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viernes, 26 de febrero de 2021

ESPINOSO DE LAS MONTERAS

 

ESPINOSO DE LAS MONTERAS

DAVID TORRES

Con el lío del lenguaje inclusivo hay gente que se pone muy nerviosa y muy nervioso, de un lado y de otra, más que nada por el problemo de confundir el género gramatical con el otro, que ya venía confundido de fábrica. La confusión se remonta, al menos, a los tiempos de Antonio de Nebrija, ilustre humanisto sevillana, quien dijo que "género en el nombre es aquello por que el macho se distingue de la hembra, et el neutro de entrambos". Vino a decirlo hacia 1492, coincidiendo con el descubrimiento de América, llamadas entonces Indias, aunque Colón estaba confundiendo las Indias con las otras Indias y Nebrija las ingles con las desinencias. Aun así, para espanto de autoridades y pasmo de modernos y modernas, Nebrija apuntó que no hay únicamente dos géneros, masculino y femenino, como sostiene hoy día la Academia, sino nada menos que siete: "masculino, femenino, neutro, común de dos, común de tres, dudoso, mezclado". Otras gramáticas reducen la casuística a seis: masculino, femenino, común, epiceno, ambiguo y neutro.

 

Vaya usted a saber lo que Nebrija quería decir ahí, no puedo asegurarlo ya que la gramática y yo andamos peleados (¿común de dos o mezclado?) más o menos desde el colegio. En cualquier caso, sospecho que esto de confundir el género con el sexo viene ya de antiguo y que invocar a autoridades seculares puede acabar con el tiro por la culata. En efecto, con el género gramatical hay que andarse con mucho ojo, porque los unos y las otras pretenden estirar el idioma -o constreñirlo- para llevarlo a su terreno y terminan haciendo chistes e imitando a los Monty Python en la gloriosa escena del Coliseo en La vida de Brian:

 

-Creo que el punto de vista de Judit es muy válido, siempre que el partido no olvide que es el derecho inalienable de todo hombre…

 

-O mujer.

 

-O mujer. Ser liberado…

 

-O liberada.

 

-De acuerdo.

 

-Gracias, hermano.

 

-O hermana.

 

-¿Por dónde iba?

 

-Ya habías terminado.

 

Del mismo modo que tarde o temprano cualquier polémica se convierte en un número de los Monty Python, más temprano o más tarde el parlamento español la repite corregida y aumentada. Ayer mismo se montó una pelotera en el Congreso de los Diputados en torno al lenguaje inclusivo, en la que Pedro Sánchez tildó de "prehistórico" a Santiago Abascal por llamar "vicepresidente" a Carmen Calvo cuando el término "vicepresidenta" se halla documentado desde el siglo XV. Espinosa de los Monteros se levantó para darle la réplica o el réplico, no se sabe muy bien porque enseguida empezó a hablar de socialistas y socialistos, altos cargos y altas cargas, y a regalar oes y aes como si firmase proyectos de arquitectura o de arquitecturo, que en el caso de los Monteros y las Monteras todo puede ser.

 

Puesto a regalar, Espinosa de los Monteros hasta regaló una lección de gramática, un terreno en el que debería andar con más cautela o cautelo, porque la desconoce casi toda. De hecho, es un señoro tan dado a las lecciones que el día anterior, cuarenta aniversario del 23-F, se negó a condenar el golpe de estado de 1981 porque, aparte de que hay otro golpe de estado en marcha en Cataluña, no era el momento con cien mil muertos con la pandemia y millones de hogares arruinados. Tanto sienten los muertos que hace poco más de un año Vox se vistió de luto riguroso con una manifestación de coches y bocinazos por la Castellana y unas sonrisas de alegría que parecía que acabaran de ganar el Paleolítico. Esta gente usa el lenguaje como el que usa un garrote. Todavía ha tenido suerte de que no la llamen Carmena Calva.


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