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sábado, 3 de abril de 2021

SOLEDAD

      

S O L E D A D

(De Apuros Varios)

José Rivero Vivas         

CUENTOS DE ALIENTO SANTACRUCERO

HONDA MESURA – Obra: C.08 (a.08)

APUROS VARIOS – Obra: C.09 (a.09)

Publicados en 1 volumen.

(ISBN 84-85896-30-0) D. Legal: TF. 1681/91

Editorial Benchomo, Islas Canarias. (Septiembre de 1991)

Obra escrita en Tenerife, Islas Canarias, hacia 1988-89, en cuanto series de relatos, ambas complementan un total, cuyo aporte, en su ser, trata de alentar el amor a Santa Cruz de Tenerife, exento de tópicos, modas y  costumbrismo, con noble ánimo de ver insinuarse Dubliners, de Joyce, en el entorno de esta ciudad. Los cuentos se hallan impregnados de aire intemporal; no obstante, exponen ciertos rasgos del momento, con temas que se enmarcan a la vuelta de una esquina, en el banco de una plaza, en mitad de un cruce, en un bar, una oficina, un centro oficial, una ciudadela o un solar.

 

José Rivero Vivas

S O L E D A D

(De Apuros Varios)

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-¿No ves la televisión, Petronila?

-No quiero verla ni en pinta.

-Muchacha, que hay una novela tan bonita.

-Todas lo mismo.

-Esta es distinta, que es del espacio.

Petronila vive en una casa pequeña, de una sola estancia, sin comodidad de ninguna especie. Hay un pasillo estrecho que conduce a la parte trasera, donde está el retrete, casi pegando con la mon­taña. Dentro del cuarto está la cama, en el rincón del fondo, bien alejado de la puerta. Junto a ésta tiene la palangana, el jarro del agua y el cubo de los desperdicios, que directamente echa en el con­tenedor, colocado un poco más abajo, con lo que los malos olores se cuelan en la vivienda, aun cuando no tiene ventana, y, al cerrar la puerta, la ventilación resulta casi inexistente. Y se pregunta Petronila, ¿de quién habrá partido la idea de poner en plena vía estos trastos para depositar basura? Sin duda, habrá de ser un tipo genial, de mente avanzada y espíritu progresista, porque a estas al­turas del siglo, a nadie se le ocurriría tamaña idea, a no ser que fuese inspirado por un motivo de fuerza mayor, o de ingreso rápido y abultado.

Una alacena, un trinchante, un locero y apenas una cocina de gas butano, donde prepara su comida, completan el mobiliario. Den­tro de todo reúne bastantes comodidades, comparándolas con la vida de hace años, cuando todavía tenía que sacar el brasero a la calle para cocinar, como si fuera precursora de la barbacoa que se estila en jardines y terrazas de chalés de gente de capa estirada.

Petronila está siempre en completa soledad. Nadie viene a verla, pese a que son varios sus hijos y múltiples sus nietos. Pero su madre y abuela no importa a ninguno, que sus destinos corren por otros derroteros cosechando victorias, aplausos y muchos triun­fos. Así pues, a Petronila no le queda más remedio que entretenerse con lo que tiene a mano, que no es más que el televisor, y lo considera su reino, su palacio, su baldaquín, su estrado, su galería y balcón, que le permite atisbar la distancia y repartir su mirada sobre el mundo para hacerse una idea de la aguda conmoción y la pintoresca actividad del género humano. Todo lo supone para ella, y vive pendiente de cuanto programa produce el medio, el ente público, como dicen sus mentores. Se siente en plena comunicación con el mundo en­tero y no desaprovecha un segundo de imagen transmitida; no se cansa de ver noticias, reportajes, documentales, películas, novelas, estudios, debates, cantos, juergas, ñoñeces infantiles, pulsos de féminas, pretensión de hombres, dibujos animados, vídeos, anuncios, cabeceras y cartas de ajuste. Todo. Con todo está contenta. Todo la conforma y satisface. No existe programa que no le guste, y encima se siente llena de vida y de ilusión. Por eso no le importa estar sola, aislada, sin nadie.

A Petronila la tiene en garganta el hecho de que su pueblo, barrio periférico de la capital, está en vías de desaparición den­tro del proyecto de urbanización y reforma emprendido por el Ayun­tamiento de Santa Cruz. Expropiarán su casa y las casas vecinas, con sus huertas sembradas y en barbecho, porque así lo exige el plan de una zona residencial con miras a construir un distrito dis­tinguido, lleno de viviendas extraordinarias y de oficinas elegantes, para la administración, privada y oficial, y hasta un polideportivo se tiene en vistas con el fin de que los empleados y funcionarios no tengan que trasladarse a las Teresitas si quieren correr y practicar deporte.

Lo que Petronila quisiera saber, aparte de si se lleva a cabo la expropiación de su casa, es si también para los viejos, como ella, y los menos viejos, como su sobrino Nicolás, retirado del Muelle, o parado en condiciones acaso ventajosas, van a construir un centro de distracción y recreo, que buena falta está haciendo, no sólo para beber copas y hacer bailes, sino también para aprender y realizar cosas sin necesidad de pregonar tanto apego a la cultura y las artes. Más sencillo todo, y menos camuflar alma y espíritu por golosina y materia. Es necesario edificar un salón grande donde ir a juntarse con los demás de pareja edad que todavía siguen en pie.

 Aunque, bien mirado, a ella no le importa en absoluto; con que haya un televisor a su alcance es más que suficiente para continuar su vida con entusiasmo y ansias de estar aquí,

-Es un logro por el que se ha luchado de lo lindo, y no vamos a echarlo por tierra ahora.

Entonces, ¿qué le ha sucedido para cambiar desde anteayer?

Aquel filme tuvo la culpa. Se trataba de una aventura en el espacio, de una exploración profunda más allá de nuestro sistema solar, que Petronila seguía encantada en compañía de Sergio, su re­sobrino, hijo de Nicolás, chico entusiasta de estos espectáculos, tanto en novelas como en tebeos, cómicos o como se llamen. En el cine le chiflan y en la televisión lo disparan. Así estaba lelo, y ella, embobada viéndolo a él gozar con aquellas artimañas y aquel hablar científico que no entendía, pero le encantaba.

Algo la disgustó, sin embargo, y Petronila quedó enojada. ¿Qué fue ello? No decía. Se aguantaba. Silenciaba su enfado y per­manecía callada, muda, sin hablar con nadie porque nadie le decía nunca nada.

No le desagradó el arriesgado paseo por aquellos túneles y agujeros y cuantas dificultades hubo. Pero sí le molestó el principio de autoridad por el cual se regía la tripulación de la nave, en avanzado sondeo por diferentes ámbitos del universo, que iba lan­zada a la velocidad del pensamiento, y, sin embargo, el ser humano acarreaba consigo las flaquezas de siempre.

-En el milenio siete, y grita el jefe al subordinado. Qué perspectivas nos aguardan.

-Me apeo del mundo -sentencia Petronila.

Y sin saberlo, se emparentó con el autor del célebre grafito madrileño.

No ver televisión, según manifiesta, es como desentenderse de cuanto ocurre en torno, y, sobre todo, supone renunciar al mundo futuro que este medio augura, nada halagüeño ni atractivo, rebo­sando angustia y sinsabores por doquier.

Ajena al discurrir actual, se encierra en su cuarto, más aislada y sola que nunca, mientras reza o repasa cuentas, sin ren­dirlas a nadie ni pedirlas siquiera, que todo le da igual y le trae sin cuidado la gesta del ser humano.

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José Rivero Vivas

S O L E D A D

(De Apuros Varios)

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CUENTOS DE ALIENTO SANTACRUCERO

HONDA MESURA – Obra: C.08 (a.08)

APUROS VARIOS – Obra: C.09 (a.09)

Publicados en 1 volumen.

(ISBN 84-85896-30-0) D. Legal: TF. 1681/91

Editorial Benchomo, Islas Canarias. (Septiembre de 1991)

Obra escrita en Tenerife, Islas Canarias, hacia 1988-89, en cuanto series de relatos, ambas complementan un total, cuyo aporte, en su ser, trata de alentar el amor a Santa Cruz de Tenerife, exento de tópicos, modas y  costumbrismo, con noble ánimo de ver insinuarse Dubliners, de Joyce, en el entorno de esta ciudad. Los cuentos se hallan impregnados de aire intemporal; no obstante, exponen ciertos rasgos del momento, con temas que se enmarcan a la vuelta de una esquina, en el banco de una plaza, en mitad de un cruce, en un bar, una oficina, un centro oficial, una ciudadela o un solar.

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Tenerife

Islas Canarias

Marzo de 2021

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