LA ENFERMEDAD DE LA DESIGUALDAD
El
virus por sí solo no discrimina, pero los humanos seguramente lo hacemos,
modelados como estamos por los poderes entrelazados del nacionalismo, el
racismo, la xenofobia y el capitalismo
JUDITH BUTLER
El aislamiento obligatorio coincide con un nuevo reconocimiento de nuestra interdependencia global durante el nuevo tiempo y espacio que impone la pandemia. Por un lado, se nos pide secuestrarnos en unidades familiares, espacios de vivienda compartidos o domicilios individuales, privados de contacto social y relegados a esferas de relativo aislamiento; por otro lado, nos enfrentamos a un virus que cruza rápidamente las fronteras, ajeno a la idea misma del territorio nacional.
¿Cuáles son las
consecuencias de esta pandemia al pensar en la igualdad, la interdependencia
global y nuestras obligaciones mutuas? El virus no discrimina. Podríamos decir
que nos trata por igual, nos pone igualmente en riesgo de enfermar, perder a
alguien cercano y vivir en un mundo de inminente amenaza. Por cierto, se mueve
y ataca; el virus demuestra que la comunidad humana es igualmente frágil. Al
mismo tiempo, sin embargo, la incapacidad de algunos Estados o regiones para
prepararse con anticipación (Estados Unidos es quizás el miembro más notorio de
ese club), el refuerzo de las políticas nacionales y el cierre de las fronteras
(a menudo acompañado de racismo temeroso) y la llegada de empresarios ansiosos
por capitalizar el sufrimiento global dan testimonio de la rapidez con la que
la desigualdad radical, que incluye el nacionalismo, la supremacía blanca, la
violencia contra las mujeres, las personas queer y trans, y la explotación
capitalista encuentra formas de reproducir y fortalecer su poderes dentro de
las zonas pandémicas. Esto no debería sorprendernos.
La política de
atención médica en los Estados Unidos pone esto en relieve de una manera
singular. Un escenario que ya podemos imaginar es la producción y
comercialización de una vacuna efectiva contra el COVID-19. Claramente
desesperado por anotarse los puntos políticos que aseguren su reelección, Trump
ya ha tratado de comprar (con efectivo) los derechos exclusivos de los Estados
Unidos sobre una vacuna de la compañía alemana CureVac, financiada por el
gobierno alemán. El ministro de Salud alemán, con desagrado, confirmó a la
prensa alemana que la oferta existió. Un político alemán, Karl Lauterbach,
comentó: “La venta exclusiva de una posible vacuna a los Estados Unidos debe
evitarse por todos los medios. El capitalismo tiene límites”. Supongo que se
opuso a la disposición de “uso exclusivo” y que este rechazo se aplicará
también para los alemanes. Esperemos que sí, porque podemos imaginar un mundo
en el que las vidas europeas son valoradas por encima de todas las demás: vemos
esa valoración desarrollarse violentamente en las fronteras de la UE.
Podemos imaginar un
mundo en el que las vidas europeas son valoradas por encima de todas las demás:
vemos esa valoración desarrollarse violentamente en las fronteras de la UE
No tiene sentido
preguntar de nuevo, ¿en qué estaba pensando Trump? La pregunta se ha planteado
tantas veces en un estado de exasperación absoluta que no podemos
sorprendernos. Eso no significa que nuestra indignación disminuya con cada
nueva instancia de autoengrandecimiento inmoral o criminal. Pero de tener éxito
en su empresa y lograr comprar la potencial vacuna restringiendo su uso solo a
ciudadanos estadounidenses, ¿cree que esos ciudadanos estadounidenses
aplaudirán sus esfuerzos, felices de ser liberados de una amenaza mortal cuando
otros pueblos no lo estarán? ¿Realmente amarán este tipo de desigualdad social
radical, el excepcionalismo estadounidense, y valorarán, como él mismo definió,
un acuerdo brillante? ¿Imagina que la mayoría de la gente piensa que es el
mercado quién debería decidir cómo se desarrolla y distribuye la vacuna? ¿Es
incluso posible dentro de su mundo insistir en un problema de salud mundial que
debería trascender en este momento la racionalidad del mercado? ¿Tiene razón al
suponer que también vivimos dentro de los parámetros de esa manera de ver al
mundo?
Incluso si tales
restricciones sobre la base de la ciudadanía nacional no llegaran a aplicarse,
seguramente veremos a los ricos y a los que poseen seguros de cobertura de
salud apresurarse para garantizarse el acceso a dicha vacuna cuando esté
disponible, aun cuando esto implique que solo algunos tendrán acceso y otros
queden condenados a una mayor precariedad.
La desigualdad
social y económica asegurará que el virus discrimine. El virus por sí solo no discrimina,
pero los humanos seguramente lo hacemos, modelados como estamos por los poderes
entrelazados del nacionalismo, el racismo, la xenofobia y el capitalismo. Es
probable que en el próximo año seamos testigos de un escenario doloroso en el
que algunas criaturas humanas afirmarán su derecho a vivir a expensas de otros,
volviendo a inscribir la distinción espuria entre vidas dolorosas e ingratas,
es decir, aquellos quienes a toda costa serán protegidos de la muerte y esas
vidas que se considera que no vale la pena que sean protegidas de la enfermedad
y la muerte.
Todo esto acontece
contra la carrera presidencial en los Estados Unidos donde las posibilidades de
Bernie Sanders de asegurarse la nominación demócrata parecieran ahora ser muy
remotas, aunque no estadísticamente imposibles. Las nuevas proyecciones que
establecen a Biden como el claro favorito son devastadoras durante estos
tiempos precisamente porque Sanders y Warren defendieron el “Medicare para
Todos”, un programa integral de atención médica pública que garantizaría la
atención básica para todos en el país. Tal programa pondría fin a las compañías
de seguros privadas impulsadas por el mercado que regularmente abandonan a los
enfermos, exigen gastos que son literalmente impagables y perpetúan una brutal
jerarquía entre los asegurados, los no asegurados y los no asegurables. El
enfoque socialista de Sanders sobre la atención médica podría describirse más
adecuadamente como una perspectiva socialdemócrata, que no es sustancialmente
diferente de lo que Elizabeth Warren presentó en las primeras etapas de su
campaña. En su opinión, la cobertura médica es un “derecho humano”, por lo que
quiere decir que todo ser humano tiene derecho al tipo de atención médica que
requiere. Pero, ¿por qué no entenderlo como una obligación social, una que se
deriva de vivir en sociedad los unos con los otros? Para lograr el consenso
popular sobre tal noción, tanto Sanders como Warren tendrían que convencer al
pueblo estadounidense de que queremos vivir en un mundo en el que ninguno de
nosotros niegue la atención médica al resto. En otras palabras, tendríamos que
aceptar un mundo social y económico en el que es radicalmente inaceptable que
algunos tengan acceso a una vacuna que pueda salvarles la vida cuando a otros
se les debe negar el acceso porque no pueden pagar o no pueden contar con un
seguro médico que lo haga.
La propuesta de
salud universal y pública de Sanders y Warren revitalizó un imaginario
socialista en los Estados Unidos
Una de las razones
por las que voté por Sanders en las primarias de California junto con la
mayoría de los demócratas registrados es porque él, junto con Warren, abrió una
manera de reimaginar nuestro mundo como si fuera ordenado por un deseo
colectivo de igualdad radical, un mundo en el que nos unimos para insistir en
que los materiales necesarios para la vida, incluida la atención médica,
estarían igualmente disponibles sin importar quiénes somos o si tenemos medios
económicos. Esa política habría establecido la solidaridad con otros países
comprometidos con la atención médica universal y, por lo tanto, habría
establecido una política transnacional de atención médica comprometida con la
realización de los ideales de igualdad. Surgen nuevas encuestas que reducen la
elección nacional a Trump y Biden precisamente cuando la pandemia acecha la
vida cotidiana, intensificando la vulnerabilidad de las personas sin hogar, los
que no poseen cobertura médica y los pobres.
La idea de que
podríamos convertirnos en personas que desean ver un mundo en el que la
política de salud esté igualmente comprometida con todas las vidas, para
desmantelar el control del mercado sobre la atención médica que distingue entre
los dignos y aquellos que pueden ser fácilmente abandonados a la enfermedad y
la muerte, estuvo viva poco tiempo. Llegamos a entendernos de manera diferente
cuando Sanders y Warren ofrecieron esta otra posibilidad. Entendimos que
podríamos comenzar a pensar y valorar fuera de los términos que el capitalismo
nos impone. Aunque Warren ya no es candidata y es improbable que Sanders
recupere su impulso, debemos preguntarnos, especialmente ahora, ¿por qué
seguimos oponiéndonos a tratar a todas las vidas como si tuvieran el mismo
valor? ¿Por qué algunos todavía se entusiasman con la idea de que Trump asegure
una vacuna que salvaguarde la vida de los estadounidenses (como él los define)
antes que a todos los demás?
La propuesta de
salud universal y pública revitalizó un imaginario socialista en los Estados
Unidos, uno que ahora debe esperar para hacerse realidad como política social y
compromiso público en este país. Desafortunadamente, en el momento de la
pandemia, ninguno de nosotros puede esperar. El ideal ahora debe mantenerse
vivo en los movimientos sociales que están menos interesados en la campaña
presidencial que en la lucha a largo plazo que nos espera. Estas visiones
compasivas y valientes que reciben las burlas y el rechazo del realismo
capitalista tenían suficiente recorrido, llamaban la atención, provocando que
un número cada vez mayor, algunos por primera vez, desearan un cambio en el
mundo. Ojalá podamos mantener vivo ese deseo.
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Este artículo se
publicó originalmente en Versobooks.
Traducción de
Anabel Pomar para lavaca.
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