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jueves, 12 de noviembre de 2020

LA CULTURA EN TIEMPOS DEL COVI

 

LA CULTURA EN TIEMPOS DEL COVI

QUICOPURRIÑOS

 

         La música, la pintura, la escultura, la escritura, las artes escénicas, toda la cultura en los tiempos del Covi, ¿a dónde las han mandado? ¿En donde están? ¿En dónde las han enclaustrado?  A dónde se fueron. ¿Emigraron? ¿Dónde  andan ¿ Pues será  que las enviaron a un destierro “sine die” o a sus casas confinadas, encerradas y encadenadas ellas  todas y cada una ,  y además con mascarillas para que no transmitan su aliento  y  también, casi como un castigo, para que no se las oiga . Condenadas y sentenciadas al silencio.

         García Márquez, “Gabo”, escribió aquello de “ El Amor en Los Tiempos del Cólera”. Pues ahora lo mismito. Pasa lo mismito. Lo mismo de ese precioso relato, escrito por ese premio nobel y que se llevó a la gran  pantalla dando lugar a una deliciosa película. En ella sus protagonistas, una entrañable pareja ya entrada en años, compartían su amor y su ternura en un viaje tranquilo y placentero que discurría rio abajo. En ese crucero fluvial que les debería haber  llevado a un destino cierto, compartieron miradas, susurros y sonrisas cómplice pero, aunque  sus rostros ya estaban arrugados, la pasión, el fuego interno que compartían, era fuerte, muy fuerte, intenso como la lava que emerge y brota de la erupción de un volcán. Pero el barco no pudo atracar. No pudo llegar al destino. No, no fue así. El cólera les confinó, no les permitió llegar al final previamente programado y tuvieron que vagar sin rumbo, rio abajo, rio arriba, durante un tiempo interminable, indefinible,  encerrados, enclaustrados en ese barco. Sí con amor pero, hasta cuándo? Mientras, en tierra todo se paró. Como ahora. Los niños no acudían al colegio y tampoco se podía ir al trabajo. Ni al bar de la esquina por miedo al virus, al bicho, a morir contagiado, al dichoso bicho. Del que no, del  que no se habla de otra cosa. Maldito bicho.

         Claro que no quiero contaminarme ni contaminar. Pero quiero vivir y salir, respirar el aire de la calle, no sólo el de mi casa. Y  además tengo que trabajar. Morir del Covi no sería agradable, pero peor aún sería hacerlo de hambre o de aburrimiento o de desilusión o de desidia.

         Con las cautelas justas claro, pero con las necesarias y coherentes, porque ya necesito oxígeno, no solo yo, creo que todos.  El mundo, también el de la cultura, precisa, como el de la hostelería y tantos otros gremios, respirar, vivir, retornar, mostrarse, trabajar, salir a la calle, porque el encierro se hace una losa insoportable, innecesaria, insufrible, criminal.

         Pero no me quiero despedir en tono triste, en plan deprimente. ¡No! De eso nada, todo lo contario. Así que abre la ventana para que entre el sol , el que da la luz. Permite  también que te inunde el aire fresco y comparte, como canta mi querido y entrañable Joan Manuel  Serrat, eso de que ” hoy puede ser un gran día plantéatelo así”.

 

                                                        quicopurriños, noviembre 2020


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