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viernes, 31 de julio de 2020

CANARIAS. MARCO SOCIAL Y ECONÓMICO DE LA SOCIEDAD COLONIAL (I)

CANARIAS. MARCO SOCIAL Y ECONÓMICO 

DE LA SOCIEDAD COLONIAL (I)

FRANCISCO JAVIER GONZÁLEZ

Ahora todo el mundo habla de la “nueva normalidad” como un horizonte de futuro cercano pero ¿cómo se ha instaurado la “normalidad” que hoy soportamos? ¿Puede tener continuidad? ¿Puede crearse una “nueva”, diferente? ¿Estamos en condiciones de abordarla y construirla?

Por mi parte estoy intentando estudiar adonde nos ha llevado la “normalidad” colonial con su sistema, desarrollado durante siglos, con Ciclos marcados por un cultivo preferente, destinado a la exportación en un trabajo, aún a medias, que he titulado “Apuntes para un cambio de ciclo forzoso” pero creo necesario, antes de seguir con el análisis del Ciclo del Vino que ya he iniciado, poner de relieve algunas particularidades de la colonización española en Canarias y la sociedad a la que dio origen que  pueden ayudar a entender las situaciones posteriores y, a la postre, los orígenes de esta etapa actual que, guste o no guste, está finalizando bajo la inesperada y despiadada férula de la pandemia que nos azota: La de la explotación intensiva del suelo y las condiciones climatológicas para lograr un desaforado desarrollo basado en el tándem Turismo-Construcción que, como todos los “cultivos” anteriores,  reportan pingües beneficios para una minoría, fundamentalmente fuereña, pero sostenida y arropada en las mismas elites criollas de las etapas anteriores. Habrá que revisar, por someramente que sea, como se ha constituido esa clase dominante en este Archipiélago desde la invasión europea, constituida por una burguesía dependiente y palanganera hacia fuera, pero poderosa y prepotente en el interior, que pone su lucro particular por encima de las necesidades y la realidad de esta expoliada patria canaria.

 

Las cuatro islas invadidas y conquistadas en régimen de “Señorío” –Fuerteventura, Lanzarote, Hierro y Gomera- permanecerán en ese duro y explotador régimen hasta bien entrado el XIX con la impuesta economía feudal, que no solo se apropiaba de la quinta parte de todo lo que en la isla pudiera producirse, sino que además no permitía ninguna expansión económica vinculada a un mercado interno prácticamente inexistente. El rastro de ese régimen señorial se arrastra en ellas hasta hoy, donde no se concibe el poder sin la presencia de los caciques de turno. Las tres restantes, por su diferente conquista y poblamiento van a tener diferencias en su desarrollo, empezando porque,  al no tener desde inicio un “señor” único, van a originar una nueva clase, mezcla de neonobleza, terratenencia y burguesía comercial, mucho más amplia.

 Desde que los reyes españoles, los muy católicos Isabel y Fernando, ante la posibilidad de una ocupación portuguesa que, terminada la “reconquista” de su territorio, había comenzado su expansión colonial por África, compran a Diego de Herrera e Inés Peraza sus supuestos derechos a la conquista de las tres islas independientes que quedaban Gran Canaria, Palma y Tenerife. En esos momentos aún subsistía en España el reino nazarí de Granada y a su conquista dirigían sus esfuerzos…y dineros. Se encuentran entonces ante una campaña militar, alejada de la metrópoli europea, que sabían iba a ser dura y costosa, y con un erario casi agotado, sin capitales para emprender la empresa de la conquista y colonización subsiguiente para la que los acuerdos firmados con los Herrera –Peraza dejaban a la corona española con la obligación de la financiación de la misma.

En 1478, el mismo año en que los monarcas españoles centralizan y controlan mediante bulas papales el aparato de poder que significó la Inquisición, los llamados “tres Juanes” inician en nombre de los reyes la ocupación de Gran Canaria. El capitán Juan Rejón, el obispo Juan de Frías y el deán Juan Bermúdez emprenden la empresa con dineros que la corona obtenía por varios medios. El más cuantioso, contando con la autorización del Papa Sixto IV, eran las “Bulas de Cruzada” con la predicación de “Indulgencias”. Lo recaudado de esa forma en el reino para el supuesto fin de la evangelización de los infieles canarios va a ser la contribución de los reyes al proceso de conquista de Canaria. Pedro de Setién, comerciante burgalés, fue el primer “receptor” del dinero así obtenido, sustituido más tarde por el genovés Francesco Pinelli (castellanizado Francisco Pinelo) el que fuera también posteriormente patrocinador financiero del viaje de Colón.

La intervención papal, a través del nuncio Francisco Ortiz, obligaba a usar el dinero obtenido para la conversión de los infieles y la construcción de conventos e iglesias, por lo que para su empleo en la empresa militar de la conquista hubo que nombrar a un tercero que se responsabilizara del uso “cristiano” del dinero así recaudado. Para ello se designó al obispo Juan de Frías que se convirtió, para garantizar la empresa, en acreedor de un préstamo como fianza de 720.000 maravedíes (casi 2.000 ducados de oro) con los receptores de la indulgencia. Para compensar el posible riesgo de pérdida de esa fianza se concedió a Frías derechos exclusivos sobre la preciada orchilla hasta que se finalizara la conquista de la Gran Canaria, además del excedente del botín de guerra obtenido, incluyendo los esclavos, una vez separado el quinto real y las deudas contraídas con los financiadores. Ese carácter “misional” es lo que explica que sea el pendón del deán Bermúdez, hombre de iglesia, el que tremolaba en el Real de Las Palmas el 29 de abril de 1483 que tanto gusta conmemorar al españolerismo canarión.

La conquista y colonización de Canarias  es la primera empresa militar de conquista colonial que recurre a la financiación privada, lo que la convierte en la primera guerra de expansión capitalista. Como con las indulgencias no bastaba, para atraer capitales, la corona española acudió a los “quintos” que podía proporcionar la propia empresa de conquista. La corona española se apropiaba de esa forma de la quinta parte de todo el botín de guerra, esclavos incluidos, que pudiera proporcionar la conquista del territorio. Por eso, en lugar de dineros propios usaban la promesa de repartir las tierras a ocupar y los quintos reales aún no obtenidos antes de conquistar el territorio. Se trataba de auténticos contratos de “venta a futuro” como los actuales, además con lo que los franceses llaman “Crédit Roll-On”, que permitía modificar los plazos de vencimiento según la marcha de los acontecimientos. Así comenzaron los préstamos. Uno de los primeros fue Juan de Lugo, primo de Alonso de Lugo y emparentado con la poderosa familia genovesa de los Rivarolo -originariamente Riparolio y castellanizado como Riberol- que también financiaban la conquista. Juan de Lugo hizo un préstamo inicial de 286.000 maravedíes para armar las primeras flotas para ser abonados luego por los tesoreros de las indulgencias que, nos dice la documentación y las reclamaciones, que hasta 1487 estaba intentando cobrar. Se le compensó con terrenos en la isla y una concesión de los derechos sobre la orchilla.

También, en gran escala, participaron en el negocio un consorcio formado por Alonso de Quintanilla con el obispo de Córdoba y con el provisor Juan de Ortega que sería más tarde obispo de Almería. Los socios aportaron un préstamo de 802.000 maravedíes que luego se cobraron en tierras y en botín de guerra. Por otro lado el tal Quintanilla, en 1480, firmó un acuerdo con Pedro Hernández Cabrón –de ascendencia genovesa- contrato al que se invitó a colaborar a Pedro de Vera. A la sociedad así formada aportaba Pedro Cabrón 600.000 maravedíes y Quintanilla 300.000 comprometiéndose a continuar la guerra en cualquier caso, financiando todo lo tocante a hombres y naves durante diez años si fuera preciso. El reembolso de estos “préstamos” reportó a los asociados tierras y participación en los beneficios de la venta de esclavos, orchilla y participación en los derechos del quinto real.

 

Algunos de los invasores no fueron voluntariamente en busca de fama y fortuna, como los presos de cárceles españolas a los que se reclutó para la Hermandad de Sevilla o Fernán Peraza que, con 150 peones de a pie entre gomeros, naturales de las dos islas mahoreras de señorío y españoles y 12 hombres a caballo, tuvieron que participar como condena impuesta por los reyes por su participación en la muerte en Gomera de Juan Rejón. Peraza formó equipo con Lugo en Agaete, pero el grueso de los conquistadores eran aventureros  como el propio Lugo, dedicado a la milicia como segundón de su familia de comerciantes andaluces de Sanlúcar, como lo eran sus parientes políticos Jerónimo de Valdés y Andrés Suarez Gallinato y, junto a ellos, otros muchos que harían luego también las campañas de Lugo en la conquista de La Palma y Tenerife, como Hernando de Llerena, Lope de Salazar, Juan de Badajoz, Lope Hernández de la Guerra, Ybone de Armas, hijo del rey de armas Pedro Negrín de origen piamontés, Francisco de Albornoz, Pedro Mayor…cuya descendencia va a constituir el núcleo de esa “nobleza” isleña naciente poseedora de tierras y aguas.

 

Vale como ejemplo ilustrativo Hernando del Hoyo Solórzano, un sirviente de cámara del rey Fernando que tomó parte activa en la guerra de Granada y en la conquista de La Palma y Tenerife. Su ascenso social se certifica en Sevilla a 19 de mayo de 1500 por el escribano Pedro de Toledo que testimonia, tras relatar el día que se tomó la Alhambra y Granada  “…todo lo dicho passó en presencia de mi el escribano e notario público e de los testigos de susso escritos, parecía ende presente ante el Rey Nuestro Señor, Hernando del Hoyo, criado de su Alteza e dixo al Rey Nuestro Señor que ya que su Alteza sabía que continuamente él le había servido assi en su Casa Real como en esta guerra de los moros enemigos de nuestra Santa Fé Católica en la qual Nuestro Señor había aplacido darle tan bien aventurada vitoria e vencimiento en haber ganado dicha ciudad de Granada e todo su Reyno: E pues sus servicios eran dignos de galardón, como quiera que el era, y es Home Hijodalgo notorio que suplicaba e suplicó a su Alteza que porque el fuese más ennoblecido, sublimado e decorado, le armase Caballero de Espuelas doradas porque el y los hijos que del discendieren serían más obligados a le servir…” La escena termina como en las películas de caballería, cuando Fernando “el Católico”, espada desnuda en mano, “dio con ella un golpe en la cabeza e capacete que en ella traía el dicho Hernando del Hoyo, e díxole: Dios Nuestro Señor y el Apóstol Santhiago te haga buen caballero: Yo te armo caballero”. Consecuencias: Con el botín obtenido en Gran Canaria apoya a Lugo en La Palma y Tenerife, obteniendo luego importantes datas en terrenos y aguas en tierras del Realejo porque sirvió “con su persona e hacienda e una compañía de caballos a su costo” y, más tarde, la reina Juana “la Loca” en 1514 confirmó la “donación” de otras 500 fanegadas de tierras en las demasías de La Palma y Tenerife. De este “caballero de espuelas doradas” arranca la familia del Hoyo Solórzano en Canarias en la que, entre otras lindezas encontramos posteriormente los títulos nobiliarios de Condes de Siete Fuentes, Marqueses de la Villa de San Andrés,  Condes de Anarés, Vizcondes de Buen Paso, Señores de la Villa de Santiago…Curiosamente la casona lagunera, en la que entroncan con los descendientes de Lope de la Guerra y del Hoyo Solórzano en la calle del Agua, hoy Nava y Grimón, estuvo situada la Escuela Normal de Magisterio, pasó luego a ser la Fábrica de Tabacos Álvaro, para terminar siendo en la actualidad un hotel de lujo en la vieja Aguere el “La Laguna Gran Hotel”. Signo revelador de los sucesivos cambios en la “normalidad” de estas islas africanas.

 

El carácter capitalista de la colonización española de Canarias se acentúa mucho más con la conquista de las dos islas de realengo, La Palma y Tenerife. Alonso de Lugo inició la de Benahoare y, para la empresa, los reyes, en julio de 1492, además de liberar de impuestos a los soldados que participaran en la conquista, conceden a Lugo la mitad de los quintos en esclavos, ganados y propiedades que se obtuvieran en La Palma, prometiendo la reina Isabel que se alcanzaría un valor total de 700.000 maravedíes a la finalización, pero correspondiendo a Lugo todo el costo de llevar a cabo la empresa.

 

Con esa promesa firme del quinto a obtener de La Palma negoció Lugo un contrato con dos banqueros italianos, el genovés Francesco da Rivarolo (Francisco Riberol) y el florentino Gianotto Beraldi (Juanoto Berardi) de forma que cada uno de los tres se beneficiaría de un tercio de los 700.000 mrs. prometidos además del tercio de los esclavos capturados. Obtuvo también otros préstamos personales como el de Hernando del Hoyo que, como dijimos, invirtió en ello parte del importe del botín previamente obtenido en Tamarán. En Canaria reclutó, además de ballesteros y piqueros de a pie españoles, a algunos grancanarios y gomeros para la empresa de conquista, prometiéndoles para ello que se repartirían entre ellos, “sacado el quinto”, las dos terceras partes del botín obtenido repartidos según su aportación e importancia, quedándose él con el otro tercio. La conquista -tras el abyecto episodio de la traición a Tanausú que terminó con la muerte del bravo Mencey de Eceró en la primera huelga de hambre de nuestra historia-  la dio Lugo por finalizada el 3 de mayo de 1493 de lo que devino el actual nombre de Santa Cruz para la capital de Benahoare en el cantón de Tedote.

 

Gomera a 30 de julio de 2020

 

Francisco Javier González


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