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lunes, 14 de diciembre de 2020

BARRA LIBRE

 

BARRA LIBRE

ANA SHARIFE

Pasen y sírvanse. Es barra libre. Bésame, pégate a mí, dime lo que quiero escuchar. Sé que cuando hayas conseguido lo que vienes buscando te irás.

Sigan bebiendo. Brindemos por esta nueva forma de amar, abrazar a un cuerpo como si fuera arena, estrecharlo hasta que se deshace en nuestros brazos, y, luego nada, olvido, desvanecimiento, nueva lujuria, nuevos caprichos que dan cabida a un nuevo cielo. Reciban mi más amarga enhorabuena.

El mundo me parece interpretado en su anchuroso escenario por navegantes ciegos en un mar enloquecido, mujeres que se van con el tuyo y hombres que se van con todas.

 

No hay milagro fuera de este lenguaje teatral decepcionante, en el que el amor es ese equipaje que nadie reclama, la nube empujada caprichosamente por el viento, la pardela que herida de muerte por el cazador cae en un último vuelo asustada, con sus alas recogidas.

 

Sólo tras las profundas transformaciones de la revolución industrial el individuo empezó a servirse de las relaciones amorosas como una forma de realización personal. Varios siglos después, donde el amor me prometió un jardín junto a la playa sólo hay un escenario que dinamita toda relación sentimental desde su mismo umbral. No eres tú contra el mundo. No te confundas. Es el mundo contra la pareja. Pasen y sírvanse. Hay barra libre. Desenfreno, brevedad, frenesí. Pueden beber lo que quieran y luego marcharse.

 

Me asomo al oleaje. En las noches sin luna de noviembre las pardelas cenicientas salen de sus madrigueras para emprender su primer vuelo al mar de mis Islas Canarias. La mayoría caen cegadas por las luces de las ciudades o desorientadas, incapaces de remontar el vuelo.

 

Casi amanece, escucho lo que parece el tañido de unas campanas lejanas. Es el llanto de las aves heridas a los pies de este acantilado, un sonido que me anuncia tras tanta búsqueda y sabiduría inútil que no es necesario salir de este pequeño mirador que son tus ojos para descubrir el mundo.

 

Despierto en el filo donde anoche se cerraron mis párpados. Queda gente en la fiesta. Podría caer, pero he prometido cuidar de nuestro amor en tu ausencia. Prometo que lo encontrarás radiante a tu regreso, porque volverás, ¿verdad? Te echaré de menos cada segundo, lo mismo que un ángel caído a su fe.


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