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miércoles, 29 de abril de 2020

SE CAYO BATISTA!!!


SE CAYO BATISTA!!!
POR GERARDO CABRERA SANTOS
En La Habana vivíamos en el barrio de Carraguao en el municipio del Cerro, donde habíamos adquirido un negocio de Bodega-Bar.

Aquel 31 de diciembre del 1958 estuvimos trabajando el Bar hasta pasada la media noche, con la algarabía de la vitrola traga níqueles instalada en el área de los clientes, con la que los parroquianos amenizaban el ambiente. Serían como las 2 de la madrugada cuando cerramos el negocio y nos retiramos a casa a nuestra celebración familiar.
El primero de enero, dada la festividad de Año Nuevo, los negocios permanecerían cerrados. Por nuestra parte, ese sería nuestro día de descanso, permaneciendo en nuestra vivienda, en los altos del negocio, celebrando tan marcada fecha en nuestra intimidad.

Sin embargo, en la medida que la ciudad fue despertando del agotamiento de la festividad de Fin de Año, se comenzó a oír un bullicio no usual de vehículos, sonando los cláxones, y gritería de la gente.
La radio, por su parte, comenzó a anunciar la huida de Batista, lo que aparentemente ponía fin a su gobierno y abría las puertas al triunfo de La Revolución.
Esta sería  la victoria final de las fuerzas rebeldes, alzadas en armas en la Sierra Maestra en el Oriente del país, las del Escambray en el Centro y las de la Sierra de los Órganos en el occidente. También era el triunfo de los grupos de Acción y Sabotaje y de la resistencia cívica en las ciudades.
Para garantizar la victoria, en La Habana se lanzaron a las calles grupos de revolucionarios, tratando de organizar la huelga general. Prohibían, bajo fuertes amenazas, la apertura de los negocios que tenían programado abrir en ese día de festividad. También, las organizaciones revolucionarias en la clandestinidad se movilizaban para tomar por asalto diferentes entidades gubernamentales.

Bajo esa algarabía llega a nuestra casa el canario Felipe Álvarez, natural de Breña Baja, La Palma, Islas Canarias que era a su vez primo hermano de mi madre. Felipe que desde muy joven había sido traído a Cuba por su madre, había hecho como propia la idiosincrasia nacional.
A su propuesta, salimos en su automóvil a recorrer la ciudad y ser testigos directos de los acontecimientos. Así tuvimos la oportunidad de ver al pueblo lanzarse a las calles, vitoreando la caída de Batista, con grandes aspavientos y aglomeraciones populares en los lugares más céntricos de la ciudad. Aquello era un hervidero de emociones celebrando del fin de la dictadura.
Lamentablemente, también fuimos testigos de algunas atrocidades que cometían ciertos individuos y grupos, fácilmente identificables por sus características.
Se aprovechaban de la avalancha de pueblo, para usarla como escudo y dedicarse al asalto de comercios, romper vidrieras para apoderarse de los objetos en exhibición, destrozar pequeños centros de diversión como lo eran “casas de juego” , de las que extraían las maquinas, rompiéndolas en las calles.
También destruían los parquímetros reguladores de los estacionamientos vehiculares. Al final, me quedo claro que el objetivo principal de la actividad de estos grupos era el saqueo, para apoderarse del dinero en efectivo contenido en las alcancías, aprovechando así el desconcierto y la confusión dada por la efervescencia popular, para dedicarse a la pillería.
De igual forma pasamos frente a los famosos Almacenes Zaiden, de equipos domésticos, situados en la calle Calzada y 12 en el Vedado Allí encontramos gentes robando refrigeradores, equipos de cocina y otros electrodomésticos. Al no disponer del transporte correspondiente eran arrastrados por las calles, originando el chisporroteo del metal por la fricción con el asfalto de las calles, que destruía los equipos.
Al parecer es algo común, que durante la explosión popular siempre exista cierta fracción de la población, que amparada en estas circunstancias de descontrol, se  dediquen al pillaje como piratas.
Ya por la tarde la situación empezó a tornarse muy peligrosa, pues comenzaba la reacción contraria por parte de algunos grupos de policías, que trataban de controlar la reacción popular, ante la incertidumbre por la aparente caída del gobierno.
Estos elementos comprendían que la situación se convertiría en muy desfavorable para ellos, porque durante años habían representado la opresión, con todos sus abusos y desmanes, y eso al final les traería serias dificultades.
De algunas de las estaciones de la ciudad salieron  carros patrulleros con policías, a tirotear a las gentes en algunos lugares céntricos.
En esta situación, era aconsejable ponerse a buen recaudo. Porque casi siempre pone el muerto aquel que solo está curioseando. Así fue que Felipe decidió traerme de regreso a casa, pues así se lo había prometido a mis padres.
Ya en el barrio estábamos entre gente conocida, pues por ser el bodeguero de la esquina, que en corto tiempo habíamos establecido buenas relaciones con los vecinos y sobre todo con los más jóvenes. Algunos trataban de organizarse para apoyar la caída del gobierno y por consiguiente el triunfo de la revolución. La misión inmediata seria tomar las estaciones de policía cercanas, así como otras instituciones oficiales.
En mi cuadra de inmediato se creó un pelotón, compuesto por amigos y contemporáneos al que me incorporé, a pesar de la oposición de mis padres.
Se puso al mando un compañero que se auto otorgó los grados de Capitán, y juntos marchamos a la toma del Ministerio de Salubridad que era la institución gubernamental más próxima a nuestro barrio.
Al llegar a ese edificio, nos encontramos que ya había penetrado en él un grupo, dirigido por el artista cómico de la televisión Edwin Fernández, más conocido por el payaso “trompoloco”, que nos pidió unirnos para contrarrestar al personal de la guarnición oficial de la entidad, que estaban presentes y además armados. A este personaje no volví a verlo más, solo en los programas de televisión cuando actuaba.
Allí estuvimos varios días desarmados, solamente haciendo grupo y guardias de vigilancia, hasta que como a los cinco días llegó un oficial del ejército rebelde con un grupo de “barbudos”, que a la sazón ya habían entrado en La Habana. Este señor, evidentemente era procedente de la zona oriental del país, identificable por su acento al hablar.
Con marcado despotismo, quizás producto de cierto temor, pues no sabía quieres éramos, sin más preámbulo nos mandó para la casa, es decir nos botó de allí a caja destemplada. Ignorando así nuestro  apoyo y sacrificio durante días.
Permanecí trabajando con el viejo en el negocio, hasta unos meses después del triunfo de la Revolución. Ya se vislumbraba el proceso de intervención estatal, que se avecinaba para los negocios particulares. Mi padre me aconsejó que aprovechara cualquier oportunidad de trabajo que se me ofreciera para tomar otro rumbo.
Esta posibilidad  se me dió en el recién creado Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados, cuya existencia fue efímera dado que la fuente se agotaba. Este Ministerio era dirigido por un cabaiguanense.
A los pocos meses pasé a trabajar al Negociado de Suministros y Almacén del Ministerio de Educación, como jefe de Almacén de Material de Oficina.
Esos fueron tiempos de un gran fervor y apoyo a la Revolución. La gente creía ciegamente todo lo que se les prometía, así como en la muy pregonada política nacionalista de la Revolución Cubana, bajo la premisa de un futuro mejor, de paz y prosperidad para el pueblo de Cuba. La gente creía ciegamente en esas promesas.
El pueblo en su ignorancia, cargado de ilusiones,  no se daba cuenta que le estaban mintiendo, que estaban prometiendo súper cosas, que sabían muy bien de antemano que no podrían ser cumplidas, porque no había una economía que lo avalara. Sin embargo, seguían insistiendo como el flautista encantando a la serpiente.
Desde un inicio el orden interno y la defensa del país quedaron en manos del llamado Ejército Rebelde, compuesto en su gran mayoría por excombatientes, y cuyo mando lo ejercía absolutamente la jerarquía de comandantes de la Sierra, principalmente los de la Sierra Maestra de donde procedía Castro y sus cercanos.
Muy tempranamente comenzaron a minimizar la participación de los combatientes de los otros frentes insurreccionares y sus dirigentes pasaron a ser ubicados en posiciones secundarias, siendo objeto de discriminaciones.
Este nuevo ejército, se creó mediante la disolución del Ejército oficial de la República de Cuba, de origen constitucional. Lógicamente al servicio de los gobiernos de turno.

La gran mayoría de los miembros de este nuevo ejército, ahora llamado Ejército Rebelde, eran además de excombatientes, también de gentes que se incorporaron al momento del triunfo de la Revolución, o que procedían de la lucha clandestina y sin dudas también de una gran masa de oportunistas, que en último momento se subieron al tren de la Revolución.

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