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lunes, 28 de diciembre de 2020

¿VOY A CONTRA CORRIENTE?

 

¿VOY A CONTRA CORRIENTE?

QUICOPURRIÑOS

Antes de empezar el relato de hoy, permítanme un comentario, una reflexión.

         Llevo mandándole a Anghel Morales, desde hace más de un año creo o más, cuento tras cuento y siempre me lo publica con un afecto, respeto y cariño entrañable. Púes por eso, solo por eso ya, muchas gracias.

         En estos últimos meses, casi a relato diario. Pero en estos días, por Navidades, hice un parón. Casualmente le mandé hoy un video donde se ve el “cuarto-estudio donde pinto”. Otra pasión que tengo desde hace años. Y casi a la vez me mandó un wasap diciéndome que estaba con un hermano que le preguntaba ¿y ese amigo tuyo que ya no escribe, qué le pasa? Y le dije, ¡coño!, dos días sin hacerlo sí, pero es que me tomé un respiro, por las fiestas navideñas.

         Y luego le digo, pero es que el relato que tengo en la cabeza hace referencia a Juan Carlos, al Borbón, y tú eres republicano, antimonárquico y yo soy Juancarlista, por lo que te diré. Luego, dudo que el relato que tengo en mente me lo publiques. Y me dijo que le contó su abuelo un día, ese que era un pastor de ovejas: Vd. respete y los demás siempre le respetarán. Y eso para mí siempre ha sido una máxima me comentó y si eso lo llevamos todos así, este País funcionaría mejor piense cada uno lo que piense.

 Pues sí, yo opino igual.

         Fui un pelín cabrón, porque sabía de antemano que él me lo publicaría, porque en su página solo pone por condición el respeto, pero abierta está a todas las opiniones. Y es por eso que le mando mis escritos. Y me dijo, cómo no, mándalo amigo que en mi periódico estará mañana publicado.

         Pues, sí, ahora escribo.

         Tengo sesenta y dos años. Y dicen que vivir, no es más que guardar, recopilar, “ajuntar” recuerdos.

         Y yo los acumulo.

 Acumulo recuerdos y también conservo sueños. Los recuerdos son historias que guardamos en la memoria y  que son reales, forman parte de lo vivido. Pero los sueños son fantasías convertidas en realidad. No son historias ciertas. Los sueños son ideas nacidas en la noche que a veces los ves como compartidos, como realidad, aunque irreales sean, pero que incorporas al disco duro de tu cerebro y permanecen siempre en tu cabeza. Y es que se mezcla la realidad y la ficción. Lo vivido. Lo soñado. Realidad y ficción se hacen uno, se juntan para siempre. Y ya no sabes distinguir la realidad de lo soñado ni de lo imaginado.

         En esas, en esos sueños, mi amistad con Juanito.

         Juan Carlos, primero Príncipe, luego Rey con el nombre de Juan Carlos Primero viajó a Tenerife en múltiples ocasiones.

         El protocolo, era el que era. Pero él se lo saltaba. Se lo saltaba siempre. Cuando le decían que en la agenda, tenía a las once un acto, a mediodía otro, luego almuerzo con tal Institución, a las cinco una inauguración de lo que fuera, y luego cena con una Asociación de Empresarios en un “Hotel de Cinco Estrellas”, decía: No.., a esa cena no puedo ir. La tengo  reservada en casa de Quico desde siempre. En esa terraza entrañable donde nos comemos un conejo en salmorejo y de primero un potaje de berros. Y mientras comemos, con un vinito de Tacoronte-Acentejo, hablamos, de nuestras cosas, de boberías, de esas que tanto nos gustan y unen, como dos personas cualesquiera más. Y a eso no renuncio les decía Juanito.

         Y es que, en esa época, donde no existía el móvil, me llamaba y me decía, por la mañana me toca estar en tal sitio, pásate y te veo. Tanto que me lo decía, que eso lo soñé. Vamos que si era real. Como Real era Don Juanito.

Y yo pasaba por donde estuviera y él me veía entre el público donde estaban los políticos y gobernantes locales, y me guiñaba el ojo y me hacía un gesto, dicíendome, espera que ahora nos vemos.

 Y así era.

Tomábamos en el descanso, en lo que ahora sería un “Coffe Break”, un café, un cortado o una caña y me decía, dándome un golpecito en la espalda, a la noche nos vemos.

         En esa época no había aparecido Corina. Otras habrían pero yo de eso no hablaba. Él tampoco. Pero yo sabía de los grandes negocios que, por su mediación, empresas del país conseguían, poniéndonos por encima de rivales como Alemania, Francia o Inglaterra. Y este País se puso, en esos proyectos, por encima de otros que teóricamente nos superaban históricamente.

         De economía ni hablábamos. Ni del chalet que le cediera Hussein de Jordania en Lanzarote que luego transmitiera al Patrimonio Nacional y del que tanto gustaba disfrutar en verano el Presidente Zapatero. Aunque él me lo ofreció, a pasar un verano con mi familia en Lanzarote, yo no fui. Preferí quedarme en Las Gavias.

         Sí que me contaba y se acordaba cuando en unos Carnavales visitó la Isla, con Sofía y sus hijos. Creo que entonces todavía era Príncipe. Y pasaron por la Avda. Anaga, donde estaban los “Cochitos Locos y La Noria” y esos puestos donde con la escopeta de balines mal alineada intentabas tumbar las bolas o explotar un globo. Y como la comitiva no paró y por seguridad  siguieron rumbo a toda velocidad en un lujoso “Mercedes Benz” de entonces hacia el Hotel de Cinco estrellas que les aguardaba en El Puerto de La Cruz, mientras sus hijos, Elena, Cristina y Felipe, como niños que eran, lloraban por no haber parado, porque querían disfrutar, como cualquier niño más, de esa feria del carnaval chicharrero.

         Hace años que Juanito, el que ahora para por otros lugares, ese que tanto hizo por la democracia en este País nuestro, el que la trajo, el que la mantuvo en momentos críticos, o es que no se acuerdan, no viene a cenar a la terraza de mi casa.

         Pero yo, si vuelve, le tendré un plato en el patio cubierto. En ese de tantos momentos compartidos, donde gustaba que le tuviera preparado un potaje de berros gomero en el que tomar un vino de la tierra y hablar de cualquier cosa, de esas cosas intrascendentes, de las auténticas, de las que unen, de las que permanecen.

 

                                                                    quicopurriños, 26/12/2020 


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