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martes, 14 de julio de 2020

INVITACIÓN A LOS CLÁSICOS


INVITACIÓN A LOS CLÁSICOS
(Una lectura de Imitación de clásicos
de Antonio Lorenzo)
CECILIA DOMÍNGUEZ LUIS
Fue una sorpresa encontrarme con un libro de poemas del profesor y académico, Antonio Lorenzo, al que siempre tuve por un excelente profesor e investigador sobre Dialectología, pero nunca pensé que escribiera versos, como él mismo afirma en su epílogo: « Hace mucho tiempo que escribo versos. He intentado averiguar por qué…», y yo me pregunto no el porqué lo hizo sino por qué no los había publicado antes, aunque «Nunca es tarde si la dicha llega».

Porque Imitación de clásicos, libro publicado recientemente por Ediciones IDEA es, al menos para mí, una invitación a volver a reencontrarnos con ellos. He aquí mi razón para afirmar tal cosa:
El libro empieza con una parte que, ya desde su título, A la sombra del mar, que toma de un libro de Manuel Padorno, nos habla de su pertenencia a un lugar. Y esa pertenencia que se reafirma en voces como gánigo, Teide, guaydil, o la presencia incontestable del mar y su maresía,  se une a la tradición literaria de los clásicos, de tal modo que esa unión entre persona, territorio y evocación de lecturas- unas más lejanas en el tiempo que otras- nos despierta el deseo de volver a esas estrofas clásicas en la que los grande poetas nos hablan de las preocupaciones fundamentales de la humanidad: la vida, el amor, el paso del tiempo, la muerte.

Y es que los poemas de este libro,- escritos su mayoría en sonetos y metros clásicos- donde la isla aparece como un lugar donde estar y ser, Con su mujer de siempre y sus amigos… En el rito ancestral de la vendimia, nos hacen volver la vista hacia aquellos que han prevalecido en la memoria literaria y emocional de su autor, en el que veremos las reflexiones de un Calderón o un Quevedo, la ironía de este, de Lope de Vega, o de Cervantes en su Autorretrato, el carpe diem de Garcilaso, etc.
Y así nos encontramos con un soneto que comienza con ¿Catorce versos hacen un soneto?, que nos remiten inmediatamente al de Lope Un soneto me manda hacer Violante, o al Calderón de La vida es sueño en otro soneto donde en uno de los versos afirma Antonio Lorenzo: La vida es sueño y un sueño no se olvida. Este verso, después de haber leído, en el poema anterior uno tan impactante- y para mí lorquiano- como Moribunda a la noche le clava el gallo un pico, nos pone en aviso de que el poeta no va a hacer concesiones a su memoria ni a sus preguntas sobre la vida, como la que hace en el soneto que comienza con  Quién no se ha preguntado qué es la vida/ Qué o quién aviva la materia inerte!  que recuerda poemas de Quevedo como ¡Ah de la vida!...Nadie me responde…
Se suceden los guiños a poetas como Rubén Darío y, si hablamos de poetas canarios, nos encontraremos con evocaciones a Domingo Rivero: Este cuerpo en que vivo como puedo/ y a que a pesar de todo quiero y cuido, o Arturo Maccanti y su poema Amor o nada, al que Antonio Lorenzo responde con un soneto en cuyo final afirma: Porque todo es amor y amor ya es nada.
Todo el libro Imitación de clásicos es un recorrido emocional y reflexivo no solo por estos poetas sino, y sobre todo, por la existencia de autor, con sus momentos de claridad, de amor, de  reafirmación en el vivir y sus momentos de ausencia, de despedidas dolorosas, de la constatación del paso del tiempo, donde no falta la comparación manriqueña de los ríos con la vida, en un hermoso soneto en el que dice: Yo no soy como un río, soy un río, que pertenece a una parte de libro que titula La vida es triste, amarga y pesa, donde sorprende un poema que dedica a su sillón: Este sillón que me recibe/ con los brazos abiertos….Se quedará vacío, olvidado/ el día que me vaya /definitivamente. Versos que nos remiten a Juan Ramón Jiménez y la certeza de la permanencia de lo demás, cuando ya no estemos.
En Memorias, la penúltima parte de este libro. Antonio Lorenzo hace un repaso breve pero intenso de su vida, con aquellos episodios y personas, - sus padres, sus amores- que más lo marcaron y que le hacen escribir versos como: De un solo golpe me hizo, me hice hombre,/ el grito aquel,/ aquel grito revuelto con mi nombre.
Este recorrido vital y literario culmina con El fin no es el final, donde cada poema es una nueva reflexión sobre el amor, la existencia y el paso del tiempo, y en donde descubrimos Todo el dolor que la verdad nos cuesta. El tú y el yo ante la presencia de Dios: El gran ausente, que le hace preguntarse sobre la naturaleza de la verdad y sobre la poesía misma de la que acaba afirmando que: De todo lo que siente el corazón habla la boca.
El poeta se despide de Imitación de clásicos deseándole a su libro lo mejor, como lo haría un padre ante la necesaria marcha de sus hijos: Que salgan a la calle a ver si son capaces de valerse por sí mismos. Y así nos deja.
Iris Murdoch, en su magnífico libro de ensayos La salvación por las palabras dice: «El escritor siempre ha sido importante, pero ahora es que es absolutamente esencial, porque dice la verdad y defiende las palabras.» Dos características que van muy unidas al ser y el hacer de Antonio Lorenzo.

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