GABILONDO SE DESCENTRA EN MADRID
JUAN TORRES LÓPEZ
Me cuesta criticar a Ángel Gabilondo, el candidato del PSOE a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Me parece una persona que se hace querer y le tengo un gran aprecio intelectual. Sin embargo, ante las declaraciones que está haciendo en esta nueva campaña electoral y el artículo que acaba de publicar en El País no puedo dejar de hacerlo.
De hecho, me sorprende tanto lo que está diciendo que incluso me cuesta creer que haya sido el propio Ángel Gabilondo quien escribiera ese artículo. Las ideas que allí se exponen están lejos, no solo del pensamiento socialdemócrata tradicional que se supone defiende, sino de lo que está haciendo su partido en el gobierno central y en otras comunidades autónomas.
Dice Gabilondo que
propone un gobierno excepcional para Madrid y que "un Gobierno excepcional
no toca la fiscalidad. Ni para subir los impuestos como proponen unos ni para
bajarlos como proponen otros. No los vamos a tocar."
Cuesta mucho
trabajo creer, como he dicho, que una persona tan culta como Ángel Gabilondo
pueda desconocer el papel decisivo que los impuestos han tenido siempre en los
momentos excepcionales de la historia, como en la última guerra mundial. O que
una persona tan inteligente como él carezca del sentido común elemental que
indica que es justamente en los momentos extraordinarios cuando los navegantes
deben recurrir a todo tipo de instrumentos y maniobras para mantener a flote
sus naves y no dejarlas llevar por la inercia o las fuerzas del destino.
Parece mentira que
Ángel Gabilondo haga suyo el mantra de los anarquistas de derechas que
defienden la maldad intrínseca de los impuestos, algo que la socialdemocracia,
con gran acierto y beneficio para las clases más débiles, ha demostrado que es
falso.
Ni los impuestos lo
resuelven todo, ni el simple hecho de subirlos deriva en más bienestar social,
eso es cierto, pero tampoco lo es que se pueden dejar a un lado justamente
cuando la economía se encuentra en una situación excepcional como la que
vivimos.
La fiscalidad es un
estabilizador que permite atemperar los vaivenes del ciclo, de modo que dejarla
intacta cuando este está cambiando en tan gran medida como ahora solo lleva a
que la economía se estrelle sin remedio.
También es un
incentivo que hay que utilizar, subiendo, bajando o modificando impuestos,
según convenga, para ayudar a que los sujetos respondan con acierto a las
exigencias de tiempos cambiantes y excepcionales como los que vivimos.
Y la fiscalidad es
un instrumento de redistribución al que solo quieren renunciar quienes, en la
cúspide del poder, desean mantener para siempre sus privilegios. Justamente
cuando más necesarias son la solidaridad, la cooperación, la generosidad y la
ayuda, como en estos momentos excepcionales, es cuando hay que recurrir a
medidas fiscales extraordinarias, procurando que el esfuerzo necesario para
superar lo excepcional sea proporcional a nuestra capacidad.
¿Cómo no aliviar la
carga fiscal de las empresas en esos momentos de zozobra, para evitar que
quiebren o desaparezcan? ¿Cómo no darles ayudas para que puedan sobrevivir en
medio de una pandemia tan dura o para facilitar que se reinventen y salgan
adelante cuando acabe? ¿Cómo no hacerlo también con los autónomos y las
familias? Y como se puede hacer todo eso, profesor Gabilondo, sin utilizar la
fiscalidad?
Lo que dice
Gabilondo sobre la fiscalidad es tan insensato y peligroso para Madrid como lo
sería que un conductor se ofreciese a llevarnos de viaje sin pisar el freno o
sin mover el volante del vehículo a lo largo de la ruta.
Cambiar la
ineficiente e injusta fiscalidad que ha venido estableciendo el Partido Popular
en Madrid, con la ayuda de Ciudadanos y de Vox, es obligado. Para obtener más
recursos de quienes más tienen, como han reclamado organismos tan poco
sospechosos como el Fondo Monetario Internacional o la OCDE, pero también para
incentivar y fomentar la resiliencia y la innovación cuando son más necesarias
que nunca.
Parece mentira, en
fin, que Gabilondo asuma como bueno que el dumping fiscal en favor de los más
ricos que han promovido el Partido Popular y Ciudadanos vaya a ser también una
constante de su política económica si llega a gobernar Madrid. Sobre todo,
porque es justamente lo contrario de lo que defiende su partido en el gobierno
central en las autonomías en donde gobierna.
No hace ni un mes
que la Ministra de Hacienda del gobierno de Pedro Sánchez, no Pablo Iglesias
sino María Jesús Montero, acusó al gobierno de la Comunidad de Madrid de
"desatar "fugas de capitales" en otras comunidades por su
"dumping fiscal". Y en diciembre pasado le hizo responsable de
"fomentar las desigualdades territoriales" y de "comprometer la
suficiencia de muchas comunidades autónomas".
¿Va a dejar Ángel
Gabilondo que eso siga siendo así?
Y lo que es aún más
escandaloso: ¿No le da vergüenza a una persona que dice de sí misma que resulta
soso porque no es frívolo sino que se toma las cosas en serio, decir el 23 de
marzo que si es presidente no va a cambiar los impuestos cuando solo 40 días antes,
el 12 de febrero, había pedido, como portavoz del PSOE en la Asamblea
madrileña, 18 cambios, 18, en los principales impuestos que gestiona la
Comunidad.
También sorprende,
por otro lado, la toma de posición de Gabilondo sobre los extremismos. Choca que
se sume al vocerío de la derecha que señala a Pedro Sánchez como un extremista
sin principios que se alía con el diablo, como dijo Inés Arrimadas, con tal de
mantenerse en el poder porque llegó a un acuerdo de Gobierno con Unidas
Podemos.
Vaya por delante
que yo soy de las personas que piensan que no importa aliarse con el diablo sin
con ello se consigue ampliar la libertad, la justicia, la paz y el mayor
bienestar de la gente. Y me gustaba creer que una persona como Gabilondo, un
pensador, defendía lo mismo, que era capaz de lidiar con quien fuese para poner
sobre la mesa las ideas y no las siglas. Lo que me resulta lamentable no es que
muestre su preferencia legítima por un gobierno por Ciudadanos y Más Madrid
sino que lo haga sin mención de las ideas o propuestas que le parecen más o
menos extremas.
¿Las que defiende y
trata de llevar a cabo Unidas Podemos en el gobierno de Pedro Sánchez o en la
Comunidad de Madrid son más extremas que las que ha puesto en práctica
Ciudadanos en el gobierno de Díaz Ayuso o en el Ayuntamiento de Madrid? ¿El extremismo es Pedro Sánchez y quien
gobierna con él, como dice la derecha, o el acto de la Plaza de Colón?
La consecuencia de
los planteamientos nominalistas y demagógicos de Gabilondo, claramente
diseñados por estrategas publicitarios a quienes importan un comino las ideas y
el contenido sustantivo del discurso político, es que, al final, no se habla de
propuestas concretas.
En el artículo
mencionado no hay ni una sola. Quiere vacunar deprisa pero no dice cómo, ni se
suma a las voces de otras personas con responsabilidad en su partido que
reclaman una política europea diferente al respecto, para hacer que las vacunas
sean realmente un bien común y lleguen pronto. Dice que hay que apoyar el Plan
de recuperación pero no dice cómo, sabiendo que hay posiciones bien distintas a
la hora de ponerlo en marcha.
Que el candidato
del PSOE se limite a decir que se "necesita alguien que esté al frente de
los fondos europeos y de la estrategia de vacunación" suena a broma si no
fuera por la dejadez de pensamiento y reflexión que implica. Haber gente al
frente, la hay y de sobra. Pero no se trata solo de que la haya sino de qué es
lo que se propone hacer quien esté ahí y de cómo lo hace. Y el problema es que
Gabilondo solo esté dispuesto a diferenciarse de quienes ahora están al frente
de la Comunidad de Madrid con chascarrillos sobre su sosería. Buscando el
centro mediante geometría política creativa el PSOE de Gabilondo se descentra y
aleja de lo mejor de sí mismo.
Que los vudús del
marketing conviertan la política de la derecha en una performance es normal,
que pase en la izquierda es una desgracia.
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