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viernes, 4 de septiembre de 2020

M Ó V I L, por José Rivero Vivas

 Fuero de Rumor hialino:

Conforme el silencio generado a su respecto,

esta obra induce a pensar que en absoluto

complace cuanto en esencia sugiere. José.


Este Fuero encabeza la obra, no sólo el Preámbulo.. 

En la publicación está desaparecido.


Seguimos en contacto,.

Salud a todos, Pepe.

M Ó V I L

Preámbulo

 de

RUMOR HIALINO

Teatro en Verso

José Rivero Vivas

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Preámbulo de

RUMOR HIALINO

Teatro en verso- Inédito.

Obra: T.18 (a.104)

José Rivero Vivas

San Andrés de Abicor

Tenerife

Mayo de 2020

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José Rivero Vivas

M Ó V I L

 Preámbulo

de

RUMOR HIALINO

Teatro en Verso

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Vuelve el sol a brillar sobre los picos elevados de la cordillera, en ángulo opuesto al orto esplendente de un día otoñal. De la cima más alta se despeña el tránsfuga, tratando de obnubilar la huella de un predecesor altivo, puesto, en prevención, bajo cautela. Pese a ser el evento disparidad consignada, suena estrafalaria la descripción referida, ahora que el mundo ha sido reducido a equívoca pantalla de artefacto electrónico, canon dictado por el país soberano, ciegamente obedecido por sus émulos, que a su vez imponen su arbitrio en el reducido espacio, a ellos en gracia atribuido

Alelado en su designio, intenta proveer de fundamento su estima por el auspicio, aun tergiversado; luego, se arrepiente de su frágil embeleso, y, al margen de insinuante mesura, se hunde el proyecto, todavía en ciernes, antes de concebir su impronta en medio de la vorágine de esta afluencia condenatoria, avistada en lontananza, tras agitada contienda consigo mismo. Ello suscita, indefectiblemente, en el desasosegado escritor, la verdad señera, aun cuando parezca evolucionar hacia la insoslayable quimera de mendacidad encubierta.

La cámara oculta, sujeta a su celo, revela la presencia de tétricos presagios, como de estrangulamiento y degüello, cuyo contenido chirría en los oídos del indefenso autor; no obstante, este hombre no cesa de urdir frases inconclusas, cuya ingrata sintaxis pone de manifiesto su incapacidad de coherente expresión y lisura. Habrá, por consiguiente, de elevar el lenguaje, en pro de evitar coloquialismos, sin tachar en el proceso el vocablo idóneo, que haya de propiciar rasgo de veracidad al contexto.

Lo cierto es que, las circunstancias difieren de aquellas que le inspiraron el drama a diseccionar, lo cual le insta a elaborar su aportación de distinto modo a como preparaba la revisión de la obra, algún tiempo después de acabada. No es, sin embargo, habitual reseña literaria, relativa al hecho constatado del escrito, tributo austero en el estudio exhaustivo sobre la tenacidad de un prolífico creador, en cualquier género realizado, cuyo baremo incrementa el volumen de su producción.

Tendrá, sin demora, que hacer algo a este tenor, con objeto de no verse involucrado en intensa competición con su híspido entorno; así, cuesta arriba, en esta desacertada andadura, no logrará componer el fin destituido, que induce a enorme diatriba y resalta la supremacía de tanta dificultad acumulada. Pero, no ceja este hombre, a pesar de su frenético engendro evasivo, de promover cuánta idea forja en mente, y pasa la noche en profuso borroneo, hasta caer rendido antes de amanecer, cuando en lontananza se perfila la silueta del jinete, que impávido avanza, sobre la cresta del macizo, envuelto en la penumbra de la noche lunar.

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La intriga abrigada es relativa a la información sobre las Islas Canarias, antes de todo suceso posterior, momento en que comienza la cosecha de mitos, leyendas y datos históricos, cuya acción lo conduce al libro -publicado por Editorial Globo-, Historia de las Islas de África, de M. D’Avezac.

Después, sin pretensión de erudito ni versado en el tema, surgió en este autor la premura de hacer patente cuanto su imaginación fantaseaba respecto del códice apenas descubierto. Entonces tuvo el impulso de escribir esta obra, teniendo presente cuanto M. D’Avezac señala acerca de los posibles desprendimientos de montañas en el continente africano. Así que, sin más ambages ni reticencia en fraguar la trama, decidió situarla en el Valle de Abicor, estribaciones de Anaga, con distintiva subdivisión, que se inicia en la cumbre, prolongada hasta el Cabezo –hoy inexistente- que sugestivo orilla este lado del mar.

Una vez ubicado el espacio ambiental, faltaba asir el medio expresivo, con dubitación creciente entre lenguaje antiguo y moderno. Uno, limitaría la expansión de la obra; otro, entrañaba la duda de la ineludible opción, aunque solamente cita aquel de su uso y particularidad. Al cabo, eligió el verso, cual abiertamente lo intuye, por tratarse de “percepción, no de especificación”. Ello habría de proporcionarle destreza para obtener empírico albedrío, aun cuando el subrayado no propiciara justas coordenadas, respecto de cohesión y luminosidad.

Tras breve lectura en diagonal, algunos poemas pudieran aparecer como de diferente fecha y ajena enseña, puestos aquí, en ambigua antología, de distendido celo y significado efectivo; su aura, empero, se adapta perfectamente al instante concreto, propio asimismo del episodio teatral. Según madurado análisis, en cambio, se infiere que la suma del texto encaja perfectamente en el discurso de cada escena, lo cual atribuye nítido carácter a todos sus personajes, dentro del marco en que se desarrolla su ficcional existencia.

Espera el autor no haber incurrido en desafuero contra este país y su gente, a quienes con sinceridad admira y honora, de igual modo que atiende y llano pondera a todos los seres de la Tierra.

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José Rivero Vivas

Preámbulo

de

RUMOR HIALINO

Teatro en verso- Inédito.

Obra: T.18 (a.104)

San Andrés de Abicor

Tenerife

Mayo de 2020

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Tenerife

Islas Canarias

Septiembre de 2020

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