EL EXTRAÑO CASO DE
“EL ARRANQUE”
FRANCISO J. QUEVEDO GARCÍA
En “El arranque”, uno de los relatos
cortos de Víctor Ramírez, se aprecia cómo el erotismo se utiliza para motivar
en el lector una situación anómala, por tanto transgresora, que se inscribe en
un marco de reminiscencias surrealistas, donde el humor y el tratamiento ácido
de la realidad tienen una especial cabida.
En “Contrapeso”,
especie de poética que el autor escribe en el volumen antológico “AISLADA ÓRBITA” –realizado por Rafael Franquelo-, VR expone las
razones de su acercamiento a la escritura:
“Escribo
por venganza, por profundo sentimiento de frustración, por punzante rencor ante
tanto mal, porque me da la gana, por distraer el rato, por sádicos deseos de
crear seres que sufran como sufren los que de veras existen por ahí, por jugar
a darme alguna explicación que me engañe algo, por esto y seguro que por muchos
motivos más que no alcanzo ni me preocupo en alcanzar a ver. Y siempre
sabiéndome cómplice del lector: lector que busca corroboración en el autor,
corroboración insana a sus insanas perspectivas de la vida (Ramírez, 1973).
La actitud de rebeldía personal y social de este
autor se decanta en él desde su primera confesión: “Escribo por venganza”.
Su trabajo como escritor consiste en “crear seres que sufran como los que de
veras existen por ahí”.
Uno
de los rasgos que caracterizan a la Narrativa Canaria de los 70 es su carácter
de compromiso social, de abierto enfrentamiento a la norma. De ahí su peculiar
empeño en renunciar a los tópicos surgidos en una cultura epidérmica,
superficial, para centrarse sobre todo en una realidad de mayor alcance, más
profunda, mucho más creíble en suma.
Ese
compromiso crítico llevó aparejado un afán de ruptura que supuso una creación
abierta al juego expresivo y a la transgresión textual; una manera de expresión
literaria que hizo muy necesaria la complicidad del lector, un lector
participativo del mundo narrativo que se le ofrecía como una prueba de libertad
creativa y social: “Y siempre sabiéndome cómplice del lector; lector que
busca corroboración insana a sus insanas perspectivas de la vida”.
*
De hecho, en “EL ARRANQUE” el lector se ha de
hacer cómplice con la situación de extrañamiento de la realidad que Víctor
desarrolla a partir de insólito caso de su protagonista:
¡Ah!, no olvido aquel especialísimo problema concerniente
a mi postura frente al sexo bonito. Ni le pase por la cabeza que esta situación
haría de mi persona un apagado, un espectro de hombre que arrastra su
existencia sin visos de vitalidad; no piense eso, que se equivocaría. Hombre,
es claro que no recibí con regocijo mi extraña disposición ante las mujeres.
Pero el embotamiento consecuente a tanto trabajo me distraía; y si alguna vez
tomaba conciencia de ello, me hacía repetir, como de soslayo, que hay cosas
muchísimo peores, además de que nunca perdí las esperanzas. Fui, incluso, más
optimista que los propios médicos que me atendieron. Y como uno acaba siempre
acostumbrándose, usted dirá (…). Esto no puede continuar así: no cesaba de martillearme
en toda la tarde, delante del escritorio, a la salida, en la oficina del
supermercado, mientras cenaba. Por otra parte, y soterradamente, me aguijoneaba
una especie de resquemor, de punzante duda contra mí mismo. ¿Y si en verdad
fuera yo marica, sólo en teoría porque en la práctica no había surgido ocasión?
Esta inquisición me turbaba hasta el más completo abandono. No puede ser,
imposible; los médicos dictaminaron, todos, lo mismo, que lo mío era cuestión
olfativa y el mal radicaba en el cerebro, no operable, que tal vez con el
tiempo y la pérdida de facultades podría normalizarse mi olfato, olería normal
y no tan agudísimamente el nauseabundo olor femenino. Pero no, no lo creo, no
creo que todos fueran a mentirme por caridad y dictaminando idénticamente. Sin
embargo: ¿y si el rechazo experimentado ante las mujeres me impeliera a buscar
cobijo y placer en los hombres? Me horrorizaba, sí: horrorizaba nada más pensar
en esto. Por tanto, hay que intentarlo de nuevo, probar otra vez. Esta noche
mismo voy y, no: mejor dejarlo para el sábado y, de paso, celebro la
inauguración del piso. Es que, al sábado siguiente, me mudaba definitivamente
al piso que, después de año y medio ahorrando, por fin había comprado. (Ramírez,
1988: pgs 62-63)
*
Ya
hemos comentado la influencia que el surrealismo aporta en general a la cultura
de las islas. En literatura, la impronta surrealista se advierte en buena parte
de la producción contemporánea, como se puede comprobar en la Narrativa Canaria
de los 70, que se hace partícipe del espíritu surrealista empeñado en un
reconocimiento creativo de la realidad insular.
El espíritu surrealista estuvo marcado
por la valoración del compromiso literario, como nos recuerda Domingo Pérez
Minik al evocar uno de los fragmentos de la conferencia de André Bretón,
“Arte y política”, que se celebró el 16 de mayo de 1935 en Santa
Cruz de Tenerife con motivo de la II Exposición Internacional Surrealista:
“Los
hombres de todas condiciones, de todas clases, que encuentran en sus obras una
justificación brillante, y que de ella sacan una conciencia pasajeramente
triunfante del sentido de sus dolores y sus alegrías, no pierden de vista que
un privilegio único permite, de tarde en tarde, a la subjetividad artística el
identificarse con la verdadera objetividad; ellos saben rendir homenaje a la
facultad individual que hace pasar un fulgor por la ignorancia, por la gran
oscuridad colectiva” (D. Pérez Minik,
1996: pgs 95-96)
*
En la
Narrativa Canaria de los 70 se entrevé una postura literaria que tiene bastante
que ver con esa idea de Bretón de hacer “pasar un fulgor por la ignorancia,
por la gran oscuridad colectiva”. Si sus obras subvierten, lo hacen en la
medida en que simbolizan un aporte revisor de los miembros de su identidad.
En “El arranque” la
subversión se manifiesta a través de la anormalidad que representa el personaje
protagonista incapaz de mantener relaciones con las mujeres porque no soporta
su olor corporal. Los intentos que a partir de esa anormalidad se generan son
dignos de la mejor tradición de la línea humorística del absurdo de la
literatura española.
El último de sus intentos antes de
refugiarse definitivamente en la resignación es el de poner un anuncio en el
periódico para cubrir una plaza de asistenta, con la finalidad de encontrar de
modo casual a la mujer, a la única que despidiera un olor compatible con
su hipersensible olfato. El caso es que la encuentra:
“Pasaron
los días y ya era el último de la publicación del anuncio: rayitas anotadas
había sesentaitantas, que las hube contado y recontado, ya ida la esperanza de
encontrar a la inodora y con cierto regodeo masoquista. Faltaban minutos,
pocos, para las nueve y me distraía viendo la televisión. El timbre que sonó
fue el ronco, el de la cocina. Me levanté desganado, molesto por la
interrupción; el programa me estaba agradando. Llevando por la costumbre
adquirida, ensayé el olisqueo, tres veces, profundo. Abrí la puerta; apenas
faltó para que yo perdiera el aliento ante tal contemplación. Ni me acordé de
oler. Cuando tomé respiro, me vinieron a la memoria las revistas del furgonero.
En alguna película de agentes secretos yo había visto algo parecido, alta,
tanto como yo, esplendorosa, de cabello como el millo rubio y brillante, la
piel tostada contrastando con unos enormes ojos que ni verdes ni azules, sino
azules y verdes con, cómo le diré, iridaciones doradas, algo deslumbrante,
quimérico, la sonrisa blanquísima, destellona. Entre tal zarandeo emocional,
caí en la cuenta de que no olía como las demás, como todas, de que no me
provocaba náuseas su cercanía.
No hablaba, limitándose a sonreír
abiertamente y como diciendo aquí estoy yo, ¿qué, gusto o no gusto? El espasmo
me había impedido invitarla a pasar. Abochornado al notarlo: pase, pase,
señorita: y me aparté a un lado para dejarla entrar. Su gracias fue extranjero,
radiante, con cierta altivez mimosa. Cerré la puerta, ella, con disimulo
evidenciado, ojeaba su alrededor, agarrando con los dedos estirados de ambas
manos la cartera roja contra el pubis. Tuve tiempo, al darme la espalda, de
contemplarla concienzudamente: mayor perfección no podría encontrarse, era un
sueño hecho realidad. Con un sofoco que me hacía tartamudear le señalé el sofá:
puede sentarse. Puso el visaje de no entender al principio y de entender
enseguida: ¿eh?, ¡oh yes! Gracias: y, sentada, su faldita apenas sí tapaba un
par de centímetros más acá de las ingles, eso sí: los muslos muy apretados y la
carterita sobre ellos. No cesaba de mirarme y sonreír. Yo tenía que apartarle
la mirada; no sabía cómo preguntarle, cómo decirle si venía por lo del anuncio
de la prensa. Me senté en el sillón, justo enfrente de ella, separados ambos
por la mesita de mármol. Forcé una sonrisa franca: ¿y bien?, aleteando los
brazos a guisa de pregunta, removiéndome continuamente en el sillón,
desazonado. Tranquilamente abrió la carterita, se me caldeaba el rostro cuando
veía aquellos músculos tan delicados de sus piernas lisas, titilantes; y sacó
un recorte del periódico, que me alargó negligentemente, sin moverse lo más
mímino. (Ramírez, 1988: pgs 73-74)
El
tratamiento humorístico y subversivo que hace del erotismo VR en “EL ARRANQUE”
llega a su culminación cuando nuestro personaje, enardecido por el ansia de
poder poseer por primera vez a una mujer que no le huele mal como las demás,
que no le causa la extraña aversión que padece, casi vuela hasta su casa tras
terminar el trabajo y se encuentra con ésta desvalijada. La mujer que no olía
no era tal, era un ladrón travestido.
El ánimo transgresor de la Narrativa
Canaria de los 70 se perfila en esta narración de VR, sobre todo, a través de
la experiencia traumática sufrida por el protagonista. Recordemos de nuevo
aquellas palabras del autor citadas anteriormente: “Escribo por sádicos
deseos de crear seres que sufran como los que de veras existen por ahí”.
El
erotismo que transgrede la normalidad, pues, en “EL ARRANQUE” está al servicio
de la introspección en los conflictos personales que alienta la creación de
Víctor.
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NOTA:
Este texto ha sido extraído del libro editado por la Universidad de Las Palmas
de Gran Canaria en el 2002 “LA PALABRA Y EL DESEO” – Estudios de la
Literatura Erótica-, con GERMÁN SANTANA HENRÍQUEZ como responsable de la
edición
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