EL ARCOÍRIS DE CUERDA
ANÍBAL MALVAR
En un pueblo de
Toledo, los de siempre, los demócratas, los constitucionalistas, la España que
madruga, la derechita valiente, los de como dios manda, esos, quemaron la
bandera arcoiris que colgaba de su consistorio, y el pueblo, los de siempre,
los proetarras, los bolcheviques, los pensionistas de la paguita, la turbamulta
mugrienta, tejieron un bandera aun más grande, en plan Mariana Pineda. Días
atrás, en Villanueva de Algaidas, la guardia civil había ordenado retirar la
misma bandera del ayuntamiento y la gente respondió inundando los balcones de
pendones antihomófobos (con perdón). Los pueblos de Berlanga, de Cuerda y de
Delibes se rebelan, y ya nadie duda de que en el rural español se venera a
Faulkner, a Oscar Wilde y a Shangay Lily. Nos ha nacido un hombre en el bancal.
Y una mujer. Y ha amanecido en España, que no es poco.
La derechona sigue
enredada en su guerra de símbolos. Un día le toca al 8-M. Al siguiente a la
enseña de la libertad sexual. Mañana empezarán a estigmatizar la minifalda. El
landismo ha llegado a la sociedad medio siglo más tarde que al cine de Cifesa.
La naturaleza imita al arte. También al arte malo. Y en Villanueva de Algaidas
y en Ajofrín han decidido darle un toque de arte y ensayo a tanta caspa, a
tanta españolidad de cartón piedra. Los pueblos no solo valen para rodar
anuncios de fabada en lata. A ver si nos enteramos.
Mirando con
detenimiento la distribución nacional de los votos de Vox, se da uno cuenta de
que, contrariamente a lo que propala el saber popular, en las ciudades viven
muchos más paletos que en los pueblos.
Parece ser que
ahora, como respuesta tribal a la pandemia, muchos urbanitas están pensando en
vender sus céntricas ratoneras y venir a gentrificar los pueblos. El fenómeno
se observa en los pueblos con cierto temor. Y no es para menos. La gente de
ciudad no entiende ya ciertas civilidades, y por eso consideran muy folklórica
y noticiable esta nada anecdótica guerra de las banderas que se ha desatado en
Ajofrín y Villanueva de Algaidas. Qué graciosas son las gentes de los pueblos,
parecen decirnos los telediarios.
Se comenta mucho en
estos días que Donald Trump puede perder las elecciones porque la gente mayor,
ese consejo de sabios gratuito al que nunca hacemos caso, está siendo más
crítica que otros sectores generacionales con su no-gestión de la pandemia. Es
un voto rural, dicen los expertos, que puede incluso decantar una de las
derrotas electorales más escandalosas de la historia de EEUU.
Solo el 16% de la
población española vive en el campo. Es una minoría (sic) a la que se trata con
la misma indiferencia que a cualquier otra minoría, tanto política como
informativamente. Pero que en las últimas calendas anda rebelándose y
haciéndose ver, ya sea tejiendo banderas arcoíris para los lacayitos de
Santiago Abascal, ya sea llevando ante los leones del Congreso a un fenómeno
tan hermoso y silvestre como Teruel Existe.
La ironía con la
que los vecinos de Ajofrín y Villanueva de Algaidas han respondido a estas
agresiones homófobas, una de ellas perpetrada por guardias civiles
indocumentados, es de una espontaneidad que deja en ridículo nuestras sesudas
disquisiciones sobre cordones sanitarios y otros repelentes químicos para
detener la invasión de la extrema derecha. En los pueblos lo tienen claro. Los
pueblos siguen consiguiendo que no echemos tanto de menos a José Luis Cuerda.
Eso sí es patriotismo transversal, aunque ellos lo llamarían sentido común. O
sentidiño.
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