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lunes, 14 de septiembre de 2020

LUCHA DE CLASES

 

LUCHA DE CLASES

ANÍBAL MALVAR

Al final, era tan sencillo todo que se podía resumir con las tres viejas palabras de siempre: lucha de clases. Nosotros, los de la izquierda, no nos atrevemos a confesarlo, pues suena rancio y malévolo. Pero la derecha mediática ya se anda sin pudores: están haciendo la lucha de clases, aunque a la inversa. En 1789 se tomó la Bastilla, Ahora, los ricos salen a la calle en hordas y te toman la chabola al asalto para dársela al Banco de Santander. Lo dejaba bien claro este pasado miércoles mi querida Emilia Landaluce en su siempre brillante y aseada columna de El Mundo. Los Iglesias como los ricos, se titulaba la disertación, para que os vayáis haciendo una idea. Tras hacer un par de gracietas sobre el feminismo y el moño de Pablo Iglesias, sobre las fotos del vicepresidente con banqueros a los que trata educadamente sin comérselos vivos; tras manipular y denigrar una vez más con información falsa el asunto de las donaciones de los cargos electos de Podemos a causas sociales, Landaluce se quita la careta y todo lo demás y se ríe de esta simpática forma en las narices del lector recién desahuciado: "¿Y su requerimiento [de Podemos, de Los Iglesias] de subir la fiscalidad a los que más tienen? Humo... En realidad, a los ricos de verdad les da igual que les suban los impuestos. El dinero no tiene patria ni fronteras. Por eso a los que lo tienen no les importa irse a Portugal o a Bahamas con sus empresas si les suben los impuestos porque pueden permitírselo. Los de la lista Forbes pueden estar tranquilos. Con razón Pablo se ha dejado el moñazo...".

 

El neoliberalismo no se conforma solo con haber desmontado la sanidad, la educación, la dignidad, los derechos laborales, el acceso a la cultura... El neoliberalismo, una vez logrado todo eso, tiene la necesidad también de reírse en la cara del obrero vencido. De rematarlo con una dosis de cachondeíto: si nos subes los impuestos a los ricos, nos vamos a las Islas Caimán. Y aquí no hablan de patriotismo ni de enormes banderas. Aquí todo vale. "A los que realmente se les aplica una subida es a las clases medias y a las que tienen un duro o un piso en propiedad en el centro de cualquier ciudad", nos resume Landaluce con su descocada pluma de pavo real. Y lleva toda la razón. Así es. Y estos palmeros de los evasores fiscales son los mismos que nos dicen que hay proteger al oligarca porque crea puestos de trabajo. En las Islas Caimán, o sea. La internacional era esto.

 

En sintonía con sus queridos evasores fiscales, nuestros viejos periódicos se están comportando estos días como evasores informativos. Siguen dando la peta con la chorrada de la tarjeta de Dina Bousselham mientras tenemos un rey exiliado por chorizo y al ex presidente Mariano Rajoy acosado por su montaje parapolicial. Prioridades. Seguro que Rajoy ya tiene preparada una vía de escape hacia un país sin leyes de extradición donde la gente hable su lengua, cosa, por otra parte, dificilísima.

 

Las clases altas siempre se han beneficiado de hooligans pobres que defienden por ellos sus intereses, que mueren por ellos en las batallas, que se exponen a improbables multas y probables reprobaciones sociales por montar revolucioncitas cerveceras ante los chalets de Galapagar. Son la carne de cañón voluntaria del capitalismo. Los que se escandalizan porque un diputado de izquierdas cobre tres mil euros y sonríen complacientes cuando al ex senador Bárcenas o al rey emérito le aparecen tropecientos millones en una cuenta suiza. Son los nuevos esclavos. Hijos de la ignorancia y la violencia. Estúpidos que, una vez utilizados, serán arrojados al fango, como lo han sido el fiel Villarejo y el pobre Bárcenas, en otro nivel.

 

Para terminar el vodevil, uno solo anhela que un día de estos se difunda un wasap de Pablo Casado con estas palabras: "Mariano, sé fuerte".


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