REFLEXIONES PARA DESPUÉS DE LA PANDEMIA: ¿APRENDEREMOS ALGO?
AGUSTÍN MORENO
Cuando todo esto
acabe… Una de las preguntas más repetidas es ¿volveremos a las andadas o
seremos capaces de aprender algo? Está claro que nos costará superar la crisis
del coronavirus. Pero lo lograremos, aunque con un alto coste en muchos
terrenos: vidas, empleos, pérdidas económicas, retrocesos en bienestar social,
y toneladas de angustia y miedo. La gran cuestión es si volveremos o no al
mismo tipo de vida, al mismo modelo productivo y a un mercado de trabajo
precario, al mismo modelo de sociedad desigual, al ruido y a las prisas para
encaminarnos hacia el abismo medioambiental.
A un consumismo
demencial y antiecológico, a la superficialidad de las relaciones humanas, al embrutecimiento
personal en trabajos alienantes. Los clásicos del movimiento obrero ya
planteaban el dilema ”Socialismo o barbarie”, que sigue siendo válido, pero que
hoy se traduce también, como diría Murray Bookchin, en Ecología o catástrofe
(Virus, 2017) (NOTA 1). Porque si no somos capaces de sacar algunas enseñanzas
básicas de esta crisis donde se ha evidenciado que lo importante es la vida y
la salud, es que no tenemos arreglo como especie. Voy a señalar algunas de
ellas.
Lo realmente
importante es la vida y la salud. Por ello ha sido repugnante la actitud de los
conspicuos neoliberales Trump, Johnson y Bolsonaros que han antepuesto economía
a vida. Estamos viendo cómo se pierden vidas a chorro cada día, sin que seamos
capaces de evitarlo, con una sanidad y unos profesionales desbordados y con la
investigación reducida al mínimo cuando más se la necesita por aquello de que
“sin ciencia no hay futuro”. Todas las vidas son igual de valiosas y, en ese
sentido, no lo son menos las de las personas mayores a las que, desde una
lógica productivista, parecería que se las da por amortizadas. Más bien al
contrario, ellas que han sido las principales víctimas, son la memoria y la
experiencia acumulada de nuestras sociedades, los referentes en cada familia,
en las comunidades. El mejor tributo hacia ellos es que la dependencia sea un
derecho subjetivo y que la atención a nuestros mayores se haga desde el sector
público. Solo la apuesta por el bien común, la ciencia y la investigación, y la
planificación pública puede asegurar soluciones para las situaciones de
emergencia con más salud pública y una mayor equidad social.
Los servicios
públicos son esenciales para la comunidad. Esta crisis ha demostrado lo
imprescindible que es la sanidad pública y sus trabajadores. Los sanitarios se
han enfrentado a la pandemia del COVID-19 haciendo mucho más de lo que les
correspondía, sin medios suficientes, arriesgando con ello su vida, intentando
suplir con su esfuerzo y entrega los recortes que ha sufrido la sanidad
pública; olvidando generosamente la precariedad en la que muchos realizan su
labor y que ha llevado al Tribunal de Justicia de la Unión Europea a recriminar
a España (NOTA 2). La epidemia ha retratado a nuestro sistema sanitario, que no
es tan maravilloso como creíamos, después de los recortes y privatizaciones
aplicados, y así lo expresa el bajo dato de camas (y de camas UCI) frente a las
de Alemania o el estar a la cola de la UE en gasto sanitario público (NOTA 3).
Por ello la conclusión es evidente: la Sanidad tiene que ser Pública y no debe
estar sometida a recortes, a privatizaciones y sus trabajadores a la
precariedad. Y habrá que tener en cuenta, a la hora de votar, qué partidos
políticos se han dedicado a mutilar la sanidad pública y la han puesto contra
las cuerdas.
Es necesario un
potente Estado de Bienestar y una política fiscal que asegure progresividad y
suficiencia para su financiación y un reconocimiento social de la Función
Pública. Hay que agradecer su contribución a los servicios sociales, a los
trabajadores de las residencias de mayores, a las fuerzas de seguridad del
Estado, al personal de las tiendas de alimentación, de las farmacias, de los
transportes, a los agricultores… a todos los que garantizan que siga la vida y
son imprescindibles para la comunidad.
La educación es un
bien mayor a proteger. La reclusión de 8 millones de niños y niñas en su casa
ha puesto a prueba las relaciones familiares y ha producido que se valorara más
la función de la educación. “No entiendo por qué pagan tan poco al profesorado”,
decía una madre. Algunos padres también se han agobiado y darían lo que fuera
por poderles sacar fuera de casa. Menos mal que la capacidad de adaptación de
los niños, el buen trabajo de los progenitores y consejos como los que daba el
pedagogo Francesco Tonucci (NOTA 4) han ayudado en el confinamiento y son
absolutamente validos en todo momento y circunstancia. También se ha puesto a
prueba la posibilidad de seguir enseñando online. El profesorado y los centros
han hecho un esfuerzo enorme para intentar asegurarlo; aunque sea un parche,
porque la educación requiere de contacto, relación directa y afecto, ya que sin
ellos es más difícil que se produzca el aprendizaje. Esta situación ha puesto
de manifiesto la brecha digital que hay en los hogares españoles y que refleja
la desigualdad social.
Se puede vivir
mejor con menos. En estas semanas de confinamiento hemos sido capaces de
prescindir de muchas cosas, la mayoría superfluas, y hemos aprendido otras más
importantes. Que se puede pasar el día intentando resolver aquello que dejamos
a medias, cumpliendo deseos eternamente aplazados, leer y disfrutar de la
cultura hasta lograr romper los estrechos marcos de nuestras casas para
transportarnos lejos, muy lejos. Que el placer de compartir conversación, sinceridad,
emociones nos enriquece. Que se puede comer bien y de manera saludable y más
barata echándole imaginación y cooperando en los fogones. Muchas personas han
podido constatar que no echan de menos muchas rutinas consumistas y aditivas
que se practican a diario y, en este sentido, un buen ejercicio es hacer una
lista de cosas prescindibles. Quizá el decrecimiento es algo así, y no tan
difícil. Decía Pascal que “todas las desgracias del hombre se derivan de no
saber estar tranquilamente sentado y solo en una habitación”. Quizá ese es el
aprendizaje principal que hay que hacer construyendo otro orden de valores
éticos, culturales, productivos y de consumo; consiguiendo derechos de
ciudadanía como una renta básica universal (NOTA 5), otro modelo de trabajo y
un red de cobertura social que proteja a la población.
El valor de lo
común, de la solidaridad y los cuidados mutuos. Las situaciones límite sacan lo
mejor y lo peor del ser humano. De lo peor ha habido una serie de actuaciones
como la desleal oposición de una (ultra)derecha que si no está en el poder
considera unos intrusos a los que gobiernan; la especulación, el egoísmo
individualista y la estupidez. Pero han sido muchos los hechos donde ha
prevalecido la generosidad, la entrega, la profesionalidad, etc. Ya hemos
hablado de una serie de colectivos que han tenido una labor encomiable. Quería
por ello resaltar las pequeñas acciones que pasan más desapercibidas pero que
son la base de los cuidados de unos a los otros. Por citar un solo ejemplo de
los que ha habido: en el madrileño barrio de Vallecas ha funcionado una red
vecinal de apoyo a toda persona que lo necesitase durante la crisis del
coronavirus; sus objetivos se definían en su nombre: Somos Tribu, Plataforma de
Solidaridad y Apoyo Mutuo. Ha habido muchas otras (NOTA 6) y habrá que
consolidar las respuestas comunitarias.
La solidaridad debe
darse entre personas y entre países e instituciones. Si, por ejemplo, la Unión
Europea no es capaz de estar a la altura de las circunstancias con unos
coronabonos sin condiciones de austeridad, es muy probable que entre en crisis
como proyecto colectivo; o si no se aplican medidas de carácter socialista para
hacer frente a la crisis económica y proteger a la gente. Quizá esta es la
lección más convincente: la toma de conciencia de la fragilidad y la
interdependencia de los seres humanos, que los unos sin los otros no somos nada
y porque solo cuando Kropotkin se impone a Darwin está nuestra supervivencia
asegurada.
Aplicar estas
lecciones ante la emergencia climática. Porque no hace falta que veamos a la
Estatua de la Libertad semienterrada en la arena de la playa para saber que el
mundo que conocíamos se ha acabado. El principal punto del orden del día es la
lucha por toda la vida sobre el planeta. Hemos visto que, como consecuencia de
los confinamientos, ha mejorado la situación medioambiental en aspectos como la
reducción de la contaminación de las ciudades y o el ver a la fauna salvaje
paseándose por sus calles. Ello demuestra que si se le quita el pie del cuello
a la naturaleza ésta vuelve por sus fueros y que somos parte importante del
problema y también de la solución, siempre que queramos serlo.
Sin embargo,
podemos intuir que los globalizadores neoliberales están maquinando cómo
aprovechar la crisis del coronavirus. Naomi Klein nos advierte de un nuevo
tratamiento con la doctrina del shock cuando dice: “las élites entienden que
los momentos de crisis son su oportunidad de impulsar su lista de deseos” (NOTA
7). Por ello, es el momento de vincular la respuesta a la crisis del
coronavirus con la que hay que poner en marcha para evitar el colapso
climático, reduciendo el uso de combustibles fósiles y los desplazamientos,
potenciando el teletrabajo, no rescatando a empresas contaminantes si no se
reconvierten y recuperando el control público de bienes y servicios esenciales.
Como dice Bruno Latour, “si todo se detiene, todo puede ser cuestionado”;
añade: “lo último que necesitamos hacer es retomar de manera idéntica lo que
hacíamos antes” (NOTA 8) y nos propone un útil ejercicio individual y colectivo
de reflexión.
La principal
lección de la crisis del coronavirus es que hay que cambiar las prioridades a
partir de la respuesta objetiva a la pregunta ¿qué es lo realmente importante
para la Humanidad? No podemos volver de forma empeorada a lo mismo que antes, a
la crisis económica y social gestionada por los adoradores de Milton Friedman,
a la emergencia climática, a la absoluta incertidumbre en la que vivimos. Debe
producirse un cambio de paradigma para que el mundo cambie de base y se
organice, no al servicio del lucro de unas élites, sino del bien común, de un
planeta sano y de la protección y bienestar del ser humano.
NOTAS:
Murray Bookchin
https://www.ecologiapolitica.info/?p=10278 Virus, 2017
Unión Europea
https://www.lavanguardia.com/economia/20200319/474258165017/interinos-fijos-tjue-indemnizacion-plazas-sanidad-funcionarios-justicia.html
España a la cola en
gasto sanitario público
http://postdigital.es/nacional/espana-es-el-pais-de-la-union-europea-que-menos-invierte-en-sanidad-post45107/
Francesco Tonucci
https://www.facebook.com/100002607057686/posts/2904900449606828/?sfnsn=scwspwa&extid=TJCzenAr17c9EchV
Sin Permiso Una
renta básica universal https://www.cuartopoder.es/ideas/2020/03/23/remedios-de-masas-para-enfermedades-de-masas-una-renta-basica-de-urgencia-para-toda-la-poblacion/
María Fernández
Sánchez Cuarto Poder
https://www.cuartopoder.es/sociedad/2020/03/26/necesitas-ayuda-o-quieres-ofrecerla-crecen-las-redes-vecinales-ante-la-crisis-del-coronavirus/
Naomi Klein
https://contrainformacion.es/naomi-klein-las-elites-entienden-que-los-momentos-de-crisis-son-su-oportunidad-de-impulsar-su-lista-de-deseos/
Bruno Latour,
artículo original publicado el 30/03/20 en la revista AOC
https://aoc.media/opinion/2020/03/29/imaginer-les-gestes-barrieres-contre-le-retour-a-la-production-davant-crise/
Traducción en castellano:
http://www.bruno-latour.fr/sites/default/files/downloads/P-202-AOC-ESPAGNOL.pdf
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