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martes, 2 de junio de 2020

"YA NOS DEJARON EL MUERTO" (ARTÍCULO DE JOSÉ MANUEL VARGAS)


"YA NOS DEJARON EL MUERTO" (ARTÍCULO 
DE JOSÉ MANUEL VARGAS)
JOSÉ MANUEL VARGAS
NOTA PREVIA de Víctor Ramírez: buscando en el libretón donde yo pegaba yo artículos míos y dedicados a mí, además de entrevistas periodísticas que me hicieron o algunas reseñas o noticias sobre alguno de mis libros, encontré este trabajo del joven José Manuel Vargas. Lo publicó en LA TRIBUNA, donde él trabajaba por ese tiempo -cuando yo colaboraba con artículo semanal los lunes.

No miento si te digo que me sorprendió mucho, emocionándome incluso por lo que ese escrito traslucía del impacto emocional que le hubiera causado mi novelita NOS DEJARON EL MUERTO y por cuanto le dolía indefensamente ese vil espectáculo capitalista mediático en que se convertía la llamada Guerra de la ExYugoslavia -como ahora se convierten la muerte de Arafat y la llamada Guerra de Irak y la llamada revuelta de Costa de Marfil y...


Yo apenas sí conocía a José Manuel Vargas, pariente. Acaso no hablara con él en más de cinco ocasiones, y por poco tiempo. Ni recuerdo bien si llegó a entrevistarme para Televisión Española, cuando trabajaba él en ella. Tampco estuve, por supuesto, en su casa. Lo cierto es que, al poco de leer sorpresivamente este trabajo que le reproduzco ahora (sorpresivamente porque me lo tropecé, sin saber que lo había escrito, ojeando el periódico), el joven José Manuel se suicidó.

* * * * * * *

YA NOS DEJARON EL MUERTO

Por José Manuel Vargas

Querido Víctor Ramírez. Dos puntos.

Acaban de dejarme el  Muerto en la principal habitación de la casa. Ésa que tú conoces y que está presidida por un enorme televisor. Allí donde una vez almorzamos queso blanco fresco, entretanto quedamos callados mientras se hacía el potaje de berros; recuerda: aquella sala desde la que nos asomábamos por el ventanal a la terraza para escupir con gusto -compitiendo como chiquillos- las pipas de las aceitunas contra la acera de enfrente. Ahora, con el Muerto en el salón, ya no tengo tantas ganas de escupir: al menos, como antes.

¿Sabes una cosa, querido Víctor? El Muerto este que me han dejado ya no tiene color. No está blanco de orfandad vivida ni renegrido por el tiempo. Está muerto y ya está. Tiene un nombre raro porque se lo pusieron allá lejos en los Balcanes, donde los nombres desconocen las sintaxis correctas y las gentes se apellidan con el transcurso de una serie de sílabas inconexas, que hacen plegarse  a las más lindas vocales: Midjatovic, Djicov, Mivlosevic, Ovosocov, Cicovic, Slodoban, Karaczick. ¡Cuánta inconsistencia para tanta realidad!

Como te decía al principio, amigo Víctor, acaban de dejarme el Muerto. ¿O debería de decir "al" Muerto? Como desconozco su nombre, lo apelaré de manera impersonal. Al fin y al cabo, un muerto es un muerto. Esto lo he aprendido muy bien en estos últimos días. Porque aunque a mí me han dejado solo uno, son centenares los que realmente caen sobre mi salón desde hace algunos días, justo cuando comenzó a sonar el teléfono rojo desde Belgrado.

¡Imagínate la escena!: prendo el televisor y saltan los cadáveres sobre la mesa negra de mi habitación. Menos mal que lo hago salvaguardando mi higiene, previsoramente, y siempre estoy atento para cambiar de canal en el momento más oportuno. Me imagino la cara de mi compañera si llega de trabajar y se encuentra la estancia manchada y sucia de sangre.

Es que se trata de que es la guerra, mi querido amigo Víctor. Una guerra que, como siempre, mata; pero ha sido declarada para salvar vidas. ¡Vete a saber tú el por qué de tantas incongruencias! Es como lo de la sintaxis que te conté antes: no se las entiendes, pero están ahí. Ya ves, todo está como en la vida misma, repitiéndose una y otra vez.

Por el barrio, querido Víctor, las cosas siguen igual. Esperancita la Tetona sigue pidiendo favores; Lile Palangana y Rogelio Rapadura me defienden todo lo que pueden; y la prima Benigna Lucía se solaza allí donde mejor le parece. Pero lo que me preocupa es que nos han vuelto a dejar el Muerto. Lo veo cada mañana, cuando me levanto y enciendo el televisor.

¡Ahí está! Acribillado ante los ojos de tantos y tantos niños. Masacrado por una lucha de poder. Y sus lágrimas escriben el propio epitafio: "He muerto por ser". Por mi parte, yo sigo con LO MÍO.

31-marzo-1999

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