repele su visión y no soporta su cercanía. Desolado y compungido, Ramón acaba por sincerarse con su amigo Gregorio, pintor, quien le aconseja hacer una visita al Louvre, con el fin de admirar el retrato de Chopin, realizado por Delacroix. Sufre libremente Ramón cierta metamorfosis en su apariencia, y Encarna, fascinada, vierte su rubor, henchida de gozo y satisfacción.

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José Rivero Vivas

DIÁLOGO AISLADO         

ENTRE

QUINO Y MARQUINO

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Tenerife

Islas Canarias

Mayo de 2021

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