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sábado, 10 de octubre de 2020

ROMANCE JURÍDICO DE PABLO IGLESIAS

 

 

ROMANCE JURÍDICO DE PABLO

IGLESIAS

DAVID TORRES

Pablo Iglesias, Pablo Iglesias,

mejor no salgas de casa,

dicen que te andan buscando

dos togados de la causa,

guardias civiles con mazo,

justicieros por España,

magistrados sin fronteras:

Marchena, el juez, y Navajas,

también llamado fiscal

desde las altas instancias,

te están buscando las vueltas,

la coleta y las entrañas,

porque un vicepresidente

debe ser, como Soraya,

impecable y reluciente,

que limpie lo que haga falta

de la corona los brillos

y de Mariano la barba.

 

 

En Galapagar te quieren

entre insultos y pancartas

bien lejos, y te lo gritan

con una cacerolada:

"Coletas, vuelve a Vallecas

que es barrio de clase baja,

que no queremos paguita,

ni mugre, ni garrapatas,

ni diputados abstemios,

ni señores sin corbata.

Vuelve debajo de un puente

a dar ejemplo de casta,

que ibas a asaltar los cielos

y te has caído en las cloacas".

 

 

"Por culpa de una tarjeta

telefónica y chivata,

te ves en editoriales,

en opinión y en la página

de esquelas te vas a ver

con obituario y lápida,

sentenciado antes de tiempo

incluso en los crucigramas

como no dimitas pronto,

de ser posible, mañana".

 

 

Mira, Pablo, que te aviso

que está la cosa muy mala,

que la justicia este otoño

anda muy encabronada,

que el otro día soltaron

a Acebes y a media Bankia,

cuatreros de limusina,

bandoleros por la patria,

con los desfalcos intactos,

y a Rato el de la campana.

 

 

Ya lo dijo Alfonso Guerra:

que había estirado la pata

Montesquieu, aquel franchute

que hizo del poder tres patas,

que sería muy filósofo

y no sabía que en España

las tres patas son del banco:

legislativo a la carta,

el ejecutivo en cheques

y el judicial por la banca.

 

 

También dijo que no iba

a conocer esta España

la madre que la parió

y la conocen de espaldas,

en verano y en invierno,

sin etiqueta y en bragas,

con mascarilla y con guantes,

en Pekín y hasta en Uganda.

 

 

Anda, anda, Pablo Iglesias,

no me seas republicana,

cuídate del juez Marchena

y de ese fiscal, Navajas:

con esos nombres parece

que salieran de una banda

de Leone, el de los western

que nunca se terminaban,

o de un romance de Lorca,

otro que también cantaba.

 

 

¿Qué pensabas, Pablo Iglesias?

Pero tú ¿qué te pensabas?

¿Que iban a mirarte igual

que a los papeles de Bárcenas?

¿No ves que aquí todo el mundo

oye a Ana Rosa Quintana,

que escribe novelas rosas

en blanco y negro y erratas?

¿No ves que adoran a Amancio

Ortega, señor de Zara,

porque les gusta la ropa

china y deslocalizada,

con mano de obra infantil,

libre de impuestos, barata?

¿No ves que aquí las mujeres

siguen la moda eclesiástica

y nos gusta que a los toros

vayan con la minifalda?

¿Qué pensabas, Pablo Iglesias?

Pero tú ¿qué te pensabas?


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