ESTAMOS TONTOS
JUAN TORRES LÓPEZ
Varias personas con
mascarillas pasean
por el centro de Madrid.
Casi todo el mundo analiza la pandemia para tratar de obtener enseñanzas de lo que nos está ocurriendo y no son pocas las que nos proporciona. Sea cual sea el enfoque desde el que se analiza, los intereses que se defiendan, la ideología o los prejuicios que tengamos a la hora de interpretar lo que está ocurriendo, el nivel de nuestro conocimiento, el país en el que vivamos o los ingresos o riqueza de los que disfrutemos... cada uno de nosotros extrae conclusiones de lo que ocurre a nuestro alrededor. Y con mucha más razón lo hacen también los dirigentes políticos, los responsables sanitarios, los científicos que tratan de saber lo que ocurre con el virus, los economistas que deben encontrar formas de financiar lo que se nos viene encima y de evitar que se destruyan las fuentes de ingresos de las que dependen la salud y la vida de docenas de millones de personas.
Unas personas
habrán decidido que tras la enfermedad vivirán de otro modo porque dan un valor
diferente a las cosas. Otras preferirán seguir igual. Habrá quien ahora
defienda con más ahínco el fortalecimiento de los servicios públicos y esté
dispuesto a hacerlos valer mientras que otra gente seguirá pensando que lo
mejor es que cada uno sea libre para protegerse sin que los gobiernos expolien
a la gente, como dicen los liberales, a base de impuestos y políticas
redistributivas. Habrá empresarios que se reinventen y traten de sobrevivir a
la crisis con innovación y cambios y otros que no serán capaces de entender que
el mundo está cambiando de cabo a rabo....
Yo he tratado
también de obtener y he obtenido conclusiones diversas sobre la pandemia y sus
efectos en la economía y en la sociedad, pero últimamente tiendo a sintetizar
todas ellas en una sola: estamos tontos. No de cualquier clase, sino de los que
hablaba Ramón y Cajal, "tontos entontecidos".
Pondré a
continuación algunos ejemplos extraídos de la vida económica que me han hecho
llegar a semejante conclusión en los últimos meses.
Vivimos una
desgracia global que afecta o puede afectar más o menos por igual a cualquier
persona y a todas las naciones y sucede, además, que el comportamiento de cada
una de ellas afecta al resto. Sin embargo, en lugar de establecer
inmediatamente una instancia de decisión global para poder adoptar medidas
coordinadas y políticas comunes, y en lugar de cooperar y poner a disposición
global los recursos imprescindibles para acabar con la pandemia, lo que hacemos
es actuar cada uno por un lado.
Estamos tontos
cuando permitimos que cada país actúe por su cuenta contra una emergencia
sanitaria global.
Parece evidente que
la única manera de salir cuanto antes de la pandemia y de comenzar a normalizar
la vida social y económica es la vacunación masiva. Es obvio, pues, que se
debería garantizar que su producción y distribución queden garantizadas. Sin
embargo, la realidad es que apenas de puede vacunar porque no se dispone de
ellas al haber dado preferencia al interés privado de la industria
farmacéutica.
No estoy hablando
de nacionalizar o de expoliar a las empresas que las han descubierto. Ni mucho
menos. Simplemente señalo que es evidente que si los gobiernos u organismos
internacionales hubieran comprado a su justo precio las licencias de las
diferentes vacunas y hubieran dispuesto las inversiones y recursos necesarios
para producirlas y distribuirlas masiva y coordinadamente, ahora se estaría
llevando a cabo la vacunación generalizada.
Estamos tontos si
nos creemos que las empresas pueden multiplicar por miles y de la noche a la
mañana su escala de producción. Es decir, que podrán proporcionar a su tiempo
las miles de millones de vacunas necesarias para la inmun
No hay comentarios:
Publicar un comentario