MUJER Y REVOLUCIÓN
POR MAITÉ CAMPILLO
Es un
error grave y de los más perjudiciales, inculcar a la mujer que su misión única
es la de esposa y madre […] Lo primero que necesita la mujer es afirmar su
personalidad, independientemente de su estado, y persuadirse de que, soltera,
casada o viuda, tiene derechos que cumplir, derechos que reclamar, dignidad que
no depende de nadie, un trabajo que realizar e idea de que es cosa seria,
grave, la vida y que si se la toma como un juego, ella será indefectiblemente
un juguete
(Concepción Arenal ‘La educación de la
Mujer’)
La revolución no hubiera sido posible sin la participación activa de la mujer trabajadora
Entre 1917 y 1921,
un espectro (“fantasma”) recorrió el mundo; el de los soviets. El 25 de octubre
de 1917, en Petrogrado, y tras ocho meses de contradictoria coexistencia, la
insurrección organizada por los bolcheviques resolvía la inestable dualidad de
poderes gobierno provisional/soviets, a favor de estos últimos. Nadézhda
Krúpskaya, más conocida como Nadia Krúpskaya, fue una revolucionaria forjada en
las luchas rusas de finales del siglo XIX, cuando parecía imposible alumbrar
otro régimen distinto del zarista. Sus ojos maltratados por la enfermedad
vieron alzarse a las primeras obreras tomar la calle un 8 de marzo y vieron el
primer poder socialista del mundo desde dentro. Fue una de las impulsoras
contra la semiesclavitud laboral y una de las dirigentes de la revolución de
octubre, que junto a otras mujeres como Alexandra Kollontai o Inessa Armand empujaban
la historia hacia la libertad y cultura de millones de mujeres explotadas en
jornadas de alienación y jóvenes de los pueblos de la Unión Soviética. Fue una
movilización de mujeres rusas en las calles de Petrogrado (posteriormente
Leningrado) exigiendo alimentos al régimen zarista la que encendió la chispa
del levantamiento contra el gobierno de Nicolás II (Se podría decir que ese 23
de febrero de 1917 empezó la revolución rusa). Siempre me impresionó de Nadia
su mirada, su semblante serio en contraste con su empatía e ideas abiertas al
desarrollo cultural y científico de la juventud, impulsando en él a la mujer
trabajadora a las cotas más altas de lucha tenaz contra la ignorancia y
oscurantismo que el zarismo medieval mantenía a la clase trabajadora en conjunto
e inmenso pueblo ruso. En opinión de Nadia en 1937 acerca de la educación en
casa tanto en niños como niñas dijo: “Les contamos demasiados cuentos, sin
embargo, la realidad es con frecuencia más interesante que los cuentos. Además,
hay cuentos y cuentos. Hay cuentos enjundiosos, que reflejan en bellos ejemplos
el carácter de la gente, las relaciones humanas, y hay cuentos que oscurecen la
conciencia e impiden que se comprenda acertadamente a las personas y la
realidad. La vida obliga a los muchachxs a fijarse en muchas cosas y nosotros
no debemos permanecer con los brazos cruzados. Los gobiernos burgueses procuran
inculcar su política a los niñxs valiéndose de la religión, tratan de inculcar
el odio a las otras nacionalidades, lo hacen con habilidad, tienen mucha y
larga experiencia para adormecer su conciencia desde la infancia. Antes se
decía ‘Cada uno para sí y Dios para todos’ cuánto dolor produjo esto”. No sé si
mucho o poco se ha escrito sobre Nadia, lo que sí puedo asegurar de ella desde
el campo de la educación, es que ha sido una de las mejores pedagogas del
desarrollo social soviético, como lo fue Antón Makarenko, con el que trabajó
durante el periodo como comisaria de educación. Poco se habla hoy en las
universidades de la envergadura de su obra, de su gran y basta obra
(posiblemente lo escrito sobre ella prácticamente se resuma en unas pocas
páginas sin grandes diferencias, cambios o contraste, en general sacados de
contexto como de un manual contrarrevolucionario), de su trabajo como impulsora
de la alfabetización apenas o nada se habla, poco, muy poco como la gran
pedagoga que ha sido, y menos de su infatigable empeño que la caracterizó en
lograr la emancipación de la mujer trabajadora doblemente explotada.
Desde el triunfo de
la revolución en vez de acompañar (de paquete) a Lenin, su compañero de vida,
en las tareas de jefe del Estado Soviético como una “dama” más (en el mundo
contemplativo de la especuladora burguesía), se entregó de lleno en
interminables jornadas a la docencia e instauración de una nueva educación
pública socialista que debía acabar con el analfabetismo imperante, crear una
red de bibliotecas, potenciar el movimiento juvenil comunista y la educación
permanente de adultos, acabar con la religión y, mejorar en fondo y forma
directa la propaganda política. Sus escritos pedagógicos abarcan amplios
aspectos educativos, incluyendo la organización de las escuelas, los currículos
lectivos, la formación del profesorado, la educación de adultos, la eliminación
del analfabetismo, la formación infantil y grupos juveniles que desarrolló
entre otros frentes de lucha. A Nadia se la considera y así fue, no solo una de
las principales organizadoras del sistema de educación socialista, además, una
destacada historiadora de la evolución de las teorías educativas. La educación
primaria, obligatoria en la URSS, implantada en 1925 redujo de forma notable el
número escalofriante de analfabetismo. Durante la época en que trabajó para el
ministerio de educación se produjeron considerables avances educativos, de 1920
a 1940 sesenta millones de adultos aprendieron a leer y a escribir, la red de
escuelas primarias con el doble de alumnos en 1929 que en 1914 se amplió
considerablemente, y el número de idiomas con obras publicadas, creció hasta
los ciento cuatro en 1934, abogó además, por facilitar la educación autodidacta
y, extender la secundaria, para lo que se fundaron nuevos centros nocturnos;
jugó un destacado papel en la extensión de la red de bibliotecas soviéticas,
tenía una basta experiencia en ello, había estudiado el funcionamiento de
importantes bibliotecas públicas europeas durante su exilio, instituciones
escasas durante el anterior periodo imperial, que crecieron notablemente en
número durante las dos primeras décadas del gobierno de los soviets ¿Pensamos
acaso, que la mujer trabajadora que somos la gran mayoría en el mundo, estamos
en conciencia de clase y culturalmente, más avanzadas que aquellas de las
primeras décadas del siglo pasado?
La verdad es que,
pensando en el desarrollo de las civilizaciones, pese al avance incuestionable
de la tecnología vemos que tras 100 años, un siglo después, poco se ha avanzado
objetivamente hablando en cuanto a la humanidad, por no decir que en muchos
aspectos hemos retrocedido; sirvan algunos ejemplos para profundizar en ello:
Nadia Krúpskaya, en su siglo, potenció la educación autodidacta cuando en
aquellos años todavía no había condiciones para una enseñanza total en las
escuelas. La URSS tenía por entonces, unos 150 millones de personas, plenamente
en guerras constantes e intentando salir de una sociedad patriarcal anclada en
el medievo, también desarrolló la educación nocturna para los y las
trabajadoras sacando provecho hasta que llegaran las horas de dormir, por el
contrario hoy, el pueblo trabajador en su conjunto incluidos sus hijos e hijas,
pierde el tiempo de sus vidas sentados en un sofá, como el resto de europeos,
viendo y escuchando en la mayoría de los casos contracultura implícita en las
aberraciones televisivas que hacen retroceder nuestro intelecto cuanto menos.
Podemos afirmar que la Unión Soviética en el contexto histórico revolucionario
que tuvo, no solo acabó con el alfabetismo, redujo las jornadas de trabajo que
eran de 14 y 16, a 8 horas -para los trabajos penosos se redujo a 6h` e incluso
menos para la mujer. Otro de los logros fundamentales en desarrollo, de
expansión humana y social de la revolución, fue la creación de guarderías en
todos los centros de trabajo, Nadia fue una de las impulsoras; la lectura
aumento consideradamente entre lxs trabajadorxs, había bibliotecas hasta en las
fábricas y, la mujer, empezó a salir del confinamiento del trabajo y de la
casa, empezó a opinar en público, a tomar responsabilidades, a participar codo
con codo con los compañeros en el desarrollo de una sociedad nueva, de una
sociedad socialista que a pesar de sus dificultades empezaba a caminar.
‘La Mujer
Trabajadora’ es el primer libro que editó Nadézhda Konstantínovna Krúpskaya
Ulianova (editora de un gran número de publicaciones como la Educación Pública,
Escuela para adultos… ) Puntal profesionalmente sobre la cima del desarrollo
personal hacia la transformación social, que además de ser la compañera de
Lenin, fue ella misma: una mujer culta, que destacó por sus propios méritos en
las actividades del Partido de la revolución y como fundadora del sistema
educativo soviético, pionera del desarrollo de las bibliotecas rusas que a su
regreso del exilio desarrolló, además de su reconocida labor como secretaria
del Comité Central del Partido Bolchevique. Pero la lucha es frontal, de nuevo
tiene que exiliarse, y centró aún más todo su interés e investigación en la
Educación Popular; elegida miembro de la Sociedad Pedagógica Pestalozzi en
Suiza y de los Museos Pedagógicos de Friburgo y Berna, infatigable aprovecha
todas las experiencias recibidas y escribe una de sus mejores obras` Gente,
Educación y Democracia. Con la llegada al poder del partido soviético en Rusia
en 1917, fue nombrada comisaria de Educación; toma parte activa en la
preparación de leyes educativas, en las actividades encaminadas a luchar contra
el analfabetismo, en la organización del sistema de escuelas rusas y en el
establecimiento de fundaciones culturales para conseguir una sociedad nueva.
Nadia, o Nadézhda, dio múltiples conferencias sobre la distribución de libros,
los problemas en el campo de la ciencia bibliotecaria o la Biblioteconomía
escribiendo numerables artículos sobre estos temas. Su entrega incondicional
recibe la Medalla Anual a la mejor profesora y bibliotecaria de la Unión
Soviética. Nace un 26 de febrero de 1869, en San Petersburgo, abandonando el
mundo de los supervivientes (no así la grandeza de su obra en sus días y noches
preñadas de acontecimientos alumbrando legiones esclavas el camino de la
emancipación) el 27 de febrero, de 1939, en Moscú.
Inessa Armand es
otra de las grandes; primera dirigente del Departamento de la Mujer en la
Revolución Rusa, hizo público un determinante matiz histórico con la siguiente
observación: “Si la liberación de la mujer es impensable, sin el comunismo, el
comunismo es impensable sin la liberación de la mujer”. En breves palabras
Inessa resume la relación vinculante entre lucha por el socialismo y la lucha
por la liberación de la mujer: no es posible una sin la otra. Alexandra Kollontai
fue una agitadora, activista y una de sus principales teóricas en torno a la
opresión de la mujer que estuvo en primera línea de la revolución, participó en
el “domingo sangriento” de 1905, en 1915 entra en el partido bolchevique, y en
1917 se convierte en la primer mujer elegida en el comité ejecutivo del soviet
de Petrogrado. Durante la revolución fue miembro Comité Central del Partido
Bolchevique y ocupa, en el primer gobierno, el cargo de comisaria del pueblo
para la Asistencia Pública; asiste en 1917, al primer Congreso Pan-Ruso de los
Sindicatos en el que hizo un importante llamamiento: “Los trabajadores con
conciencia de clase deben entender que el valor del trabajo masculino, depende
del valor del trabajo femenino, y que, con la amenaza de sustituir la mano de
obra masculina por mano de obra femenina más barata, el capitalista, también
puede presionar sobre el nivel salarial de los ‘hombres’, solo la falta de
comprensión puede llevar a ver este tema como una mera cuestión de la mujer”.
Sus escritos son un testimonio de los continuos esfuerzos porque la voz de la
mujer se oyera en la revolución bolchevique. Clara Zetkin otra de las grandes
mujeres revolucionarias de la historia; fue en 1910, en la II Conferencia
Internacional de Mujeres Socialistas, en Copenhague (Dinamarca), a propuesta de
Clara, que la Conferencia proclamó el Día Internacional de la Mujer Trabajadora
el 8 de marzo (celebrándose el 19 de marzo de 1911 por primera vez este día en
varios países tras la decisión adoptada en Copenhague) Dos años más tarde, en
1913, las mujeres de Rusia celebraron el primer Día Internacional de la Mujer
en el marco de los movimientos por la paz en vísperas de la Primera Guerra
Mundial.
NOTA
Memorar 365 días, 5
horas, 49 minutos y 12 segundos al año a todo ese caudal de mujeres que aportó
la revolución de octubre (junto a otras mujeres vanguardistas del mundo), es mi
deseo contra toda sumisión, en el quiero ser capaz de evitar las tentaciones
apologéticas de quienes pretenden o pretendieron reducir la revolución y con
ella la liberación de la mujer, a una serie de luchas nobles heroicas y sin
tacha, pues en ninguna época y en ningún lugar se abrieron de par en par las
puertas de liberación de la clase trabajadora para el hombre como para la mujer
apretando un botón, y aunque, en el Estado español algunxs “vanguardistas del
comunismo”, y progresismo que no se exactamente hoy que significa, así lo
siguen vendiendo como la “necesidad”, contra la necedad de lucha contra el
enemigo de clase para recular ante la historia en marcha atrás por un “plato de
lentejas”; algo así como la muerte o la vida: cambiamos el carácter de las
cosas o la derecha nos come, jugando al lobo para mejor engañar “caperucitas”.
Pétalos de una
misma historia; rosa roja en perfume de lucha infatigable en claridad de ideas
y conciencia de clase, promotoras de historia revolucionaria de liberación de
la mujer contra la esclavitud y lo que de sumisión conlleva tras un siglo de
historia. Su legado aleteo como hito vencedor de heroínas combatientes, al que
me hallo intrínseca; enfrentada a las grandes divisiones y barreras impuestas
cada vez más antagónicas, en el intento de desclasar y confundir el contenido
verdadero, en carácter y sentimiento que enarboló el histórico 8 de mazo
proclamado. Asumo el abordaje de su lucha, contra la explotación capitalista en
manos de todo hombre y mujer que de él, forman parte de una y otra manera.
Disparo el mismo puño emblemático, que enarbolaron contra el calvario de
espinas que nos sigue despersonalizando como clase, y como mujer, torturando
nuestra condición desde los poderes fácticos de los gobiernos sean fascistas o
sean democráticos de la gran burguesía esclavista.
PD.
Porque fueron,
somos. Porque somos, serán.
Maité Campillo
(actriz y directora d` Teatro Indoamericano Hatuey)
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