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sábado, 5 de septiembre de 2020

CAIXABANKIA

 

CAIXABANKIA

JUAN CARLOS ESCUDIER

Se felicitan el mundo del dinero y los analistas del mundo de dinero por la inminente fusión de Caixabank y Bankia, aunque si la boda hace a alguien inmensamente feliz es a la parte socialista del Gobierno que, en palabras de Sabina, no es que pierda a una hija, la de Goirigolzarri, sino que gana un cuarto de baño. El enlace, como ya sabrán, creará la mayor entidad financiera española por activos y responde, según se dice, a la urgencia de sanear balances para hacer frente a la crisis y al horizonte de tipos de interés negativos que las entidades tienen por delante. Todo ello gracias al ahorro de costes y las famosas sinergias.

 

¿Que qué son las sinergias? Pues la unificación de los servicios centrales y el cierre masivo de sucursales duplicadas con la consiguiente pérdida de miles de puestos de trabajo. Algunas estimaciones hablan de hasta 10.000 despidos, que serán el tributo a pagar para que el matrimonio se consume. De ahí que sorprenda que uno de los primeros en dar la enhorabuena a los contrayentes sea el secretario general de CCOO de Servicios, José María Martínez, para el que la fusión es una  "operación muy interesante y oportuna", con "lógica empresarial", "de alcance en términos estratégicos de país" y "un factor económico-financiero de integración y cohesión territorial". Martínez pide, aunque sea para disimular, que para la limpia se apliquen "criterios laborales responsables, acordados y no traumáticos", o, lo que es lo mismo, que se indemnice bien a los que se vayan al paro. Este es el nivel del sindicalismo actual, amigos.

 

Las operación acaba con la pretensión de edificar en torno a Bankia -de la que el Estado pose el 61% tras la inyección de 22.000 millones del dinero de todos- una banca pública como contrapeso al oligopolio financiero, algo que ya se aparcó en el programa del Gobierno de coalición porque reproducir aquí lo que ya ocurre en Alemania con la VÖB, en Francia con la Caisse de Dépôts o la Banque Postale, en Suiza con sus bancos cantonales, en Países Bajos con el Banco Nederlanse Gemeenten, en Italia con la Banca Posta o la CDP y en Suecia con Nordea hubiera sido comunista, populista y bolivariano.

 

Lo inaplazable era que el Estado saliera a toda costa del sector financiero y, como lo de vender paquete de acciones a precio de derribo no era una opción, se ha impulsado esta vieja operación que ni siquiera puede presumir de ser la más rentable. Lo era la de Bankia con el Banco de Sabadell y lo hubiera sido la de Bankia con el BBVA, con sus directivos enfangados en el caso Villarejo, y que parece que fue un opción que se consideró en el Gobierno para librarse de una tacada de su ‘marrón’ y complacer al PNV, que suspiraba por recuperar el aliento vasco y de Neguri del banco con Goirigolzarri al frente del invento.

 

A los precios actuales, la ecuación de canje de la fusión de Caixabank y Bankia dejaría todavía al Estado como propietario de un 14% de la entidad resultante, con la Fundación La Caixa como primer accionista con cerca de un 30%. Nada más conocerse las negociaciones para un enlace que se lleva fraguando en secreto desde hace semanas, desde el Ministerio de Nadia Calviño emitía un comunicado haciéndose de nuevas: "El FROB la analizará con completa objetividad desde la perspectiva de generación de valor y optimización de su capacidad de recuperación de ayudas".

 

Llama la atención que sin conocerse aún los detalles de la operación o de si esta incluirá alguna fórmula que permita de saque algún resarcimiento al Estado ya se dé por sentado que Goirigolzarri ocupará la presidencia y que Gonzalo Gortázar será el consejero delegado. Lo primero es lo primero. ¿Los despidos? Bueno, eso ya se verá cuando toque.


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