BOLSONARA FRENTE AL ESPEJO
Hay algo
mucho más preocupante que la llegada de cientos de franceses de fiesta a la
capital europea del virus: que una de las protagonistas políticas de España sea
la versión europea del presidente brasileño
GERARDO TECÉ
Tuvo que llegar Hacienda para sacar a Al Capone de su plácida normalidad delictiva y tuvieron que llegar unos franceses borrachos a Madrid gritando que aquello era la Tierra Prometida para que Díaz Ayuso se sintiese, por primera vez, incómoda frente al reflejo de su propia gestión política. Como buena practicante del alt-right trumpista, Díaz Ayuso llegó a la gestión de lo público apostándolo todo al nacional-propagandismo y nada a la gestión. Sin imaginar que, a veces, las montañas de propaganda se te pueden derrumbar encima.
La avalancha de turistas europeos de borrachera por Madrid no supone tanto una amenaza sanitaria –todos los vuelos europeos, incluidos los que pasan por aeropuertos gestionados por el socialcomunista Sánchez, exigen PCR negativa– como la constatación de una increíble anomalía que traspasa fronteras: Díaz Ayuso ha convertido el Madrid azotado por la pandemia, el de las tasas insoportables de mortalidad en el último año, en la capital europea de eso que ella llama libertad y la comunidad científica ocurrencias peligrosas en mitad de una emergencia sanitaria. Algo así como, en pleno verano de incendios, convertir las estaciones de bomberos en parques de atracciones para locales y visitantes: exótico, original y divertido, sin duda; pero también suicida.
Los miles de
franceses que invaden el centro de Madrid botella en mano suponen un problema
para Díaz Ayuso por varios motivos. El primero y fundamental es que ponen cara,
ante la sociedad española, a ese concepto vacío de contenido y prostituido
cuando es usado por la ultraderecha: la libertad. El segundo es que, en mitad
de su diógenes propagandístico, Díaz Ayuso no tiene ya argumento que se
sostenga en esta huida hacia adelante, en este pulso continuo contra la
comunidad científica y el resto de presidentes autonómicos. Hoy, la Ayuso que
ha convertido el drama sanitario en el festival de referencia europeo, un día
les da la bienvenida a los jóvenes de borrachera y al día siguiente carga
contra el Gobierno central por su llegada. El tercer problema para Ayuso es un
problema de marco: con el éxodo de franceses gritando libertad y dos bolsas de
hielo, a la presidenta de Madrid le desaparece ese marco
nacional-propagandístico tan pequeñito y local en el que ella se mueve cómoda
presentándose como la guardiana de las libertades robadas por el
socialcomunismo. Un marco que ahora se cae, a no ser, claro, que la canciller
alemana Ángela Merkel, el presidente francés Emmanuel Macron y el resto de
líderes europeos que no cierran aeropuertos, pero que sí toman las medidas
necesarias en este momento, sean también peligrosos socialcomunistas. Llegados
a este punto y con las elecciones a la vista, nada es descartable con la
Bolsonara ibérica de por medio. Ni que mañana provoque un conflicto
internacional con Francia, ni que pasado fiche a Jean Paul, 23 años y amante
del Ginebra-Tónica en vaso de tubo, como número 4 de su lista electoral. Por la
liberté, lo que haga falta.
Que la anécdota no
tape lo importante. La consolidación de Madrid como capital europea de fiesta
en mitad de una pandemia que golpea el continente es sólo la punta del iceberg
de la gestión de Díaz Ayuso. La fiesta llegó a Madrid mucho antes que los
franceses. Que Jean Paul comprando una botella de ginebra no nos haga olvidar
que Ayuso puso en manos de la hija del privatizador de la sanidad madrileña la
medicalización de las residencias. No es necesario recordar como acabó aquello,
pero sí que Encarnación Burgueño “flipaba colorines” porque al fin veía
cumplido su sueño de tener su propia empresa socio-sanitaria. Que Jean Paul
comprando hielo y vasos de tubo no nos haga olvidar que Ayuso, presidenta de la
región más afectada por el virus, no sólo se ausentó de reuniones estratégicas
anticovid para hacerse fotos propagandísticas, sino que durante un año se ha
opuesto sistemáticamente a todo lo acordado por el resto de comunidades del
país, incluidas las gobernadas por sus compañeros de partido. En Andalucía,
tierra de bares y vida en la calle, gobernada actualmente por el PP, los
dirigentes tomaban medidas incómodas incluyendo el cierre parcial de la
hostelería con incidencias del virus y mortalidad mucho menores que las de
Madrid. “Consenso de todas las
comunidades excepto Madrid” ha sido una de las coletillas más repetidas en los
últimos tiempos.
Que Jean Paul
echándose un cubata no nos haga olvidar que Madrid, cimentada sobre los santos
pilares de la privatización y el expolio público, mandó hace ahora un año una
circular sanitaria dejando sin atención a los mayores enfermados en las residencias
porque no había camas ni profesionales sanitarios para ellos. Que Jean Paul
gritando borracho Madrid patriaqueridaaa no nos haga olvidar que cada paso dado
en el último año por Ayuso y los suyos ha supuesto un pelotazo económico para
algunos a costa de la pandemia. La hostelería de Madrid, al contrario que la de
otras comunidades autónomas, no ha recibido ayudas directas. Muchos del entorno
de Ayuso sí han tenido esa suerte. Que Jean Paul, abochornándonos en el
telediario, no nos haga olvidar que, durante este año de pandemia, Madrid ha
superado en hospitalizaciones por covid a Cataluña y Andalucía juntas, ni que,
siendo la tercera comunidad autónoma en número de habitantes, encabeza el
ranking de mortalidad. Que Jean Paul tirado en la acera no nos haga olvidar que
el número de madrileños que han necesitado pasar por la UCI durante esta
gestión ha sido el doble que en Cataluña. Ni que Madrid afronta unas elecciones
encabezando, de nuevo, la clasificación de riesgo extremo por el virus. Hay
algo mucho más preocupante que la llegada de cientos de franceses de fiesta a
la capital europea del virus: que una de las protagonistas políticas de España
en estos tiempos tan duros sea la versión europea de Bolsonaro. En políticas,
en ideología, en formas esperpénticas y, sobre todo, en terribles
resultados.
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