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lunes, 10 de agosto de 2020

URGENCIA DE UNA RUPTURA


 

URGENCIA DE UNA RUPTURA

EDUARDO SANGUINETTI,

FILÓSOFO Y POETA.

Creo que les agradaría, tal vez, no leer mi mensaje de lo indecible, pero no puedo dejar de hacer mención del poder de los infames, de las bestias genocidas, de la justicia criminal, de la cobardía de la clase media burguesa, de la hipocresía de los organismos internacionales que simulan «bregar por la paz» y la «armonía», de la estafa y fraude de las corporaciones de medios del mundo, medios obscenos, que impulsan y justifican el estado de guerra permanente instalado en este pobre planeta degradado, habitado por millones de seres temerosos, en estado de indigencia, pobreza mental y física.

 

La humanidad se está cocinando un porvenir con los miembros paralizados, los nervios destrozados y la cabeza congelada… en Argentina, símbolo de la decadencia y el quiebre total y absoluto de un país, podemos apreciarlo en magnitud superlativa…

 

Hago mención también de cárceles hacinadas de presos sin sentencia ni proceso, las torturas elevadas a categoría de ley y las neuralgias sociopolíticas simuladas. ¡Ah! y no olvido a los distribuidores de premios a la paz y la solidaridad, en nombre de la hermandad de todos los hombres: Academias escleróticas que existen para justificar la ubicuidad de ausencia de sentido vital en este mundo que ya no se comprende.

 

¿O bien debo hacer un discurso de agradecimiento? O dedicar unas palabras a los intelectuales patisserie de ONG, los aplaudidores seriales de íconos inventados para entretener a la gilada, a los mercaderes de personas, armamentos y drogas, a las top models escort de hoteles 5 estrellas, al tráfico de seres humanos, mercadería de intercambio de la imagen y cultura de la actualidad, a los notorios periodistas-conductores mercenarios, que llegan a la noticia cuando todo ha pasado o simplemente la inventan, a los empresarios que se legitiman en la estafa, a la irreflexión y la bajeza, a la vejez como horror ejemplar, al suicidio de los pueblos.

 

No hago más que arrojar algunas palabras: aislamiento, genocidio, degeneración, vulgaridad, prostitución… Hago hincapié en el espectáculo de la existencia que un día en un solo instante, en el instante decisivo, arrojará al hombre al espejo que ya no reflejará su imagen.

 

No hablo de imperios en putrefacción, ni de religiones, ni de repúblicas estúpidas, ni de tratados entre naciones, ni de amor a la patria, ni de abyecta neutralidad, pero no puedo evitar sonreír ante quienes gobiernan este mundo o los poderosos de turno. Pienso que no hay nada que exaltar, mucho que condenar. ¡Qué horror!: una humanidad que no sospecha nada, hombres con simplicidad, cierta bajeza y la pobreza de sus necesidades. Todo es prehistoria altamente filosófica e insoportable. Los siglos son pobres de espíritu, los componentes de la brutalidad más intransigente son necesidad cotidiana. La vida hoy es desesperación en que se apoyan reflexiones religiosas, productoras de Evangelios con activos incorpóreos.

 

Instrumentos de la decadencia, criaturas de la agonía, todo es claro, nada se comprende. La resurrección de dioses y demonios crece cuando aumenta la incertidumbre. En ella afloran al mismo ritmo todo tipo de creencias y descreencias, que nacen en su propio ocultamiento, del mismo modo que los desastres ecológicos, la extensión de un apocalipsis, se sustenta en siglos y siglos de valores que contemplan y predestinan holocaustos cotidianos frente a los que la indolencia de esta civilización, que descree lo que supone superado, convirtiéndose en cómplice de los delitos que se perpetran minuto a minuto, en nombre del entendimiento y el ensimismamiento de la diferencia en relación.

 

La realidad se transformó en sujeto del destino, mientras el sujeto es apenas su objeto: absoluta crisis de lo absoluto. Paralizados en la anarquía de la página, el origen cierra sus puertas, y la tierra de nadie recoge el desperdicio de restos humanos, que respiran la atmósfera podrida de este tercer milenio, apestado de Covid-19 y otros virus que acechan... nada es lo que la corpo de medios afirma que 'es', desde la base de datos que almacenan la existencia de la humanidad toda, se espía se sigue se conspira contra la esfera privada, ya inexistente... la humanidad parece le agrada ser custodiada en nombre de la seguridad que le ofrece el sistema a cambio de su libertad, término vacío de significado en este presente distópico.

 

Deviene manifestar, que por todo lo expresado, soy un iconoclasta, y de manera coloquial deseo aclarar, que me refiero como tal a aquella persona que va en contra de lo establecido por el sistema y cuyo comportamiento es contrario a las normas, modelos, estatutos de la sociedad actual o a la autoridad de funcionarios dentro de ésta. En este sentido, el iconoclasta es una persona que reacciona críticamente a su realidad, de actitud controversial y revolucionaria, sin que esto se asimile a un perfil negativo de la persona que se asimila en verdad y libertad a esta categoría. Un iconoclasta, en su sentido original, es una persona que se opone al culto de imágenes.

 

Y cual sinonimia asimilo la heterodoxia a mi ser y estar, pues no me asimilo, ni sigo doctrinas y opiniones vetustas, que toman carácter de dogmas irrefutables. Deviene de lo antedicho, en que me haya convertido para la comunidad en un disidente a lo establecido. He ahí la razón puntual por la que el sistema intolerante y esclerótico, conformado por seres sin libertad de conciencia ni de expresión, con opiniones obligatorias y tendencias establecidas como modelo de vida anquilosante, tienda a silenciarme de manera permanente y torpe, grosera y violentamente… marginarme y eliminar mi obra, excluyéndome, ignorándome y censurándome… tácticas y estrategias mnémicas, de las denominadas culturas ‘cultivadas’, conformadas por seres que hacen de la ortodoxia un culto y de la hipocresía un modo de vida.

 

(*)Filósofo y poeta.

 

 

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