EL VIAJE9(NARRATIVA)
DUNIA SANCHEZ
Transito aceras y más aceras la muchedumbre no se detiene yo, tampoco. Respiro de las arboledas perdidas de un parque cuyo nombre no lo logro pronunciar. Un limonero se tiende en mis ojos, en mis ojos despiertos, en mis ojos soñolientos. Fijo la mirada, soy sorda a los ruidos de la ciudad, al ronronear de las pisadas y me envuelvo en mi propio abrazo frente al limonero. Hojas verdes y tronco que indica su vejez, su madurez. Cuerpos tendidos con el sabor primaveral del último sol del día. …Me viene a mi mente la isla, inimaginable que jardines en flor fueran origen de manos unidas al son de la paz, de la tranquilidad. La isla…la isla, la otra orilla donde los cuerpos desnudos danzan al son de las mareas Uhm, el mar. Siempre un isleño echa de menos ese inmenso océano que lo rodea, que lo ata y le impide ver más allá del horizonte
. Un oleaje de árboles me dan sombran, me atrapan, me agarra y me dicen que ya volveré. Hay limones en cada árbol que mi vista logra alcanzar, limones de un amarillo intenso que indica la brillantez de la vida, lo poco lejos que estamos del uno del otro Uhm la existencia, solo somos una partícula en la inmensidad del cosmos. Solo somos el reverberar de pétalos nacidos de las raíces que sustenta la tierra. Deleitada con el mestizaje de arboledas y polución me adapto a esta gigantesca isla. Todo es enorme, todo se profundiza más. Mi paseo descansa en un césped en las esferas de la sensibilidad. Sensibilidad y una atención paralizada en un limonero. Soy yo, osada, atrevida en esta travesía sin rumbo prefijado. Aquí también están atados en un ombligo de luces hacia dentro. Y transito aceras y aceras , la oscuridad con una luna blanca balancea mis ideas, mis pensamientos. Soy ciudadana del mundo. Me es igual estar en cualquier lugar. Los astros tímidos se asoman y no los reconozco. La iluminación sofoca al universo, ese amigo nuestro presente eternamente entre nosotros. Todos somos únicos, distintos, dispersos, heridos cabalgando en nuestra rutina. Y luego la nada, las neblinas de la muerte. Energía que se expande más allá de nuestra conciencia, más allá de nuestros deseos, más allá de este mundo Uhm, pero estamos aquí, somos carne y hueso, somos maleta de un viaje no muy lejos de nuestro techo. Ceno algo y entro en mi habitación…ahí, mi maleta naranja aquí, yo y la luna vistiendo mi ventana. La miro y la miro y la vuelvo a mirar, suspiro y no sé porqué siento un relampagueante aliento de vertical. Soy yo, así, sencilla en una habitación de un hotel de Londres y mi maleta naranja. Me tiendo en la cama y casi sin darme cuenta mis parpados se eclipsan dejando ver en mi mente mis sueños. Transito mi cuerpo y mi cuerpo, toco cada fragmento de mi hasta llegar a mi sexo. Porqué no darme placer a mí misma, me levanto y miro el espejo del estrecho armario. Soy yo, así, mujer del norte, mujer del sur, mujer convergente con los vuelos de mi desnudez. Soy yo, así, mujer de arena resbalando en el amor olvidado, el amor desmemoriado...CONTINUARÁEL VIAJE 10(NARRATIVA)
DUNIA SANCHEZ
10 En mi sendero la
mañana se vuelve gris, cielos marrones, cenizos corriendo a través mí cabeza.
Una lluvia pálida conquista mi rostro y siento la humedad en mis huesos. Llego
a Greenwich, la llovizna se apaga y se enciende un sol cuyos rayos penetra en
mis ojos. Es como la isla…la isla. En ciertas zonas hace frío, en ciertas zonas
hace calor, en ciertas zonas es neutro, ni lo uno ni lo otro. Ruedan una
película por el gran verdor de la planicie. Una ficción que toma riendas frente
a una pantalla donde todo se vuelve como impacto de sonrisa, de lágrimas, de
tensión según su tema. El cine es diverso, el cine es un arte donde los
personajes juegan a sus sueños, a sus estímulos, a sus deseos de ser lo que no
se es, opino. Voy hasta el museo de esta ciudad, por unas horas me pierdo en su
historia. Salgo, bajo por un camino empinado y el verdor extenso se convierte
en una planicie verde, muy verde. Las filigranas solares aún apuntan a mis ojos
y retorno tomando un café…Uhm, un café, sabor intenso, sabor fuerte, sabor
entregado a mi sangre en cada una de sus pisadas. Londres, plomizo despliegue
de un cielo que no quiere agotarse con sus chubascos. Y otra vez, otra vez,
desde una cabina roja llamo a la isla, la isla y yo, yo y la isla. Todo anda
como siempre, con los misma monotonía de las palabras, con una conversación
vacía y un adiós. Estoy mojada, estoy empapada de la experiencia de ser viajera
solitaria en los destinos que me atraen. Voy al hotel, me guarezco bajo un
techo alto, bajo techo humilde de esta ciudad. Escucho un grito, un estruendo
en mi pared. Me asomo al pasillo del hotel, todo es silencio. Cierro la puerta
y minutos después los mismos chillidos , los mismos golpetazos. Temblor, una
discusión se produce. Llamo a recepción, me están diciendo que ellos no han
oído nada y en mi soledad más voces de la agonía, de la destrucción , de la
tragedia . Sirenas y más sirenas, la desgracia ha entrado en el hotel. Yo y mi
maleta naranja, mi maleta naranja y yo nos vamos. Así, con mi ropa empapada,
con las prisas de los nervios, con la desconfianza del estruendo fúnebre. Mis
ojos no miran, mis ojos no quieren mirar para atrás. Pago la factura y yo y mi
maleta naranja en una lluvia que ya no atiza se zambulle en una ciudad que
queda mucho por conocer. Nunca la llegaré a conocer completa yo y mi maleta
naranja, mi maleta naranja y yo. Recorro calles y calles donde surtir de
imágenes se sucede, donde el refugio en un pub me sume en la rigidez de mis
músculos...CONTINUARÁ
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