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lunes, 20 de abril de 2020

UN GURÚ AL FRENTE DE LA SEGURIDAD NACIONAL


UN GURÚ AL FRENTE DE LA SEGURIDAD NACIONAL
JESÚS CUADRADO
 “La mejor defensa contra los patógenos es la información”, decía hace unos días Y. N. Harari –“Sapiens”- a propósito de la pandemia del Covid 19. Tiene razón. Si hay que elegir entre la eficiencia sin transparencia de China y la de Corea del Sur con vigilancia democrática, siempre con el modelo democrático. En Europa, mejor con la opción con controles de Dinamarca que con la de Hungría, donde no hay crítica permitida al autoritario Viktor Orbán.

El Gobierno de Pedro Sánchez, y sus seguidores, deben asumir las críticas a la gestión de esta crisis como algo propio de una sociedad que no quiere renunciar a las prácticas de transparencia en ninguna circunstancia. Cómo no nos vamos a preguntar por qué es nuestro país el primero del mundo en muertes por habitantes. Quienes tienen la responsabilidad ineludible sobre la seguridad nacional no pueden ignorar los hechos.



Con datos del 13 de abril, España e Italia, con 370 y 330 muertes con coranovirus por millón de habitantes, ocupan los primeros puestos con diferencia. Otros, como Alemania, Portugal o Dinamarca, estaban ese día por debajo de los 50. También los gobiernos de Reino Unido y Bélgica deben explicar por qué se han disparado sus datos de defunciones. En cualquier caso, con buena o mala gestión, es un despropósito identificar la crítica como “sabotaje” al gobierno.

Y lo que más importa: ¿qué está pasando en España con esta pandemia? La diferencia entre gobiernos a la hora de gestionar la crisis que vivimos estará, finalmente, en su capacidad para unir a la nación. En ese territorio cuentan poco los charlatanes dedicados a responder a cada desafío con un relato, un cuento para desviar la atención. Sobre todo si un virus dispara la amenaza y esa narrativa se evapora.

Se suele decir que los incendios del verano se apagan en invierno. Pues el combate contra una pandemia como la que nos mantiene en vilo, también se debió preparar antes. Al menos, eso es lo que está escrito, negro sobre blanco, en nuestra Estrategia de Seguridad Nacional y en los informes anuales de Seguridad Nacional. Porque, sí, esta crisis que estamos sufriendo es un asunto de seguridad nacional, del apartado “Seguridad frente a Pandemias y Epidemias”, en concreto. Si algo ha demostrado la gestión de la pandemia en España es que los mandatos de esa estrategia se ignoraron absolutamente.

La mejor prueba está en la elección de Iván Redondo, un publicista famoso por una campaña electoral racista en Badalona, como responsable de hecho de la política de seguridad por encargo del presidente. Sobre lo inadecuado de su nombramiento –recuerde el PSOE a Javier Solana-, él mismo dio pruebas irrebatibles en su presentación de la Estrategia de Seguridad Nacional de 2017. Puso en evidencia que ese documento esencial es para el Gobierno algo que se escribe, se presenta y se archiva. Letra muerta.

Pues, para quien se tome en serio la seguridad de los españoles, debería ser la biblia. Para empezar, en la estrategia como en los informes anuales de seguridad, los expertos advierten al Gobierno sobre las lecciones de cinco antecedentes de pandemias que deberían haber servido para preparar la siguiente. Por eso se propone -y parece que a Redondo no le llamó la atención-  “desarrollar un modelo integral de gestión de crisis”, que hubiera sido esencial en la gestión de esta catástrofe.


Como la carencia que se detalla de un sistema frente a riesgos globales basado en “atención temprana, prevención y anticipación”. Es decir lo que hemos visto en Corea, Dinamarca o Alemania, pero, no aquí. La misma desatención que a la propuesta recogida en la estrategia sobre la urgencia de adaptar la red hospitalaria para “responder a cualquier enfermedad infecciosa de alto riesgo”, atendiendo a la experiencia del ébola.

O la advertencia esencial sobre “la urgente necesidad de potenciar el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias”. Para entendernos, su conversión en una agencia federal –sí, federal- con capacidades y relevancia institucional similar a la del CNI, por ejemplo. Nada se hizo, y no sería por carecer nuestro país de excelentes  expertos –muchos trabajando fuera-. Cómo se ha notado esa carencia ante el espectáculo triste de simulacro de “mando único” y la visión de un caos territorial inaceptable.

Otros mandatos recogidos resultan hoy hirientes: “Ha de dotarse a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado de equipos de protección”. Al ser interpelado en sede parlamentaria sobre el soporte presupuestario necesario para implementar las medidas, Iván Redondo respondió con un “ese no es asunto mío”. Y era sincero; lo suyo son los relatos y los argumentarios.

Atrapados en el pantano en el que estamos, va a costar mucho salir de esta, pero sería un desastre aún mayor no sacar lecciones para reorganizar las respuestas en lo que queda de crisis –y queda- y para corregir rumbo en el futuro. Se ha discutido mucho estos días sobre la calidad de nuestro sistema de salud y la envergadura de la crisis en España. Qué error, si no hemos aprendido ya que esta es una crisis no solo sanitaria, que es de seguridad nacional.

Tenemos un buen sistema de salud, y los indicadores lo demuestran. Pero, el desbordamiento de los hospitales que vivimos con angustia es mucho más que un asunto hospitalario. Intervienen –y hemos recibido una clase dolorosa sobre ello- otros factores. Si Alemania, en vez de tener 36 muertes por millón de habitantes, hubiera tenido 370 como España, ¿sus hospitales no hubieran colapsado? ¿Y los de Portugal, Japón o Corea?

Este virus examina a gobiernos. Pero, lo que más importa ahora es entender que las lecciones que hay que extraer son para ahora mismo, para aplicarlas ya. Lo necesitamos. No puedo entender que, con los antecedentes bien conocidos, y frente a una crisis que es un caso de seguridad nacional de libro, el Gobierno haya decidido hace unos días poner al frente de la dirección del “plan para la salida del estado de alarma” a Iván Redondo. ¿No había otro?

Rectificar ya y comprometer los cambios de futuro que no se hicieron cuando tocaba es la primera condición para recuperar credibilidad. Si no se comprende la naturaleza de una crisis como esta, propia de lo que el sociólogo Ulrich Beck catalogaba como “sociedad del riesgo mundial, volveremos a estar en la próxima en el furgón de cola.

Ahora, como recomendaba Ortega a los argentinos: ¡“A las cosas, a las cosas!”. Necesitamos, ya, un cambio de rumbo en la gestión de la crisis. Y, si el Gobierno no lo hace, denunciar cada día que no lo hace es una obligación.

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