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domingo, 17 de enero de 2021

CUTREZ BORBÓNICA

 

CUTREZ BORBÓNICA

ANÍBAL MALVAR

Vamos a ver si nos aclaramos. Felipe VI le ha quitado la paguita a su padre, pero eso no significa que el actual monarca renuncie a recibir tal dinero del erario público, sino que se lo queda quizá para sus elefantes, sus balandros, sus corinnas y sus distracciones borbónicas en general. Sin embargo, Patrimonio Nacional y varios ministerios siguen manteniendo a Juancar a cuerpo de rey en Abu-Dhabi, con sus sirvientes cobrando una pasta cada vez que agitan el abanico, con el joyero que da lustre a la corona emérita cada mañana, con su médico personal (supongo) para las disfunciones eréctiles, con su probador rifeño de alimentos envenenados, con sus guardaespaldas para que cante tranquilo el I will always love you en la ducha, y con otros inimaginables lujos que no le hagan avergonzarse por pobre ante sus homólogos sátrapas saudíes. No me digáis que no es de tontos no ser monárquico, sobre todo si eres monarca.

 

En todo caso, no os preocupéis. El asunto no tiene la menor importancia. De hecho, esta información sobre los sustentos públicos que aun recibe nuestro exiliado emérito, y que revelaron nuestros compiyoguis de eldiario.es para romper España y desatar en hordas a la turbamulta mugrienta contra el orden establecido, no ha merecido ni una sola línea en los cuatro grandes periódicos papeleros de España.

 

Y eso que hoy lo tenían fácil, pues todos se vieron obligados a llevar a las rotativas el juicio por calumnias y denuncias falsas contra el ex comisario José Manuel Villarejo celebrado ayer en el juzgado de lo penal número 8 de Madrid. En la vista comparecía Corinna Larsen (no sé si os suena), así que la ocasión pintaba calva, como decían los tebeos de antaño, para meter un parrafito sobre el delicado asunto de los erarios públicos que siguen tintineando en los bolsillos del Emérito, a pesar de todas las evidencias sobre sus actividades delictivas y sus paradisíacos millones extrafiscales.

 

Además de este silencio mediático sobre los dispendios de nuestro gobierno hacia Juan Carlos I, no acaba uno de comprender que un señor con pasta suficiente como para regalar 65 millones de euracos a una novia se exponga a más escarnio público para ahorrarse el sueldillo de tres camareros, ni que su hijo, El Preparao, se lo permita. Nuestro presidente del Gobierno, el republicano monarquista Pedro Sánchez, tampoco cayó en la cuenta de que era un poco arriesgado soltarle la pasta al viejo rey a través del transparente Patrimonio Nacional, como si fuera la Dama de Elche. Ni que Sánchez y sus peleonas ministras mantengan en la ignorancia de estos manejos al vicepresidente Pablo Iglesias, como si fuera un simple súbdito más, como nosotros.

 

Yo creo que incluso los pirómanos republicanos más recalcitrantes aprobaríamos que Juan Carlos I tuviera una escolta permanente, por seguridad, a costa de los fondos públicos. Sobre todo conociendo su amistad con algunos de los mafiosos más reputados de la reciente historia del planeta. Por poner un ejemplo, Abdul Rahman El Assir Kassar, conocido traficante de armas, supuesto habitual compañero de cacerías del Emérito hasta su caída en desgracia y fuga, y también presunto gran amigo de la dinastía Aznar: fue uno de los invitados más perseguidos por las cámaras del cuore en la boda entre Alejandro Agag y Ana Aznar en El Escorial. Ya os digo. Con estas amistades, nuestro Juancar necesita protección, y si me sujetáis un momento el cubata yo se la pago con el erario público, coño. Pero que le sufraguemos un séquito para que le ate los cordones de los zapatos, cargue en el zurrón los elefantes cazados y le enfríe los dry martinis, ya me parece excesivo.

 

La conclusión que uno saca de esto es que, seguramente, nuestros borbones son un poco cutres. Les cuesta rascarse el bolsillo. Y eso de pagarse ellos mismos la servidumbre no les entra en la cabeza, quizá a causa de la falta de riego por la onerosa presión de una corona, que, paradójicamente, cada día les queda más grande.


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