CAIXABANKIA
JUAN CARLOS ESCUDIER
Se felicitan el mundo del dinero y los analistas del mundo de dinero por la inminente fusión de Caixabank y Bankia, aunque si la boda hace a alguien inmensamente feliz es a la parte socialista del Gobierno que, en palabras de Sabina, no es que pierda a una hija, la de Goirigolzarri, sino que gana un cuarto de baño. El enlace, como ya sabrán, creará la mayor entidad financiera española por activos y responde, según se dice, a la urgencia de sanear balances para hacer frente a la crisis y al horizonte de tipos de interés negativos que las entidades tienen por delante. Todo ello gracias al ahorro de costes y las famosas sinergias.
¿Que qué son las
sinergias? Pues la unificación de los servicios centrales y el cierre masivo de
sucursales duplicadas con la consiguiente pérdida de miles de puestos de
trabajo. Algunas estimaciones hablan de hasta 10.000 despidos, que serán el
tributo a pagar para que el matrimonio se consume. De ahí que sorprenda que uno
de los primeros en dar la enhorabuena a los contrayentes sea el secretario
general de CCOO de Servicios, José María Martínez, para el que la fusión es una "operación muy interesante y
oportuna", con "lógica empresarial", "de alcance en
términos estratégicos de país" y "un factor económico-financiero de
integración y cohesión territorial". Martínez pide, aunque sea para
disimular, que para la limpia se apliquen "criterios laborales
responsables, acordados y no traumáticos", o, lo que es lo mismo, que se
indemnice bien a los que se vayan al paro. Este es el nivel del sindicalismo
actual, amigos.
Las operación acaba
con la pretensión de edificar en torno a Bankia -de la que el Estado pose el
61% tras la inyección de 22.000 millones del dinero de todos- una banca pública
como contrapeso al oligopolio financiero, algo que ya se aparcó en el programa
del Gobierno de coalición porque reproducir aquí lo que ya ocurre en Alemania
con la VÖB, en Francia con la Caisse de Dépôts o la Banque Postale, en Suiza
con sus bancos cantonales, en Países Bajos con el Banco Nederlanse Gemeenten,
en Italia con la Banca Posta o la CDP y en Suecia con Nordea hubiera sido
comunista, populista y bolivariano.
Lo inaplazable era
que el Estado saliera a toda costa del sector financiero y, como lo de vender
paquete de acciones a precio de derribo no era una opción, se ha impulsado esta
vieja operación que ni siquiera puede presumir de ser la más rentable. Lo era
la de Bankia con el Banco de Sabadell y lo hubiera sido la de Bankia con el
BBVA, con sus directivos enfangados en el caso Villarejo, y que parece que fue
un opción que se consideró en el Gobierno para librarse de una tacada de su
‘marrón’ y complacer al PNV, que suspiraba por recuperar el aliento vasco y de
Neguri del banco con Goirigolzarri al frente del invento.
A los precios
actuales, la ecuación de canje de la fusión de Caixabank y Bankia dejaría
todavía al Estado como propietario de un 14% de la entidad resultante, con la
Fundación La Caixa como primer accionista con cerca de un 30%. Nada más
conocerse las negociaciones para un enlace que se lleva fraguando en secreto
desde hace semanas, desde el Ministerio de Nadia Calviño emitía un comunicado haciéndose
de nuevas: "El FROB la analizará con completa objetividad desde la
perspectiva de generación de valor y optimización de su capacidad de
recuperación de ayudas".
Llama la atención
que sin conocerse aún los detalles de la operación o de si esta incluirá alguna
fórmula que permita de saque algún resarcimiento al Estado ya se dé por sentado
que Goirigolzarri ocupará la presidencia y que Gonzalo Gortázar será el
consejero delegado. Lo primero es lo primero. ¿Los despidos? Bueno, eso ya se
verá cuando toque.
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