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miércoles, 29 de julio de 2020

LA CHUECA ANDALUSÍ


LA CHUECA ANDALUSÍ
ANA SHARIFE
Hubo en la Córdoba Omeya un barrio rico y distinguido habitado casi exclusivamente por homosexuales. Estaba situado en una zona de huertas, cerca del molino de la Albolafia y la mezquita principal, a mano de los centros de poder, junto al puerto fluvial y el puente romano (zona de intercambios), lindando con la muralla en la ribera derecha del Guadalquivir. En Derb Ibn Zaydun el amor entre hombres volaba por las laberínticas callejuelas y la sexualidad se vivía con total libertad, escapando a todo control humano.



La homosexualidad y el lesbianismo era consentido bajo la tolerancia coránica hacia el erotismo y el placer sexual, se cantaban los placeres del vino y la embriaguez pese al reproche de alguna escuela jurídica, y en toda Al Ándalus florecía la poesía homoerótica (mudakarat). Mientras “el reino visigótico se caracterizó por una fuerte oposición a estos comportamientos sexuales, castigados con la castración y el exilio”, escribe Alejandra Agustina en Homosexualidad en Al Ándalus, con la dinastía Omeya (siglo VIII) y el fin de la dominación visigótica, se empezó a hablar libremente del tercer sexo. El propio Avicena (siglo X), médico persa de enorme autoridad en todo el mundo árabe, decía que la sexualidad homosexual, lésbica y heterosexual eran la misma.

Las antologías de poesía medieval de todas las capitales árabes muestran la misma corriente de poesía homoerótica que se encuentra en Córdoba, Sevilla o Granada. Al Ándalus, que ocupaba una mayor extensión que la actual Andalucía, “se constituiría como civilización refinada y cosmopolita desde el siglo VIII al siglo XIII, e incluso se mantendría parcialmente hasta el siglo XVI en el reino de Granada”.

Abderramán I (Palmira, 731-Córdoba, 788) “tenía un sentido ecuménico de la vida, y cuando entra triunfante en Córdoba con su espléndido caballo blanco, libera de la esclavitud a una visigoda a la que desposó y fue la madre de Hisham I”, señala Manuel Francisco Reina en el estudio preliminar de Antología de la Poesía Andalusí (2007). Con Abderramán II (Toledo 792- Córdoba, 852), el árabe llega a superar al latín. “Aquel emir iniciaría una inmensa biblioteca, para la que encargó le trajeran de Oriente los ejemplares más interesantes y de mayor aportación al saber, atrayendo a Córdoba a los más ilustres sabios de su época”.

Córdoba se convirtió en una de las capitales mundiales con mayor relieve social y cultural. “En dimensiones, servicios, cultura y economía, no tenía rivales en Europa occidental, y en Oriente solo Constantinopla podía parangonársele”, escribió el historiador estadounidense Stanley Payne en La España medieval (1985). Fue la primera ciudad de la península con las calles pavimentadas y alumbrado público nocturno, que se distribuía mediante una red perfectamente organizada, y alcantarillado (Francisco Azorín), y su topografía se puede estudiar a través de sus almunias, molinos y sus 96 fuentes árabes (Jesús Zanón). La monja alemana Roswita von Ganderheim diría maravillada en el siglo X,: “Córdoba, joya brillante del mundo, celebrada por sus delicias”.

A la antigua Chueca andalusí se le llamó Derb Ibn Zaydun, en honor al mayor poeta neoclásico de Al Ándalus, quien había concebido el amor como una religión

La obra de los peregrinos, eruditos y científicos europeos, relataban fascinados la naturalidad de la homosexualidad entre los refinados musulmanes y la aristocracia judía de la Córdoba de Al Ándalus, la suntuosidad de los edificios públicos, la abundancia de bibliotecas y colegios, incluso la comodidad y limpieza de sus jardines y 600 baños públicos. En el siglo X, “la Granada zirí era el centro de cultura aristocrática y distinguida que involucraba junto al individualismo romántico una exploración intensa de todas las formas de sexualidad liberales, bisexualidad y homosexualidad”, señalan los antropólogos Stephen O. Murray y Hill Roscoe en Aspectos de la cultura judaica en la Edad Media.

A la antigua Chueca andalusí se le llamó Derb (camino) Ibn Zaydun (Córdoba, 1003-Sevilla, 1071), en honor al mayor poeta neoclásico de Al Ándalus, quien había concebido el amor como una religión. Zaydun se convirtió en el favorito del emir de Córdoba y en ministro con el último abadí de Sevilla, Al Mutamid, un rey taifa que gobernó con tan inteligencia y elevada sensibilidad estética que en su reinado la cultura floreció y la poesía sevillana adquirió un nuevo grado de exquisitez y belleza formal. Junto a Ibn Ammar de Silves (el Abenamar de los cristianos) gobernarían Sevilla los amantes, como rey y ministro.

La obra El círculo de los muchachos en blanco (2001), de Magdalena Lasala, recrea las vivencias de un grupo de adolescentes estetas y estudiosos que durante el tercer califato de la dinastía Omeya vivía en dicho arrabal, en un tiempo en que el espíritu era cultivado con el mismo esmero y cuidado que una campiña. Entre aquellos jóvenes se encontraba el historiador y “padre de la religión comparada”, Ibn Hazm (Córdoba 994-1064), autor de El collar de la Paloma, una de las obras más original y completa jamás escrita, y una verdadera joya de la literatura andalusí.

Reina señala en su Antología que El collar “recoge una detallada visión de la tolerancia del Al Ándalus y supone una valiosa fuente de información social, política y urbanística de la Córdoba de época califal, así como una inigualable antología de poesía amorosa (diwan) andalusí, empedrada de composiciones elegantes y refinadas”. Una obra donde “el amor heterosexual se intercala con historias de hombres que se enamoran de otros hombres”. Para el poeta el amor sería una especie de naturaleza, “lo que los musulmanes llaman al-iftitān bi-l-suwar (trastorno del alma)”.

Fiestas de vino y poesía

No lejos de la Puerta Osario (Puerta de los Judíos durante el período andalusí) había un jadín donde bajo la noche estrellada se celebraban fastuosas fiestas y certámenes de poesía. Acudía la gente más cultivada del momento, maestros espirituales y mozárabes cristianos, intelectuales judíos y musulmanes –entre ellos, el visir de Badajoz al-Qabturnuh, o lbn Jáqán, secretario del gobernador de Granada–, amantes del verso y el vino, que tenía sus ritos para beberlo, y sus distintas clases de copas y jarras y modos de escanciarlo.

En la Córdoba andalusí hubo una docena de romances memorables entre mujeres, “habiéndose perdido un destacado Tratado sobre el lesbianismo del sIX”

A estos encuentros también asistían poetisas. En la Córdoba andalusí hubo una docena de romances memorables entre mujeres, “habiéndose perdido un destacado Tratado sobre el lesbianismo (Kitab al-Sahhakat) del siglo IX, y trabajos posteriores sobre erotismo árabe lésbico”. La mayor parte de la literatura andalusí se destruyó a manos de los conquistadores, como la gran quema ordenada por el cardenal Cisneros, con la que ardió parte de la memoria de Al Ándalus, poco después del destierro de los judíos.

“A los cristianos del resto de Hispania les escandalizaba el libertinaje andalusí, especialmente el homosexual, al que consideraban una enfermedad contagiosa e incurable”, escribe Reina. “Un torrente de pasiones sexuales y hedonistas similar al mundo griego y romano”, sin entender que “en Al Ándalus, homosexualidad y devoción religiosa estaban combinadas. Una experiencia mística con Dios en términos eróticos de la que beberían también los místicos castellanos”.

A las citas poéticas accedían efebos y esclavas no concubinas, liberadas del velo y el harem, que en el amor eran libres. La sodomía impuesta, sin consentimiento, es decir, la violación, era castigada por la autoridad y atacada y ridiculizada por los propios poetas.

Te abrazaba la cintura tierna,
bebía de la boca agua clara.
Yo me contentaba con lo permitido,
pero tú querías aquello que no lo es.
Expondré aquello que ocultas:
¡Oh gloria de la caballería!
Defendiste las aldeas,
pero violaste a las personas

El islam andalusí consideraba necesario que la persona amada (ya fuese sirviente, esclavo o cautivo) tuviera la libertad de otorgar su amor

El islam andalusí consideraba necesario que la persona amada (ya fuese sirviente, esclavo o cautivo) tuviera la libertad de otorgar su amor, y estos asumían, tanto en la literatura como en el mundo real, el papel de señores y dueños de sus amantes. “Este recurso refinado de sublimación neoplatónica y ambigua castidad, llamado amor udrí, daría comienzo con el jurista y literato persa Ibn Dawud y su Libro de la flor, de quien los andalusíes (judíos, musulmanes y mozárabes cristianos) aprendieron las reglas del juego del amor cortés, que se asemeja al romanticismo de caballerías de la Europa cristiana”, señala Rubiera Mara en La poesía árabe clásica en al-Andalus: época omeya (1992).

El lord Byron andalusí

Al amparo de la dinastía Omeya, florece la obra de cientos de autores de enorme magisterio, entre los que citaremos tres que hacían gala de su homosexualidad (o bisexualidad) y destacaron por su aportación y el atrevimiento de su lírica. Como Ibn Šuhayd (Códoba, 992-1035), un lord Byron andalusí que “cultivó los géneros modernistas y se convirtió en uno de los más grandes líricos y filólogos de Al Ándalus”.

Nuestra borrachera era tan grande

que nos empeñamos en hacer lo prohibido;

arrojamos al suelo nuestros bonetes

y arrastramos los cabos de nuestros turbantes.

Su teoría y crítica literaria Epístola de los genios es una obra maestra y, a su vez, “una antología de los poetas en árabes que le precedieron, en forma de un viaje sobrenatural, semejante a la Comedia de Dante”, escribe Miguel Pérez Rosado en La época Omeya. Historia de las literaturas hispánicas. “Se le asocia con el estoicismo senequista por su poesía culta y original, donde muestra un espíritu crítico e inconformista, en contra de lo establecido”. Su cuerpo sería enterrado al lado de su amante el visir y también poeta al-Zayyalĩ. “Jamás se vio, junto a la tumba de una persona, tanto llanto y tanta lamentación como se vieron junto a la suya”, describiría lbn Bassám.

Los poemas del judío converso Ibn Sahl (Sevilla 1212-1251) eran de tal belleza que aparecen en Las mil y una noches. Su obra se cantó en todos los confines del mundo islámico como ejemplo de poesía amorosa. Cuando Sevilla fue tomada por Fernando de Castilla, en 1248, Ibn Sahl tuvo que abandonar la ciudad. Sus versos gozaron tanto del aprecio del gobernador almorávide ceutí Ibn Khallas que lo convirtió en su secretario. Cuando murió en un naufragio, el gobernador exclamaría “la perla ha vuelto al mar”. La antología de Ibn Sahl contiene ejemplos de la más refinada poesía andalusí, casi exclusivamente homoerótica, dedicada a un muchacho judío a quien amaba hasta la locura.

Has cortado mis noches con la espada del insomnio

hasta el punto que se han convertido,

mirada de tus ojos negros, en un esclavo ladrón.

Elegante, irreverente y tremendamente atractivo, Ibn Quzman (Córdoba 1080-1160) se alejó de las corrientes clásicas, de las casidas y los cánones del verso clásico árabe, llevando a su más alto nivel el zéjel (un tipo de moaxaja), un estilo sin remilgos y profuso en situaciones eróticas que celebraban el vino, la fiesta y el amor hacia mujeres y hombres. Su obra está recogida en la traducción que hizo el filólogo y arabista Emilio García Gómez de su obra completa Todo Ben Quzman (1972).

Es necesario recordar que, en 1927, el gran mecenas y bibliófilo aristócrata egipcio Ahmad Zaki Pasha le entregó a un jovencísimo García Gómez un importantísimo manuscrito de poesía bajo el nombre Libro de las banderas de los campeones, del poeta andalusí Ibn Sa‘id. Traducirlo constituyó la base de su conocimiento de la poesía andalusí y de su primer gran éxito editorial, los Poemas arabigoandaluces (1930), de enorme influencia e inspiración en Lorca.

Harenes masculinos

Córdoba, Sevilla y Granada tenía harenes masculinos consentidos por sus reyes y califas, algunos abiertamente homosexuales, como Abderramán III (Córdoba, 891- 961) y Alhakén II (Córdoba, 961-976), quien murió en brazos de su eunuco preferido, además de por visires y soberanos nazaríes, o el último rey de la taifa de Granada, Abd Allah, un hombre pacífico e impresionable, nada aficionado a las mujeres. Claudio Sánchez-Albornoz, en unos de sus ataques de homofobia llegó a decir que “sin la reconquista, habría triunfado la homosexualidad, tan practicada en la España mora”.

Córdoba se convertiría en la Atenas de Occidente con Abderramán III. Su figura como soberano es recordada por los historiadores como la más tolerante de su dinastía

Sin embargo, en los harenes, salones de carácter privado y cuidadosamente custodiados, se concentraban también los planes militares y las estrategias políticas de los Estados y reinos (“harenes políticos”). Incluso refiriéndose a la Sevilla del siglo XII, un importante tratado del jurista sevillano Ibn Abdūn señalaría que los espacios de libertinaje más frecuente eran “los baños públicos” y “las iglesias cristianas”, pobladas de sacerdotes “libertinos, fornicadores y sodomitas” (Sevilla a comienzos del siglo XII: el tratado de Ibn ʻAbdūn,una herramienta indispensable para el estudio de la sociedad de Al Ándalus).

Córdoba se convertiría en la Atenas de Occidente con Abderramán III. Su figura como soberano es recordada por los historiadores como la más tolerante de su dinastía. El califa crea la primera academia de medicina en toda Europa, una universidad y una escuela de traductores del hebreo y del griego al árabe. Funda 70 bibliotecas públicas y llegan a Córdoba, desde las naciones más alejadas, estudiosos, copistas y libreros, convirtiéndose la capital en el cerebro del mundo.

Sin embargo, fue Alhakén II (Códoba 915- 976) el mejor de los reyes de cuantos han existido. Rubio, de ojos negros y tremendamente culto, la historia le recuerda como un político pacífico, tolerante y muy preocupado por el bienestar de sus súbditos, que convierte a Córdoba en la primera ciudad de la Península que tuvo pavimentadas sus calles, alumbrado público y alcantarillado. Funda 27 escuelas públicas en las que los eruditos enseñaban de forma gratuita a los pobres y huérfanos a cambio de atrayentes salarios, y decreta la enseñanza obligatoria. 

Sabios y eruditos de toda la Europa cristiana viajaban a Toledo o Córdoba para realizar sus estudios. Toda esta estimulación provocaría una revolución en el pensamiento y en las ciencias por parte de los eruditos de la época como fueron Ibn Masarra, Ibn Tufail, Al-Gafeqi, Averroes o el judío Maimónides, entre otros, que destacarían, sobre todo, en medicina, matemáticas y astronomía.

Alhakén incrementaría la biblioteca universalista de sus predecesores con más de 400.000 volúmenes que abarcaban todas las ramas del saber. Tenía anejo un taller de escribanía con copistas, miniaturistas y encuadernadores, la mayoría mujeres, y agentes que ojeaban y compraban libros en El Cairo, Bagdad, Damasco y Alejandría. Al frente de la biblióteca puso a la intelectual Lubna de Córdoba.

 “Pasaron siglos antes de que se reuniera en España una biblioteca como la suya, sólo porque escribía, perdonaba, protegía a los filósofos y pagaba a todos los poetas, incluso a los más desvergonzados”. Alhakén, el mejor de los reyes que han existido, moriría en brazos de su amado eunuco.

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