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miércoles, 5 de agosto de 2020

DEMOCRACIA "LUMPEN" PROCEDIMENTAL

DEMOCRACIA "LUMPEN" PROCEDIMENTAL

EDUARDO SANGUINETTI,

FILÓSOFO Y POETA.

El concepto de democracia como portadora de valores dice representar: igualdad de oportunidades, derechos humanos, libre expresión, igualdad ante la ley. Hoy absolutamente desvirtuada, incluso instalada en antípodas al concepto original, podríamos hablar en este tiempo de una democracia lumpen, término que en alemán deriva de lump que significa canalla, rufián, piojoso.

Pero, por otro lado, muestran a las claras que no existe una teoría unificada de la democracia; nombres como Rousseau, Burke, Paine, Hamilton, Tocqueville et alia son expositores incuestionados y no concordantes entre sí.

 

Esta carencia, esta falta de una teoría de la democracia no ha sido hasta ahora, suficientemente puesta de relieve. Ello permitió, como sucedió con los gobiernos marxistas o las diferentes dictaduras en nuestra América, que los regímenes antidemocráticos se hayan aprovechado de esta falta de una teoría unificada de la democracia para presentarse como tales. Sea como democracias populares en el caso del socialismo o el peronismo, sea como democracias simuladas tal el gobierno de Mauricio Macri, un digno ejemplo de un presidente lumpen.

 

Mucho se ha escrito acerca de los rasgos diferenciales de las dos concepciones de democracia: la liberal y la comunitaria, y creo no vale la pena abundar en ello. Pero hay algo en lo que ambas coinciden, más allá del sistema electoral: un hombre un voto: un voto “obligatorio” (aberración que esclaviza al ciudadano harto de corruptela a concurrir a las urnas a votarse a sí mismo pues la oferta de candidatos es espantosa, y una pena caerá sobre él si así no lo hace), y es que ambas predican la realización, la plasmación de valores tales como la soberanía popular, derechos humanos, igualdad de oportunidades, libre expresión, etc.

 

Y estos valores han sido causa de grandes luchas políticas en busca de su implementación. Pues bien, asistimos a un cambio sustancial del concepto de democracia, ella dejó paulatinamente de lado ese núcleo vital de valores a preferir, para reducirse a una maquinaria de gobierno, a una democracia procedimental. Ya no más predicación de valores, que supone preferir lo sustancial y posponer lo aleatorio. Para esta nueva democracia sólo vale que el procedimiento sea coincidente con el sistema de normas.

 

La corrupción que pulula por todas partes se produce cuando el sistema normativo cae en desuso. Nos hemos transformado en sociedades anónimas. No interesa ya que 20 millones de argentinos o 200 millones de iberoamericanos o toda el África subsahariana vivan debajo de la línea de pobreza, lo que interesa es que el “procedimiento democrático” se cumpla. Esto es la democracia reducida a maquinaria procesal.

 

La democracia “lumpen” procedimental que carece de todo contenido ético a la que no interesa la defensa de ningún valor, salvo la coherencia con las normas del sistema de poder, asimilada al término “lumperei”, que significa canallada, piojería. Ahora bien, si esas normas, por diferentes causas, conllevan un contenido injusto, anti-ético o perverso ello no interesa, porque la democracia lumpen procedimental no hace, como lo hacían sus predecesoras, la liberal y la comunitaria, predicación de contenidos éticos. Esta democracia es a la política lo que la filosofía analítica es a la filosofía dado que a esta corriente filosófica lo que le interesa es la consistencia de los enunciados y no su contenido de verdad o falsedad. No hace predicación de existencia.

 

La democracia se limita a un simple procedimiento, es un formalismo que, eso sí, hay que cumplir a rajatabla. Como el dogma es que al poder sólo se accede por el voto, el cómo se consiga, no interesa. La conservación del poder se realiza a través de una reelección perpetua con constituciones ad hoc, el cómo se logre, no se cuestiona.

 

Asistimos en nuestros días a la despersonalización de la política. Los políticos son reemplazados rápidamente por los tecnócratas al estar la política subordinada a la economía. Y los tecnócratas, esto es, los políticos lumpen procedimentales, no tienen pasado en el campo de lo político. Al menos el político tradicional tenía que dar a su clientela política alguna explicación de sus actos, el tecnócrata no da razones, sólo beneficios a quien le paga. Los grandes actos de corrupción de estos últimos años en Argentina, fueron llevados a cabo por tecnócratas que asesoraban a los políticos lumpen procedimentales.

 

Para el neoliberalismo lumpen procedimental no tiene importancia la inclusión de las mayorías en el mercado de trabajo ni de consumo. Su lógica es la de la exclusión y así, descarta mano de obra y mayores de consumidores. No le interesa generar mayores fuentes de trabajo -que siempre traen problemas y costos- sino, concentrar dinero en menor número de consumidores, que compensan con sus abultadas compras el mayor número de clientes, antes buscados.

 

En la democracia lumpen procedimental de nuestros días esta lógica de la exclusión funciona concentrando el poder político y económico en muy pocas manos. Así los funcionarios lumpen cuando renuncian o son renunciados no se retiran, como antaño, a sus casas, sino que son reubicados en otros puestos. La concentración de poder y riqueza destruye rápidamente la clase media creando una sociedad de dos velocidades: los muy ricos y los muy pobres, cumpliéndose así el principio que dice: a mayor privatización de la riqueza, mayor socialización de la pobreza.

 

En la democracia procedimental, el estado, vaciado de todos sus aparatos de poder, vía privatización de las empresas públicas, vía anulación de sus reparticiones, dejó de lado los tres principios que lo constituían: la idea de bien común como principio de finalidad; la idea de solidaridad como principio de integración y la idea de subsidiariedad como principio supletivo.

 

Quedando así reducido a simple “regulador de los contratos jurídicos y a represor de los sectores descontentos”. No llega ni siquiera, como en el antiguo capitalismo liberal, ha estado gendarme que garantizaba la seguridad de las personas y la propiedad privada. Hoy la seguridad es “cosa privada” y la propiedad privada está “socializada en barrios privados”, esos castillos modernos sitiados por barrios paupérrimos.

 

Jean Jacques Rousseau, teórico indiscutido de la democracia liberal, escribió dos suplementos al Contrato Social referidos a la forma de gobierno que deberían darse Polonia y Córcega, en los que hace hincapié sobre la importancia que debe otorgársele a la historia, las costumbres, la economía y la educación de cada pueblo antes de establecer cualquier maquinaria de gobierno. Esto no sólo no ha sido tenido en cuenta por el liberalismo político sino, lo que es más pernicioso aún, es absolutamente ignorado por la democracia lumpen procedimental.

 

Este desarraigo brutal del régimen político por antonomasia de nuestros días provoca contradicciones tremendas que se manifiestan como injusticias flagrantes y permanentes ante la cual a los perjudicados, que son las grandes mayorías, sólo les queda la resignación o la reacción violenta.

 

Existe también una tercera vía, mucho más árida, lenta y esforzada que es trabajar en la formación de cuadros políticos munidos de convicciones axiológicas. Una tarea eminentemente metapolítica.

 

(*) Filósofo y poeta

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