VOLVERÁN LOS ABRAZOS
CARMEN CAÑADA GALLEGO
Desde que el
coronavirus llegó a nuestras vidas, los Servicios de Salud Mental le damos
vueltas a cómo ayudar a sostener el sufrimiento emocional derivado de esta
crisis sanitaria, humana, económica, social. El día a día desde la
Hospitalización Domiciliaria está siendo complicado. Las visitas a domicilio
son de lo poco que está recomendado así que seguimos trabajando a tope, las
personas a las que atendemos se multiplican por días. Antes de entrar en las casas
nos ponemos la mascarilla y el desinfectante. La gente nos recibe inicialmente
con desconfianza, llevar la cara tapada te mantiene a una distancia infinita de
las personas, nunca lo habíamos experimentado.
Hemos dejado de mostrar
sonrisas, asombro, miedo. Las entrevistas son difíciles pero la gente agradece
mucho que les visitemos en este duro periodo de aislamiento. Lucía y su marido
nos conocen desde hace años pero al llegar no atinan a saber quiénes somos con
las mascarillas. Nos las bajamos un instante para que estén tranquilos, nos
reconocen y sonríen, rápidamente el clima cambia. Sonia nos cuenta que sus
vecinos cantan juntos “Resistiré, para seguir viviendo”. Ella está convencida
de que la vigilan y se queda parada escuchando, inmóvil, sin poder cantar. Al
final de la entrevista nos dice que le encantaría poder cantarla con ellos, que
siente mucho miedo de todo lo que pueda ocurrir y que pasa gran parte del día
limpiando para no contagiarse. Violeta nos llama antes de que lleguemos para
decirnos que ha pensado que es mejor que pasemos a su casa sin zapatos para
estar más segura, a la entrada nos tiene preparada una alfombrita donde
dejarlos. Lola nos cuenta que han ingresado a su prima, que está muy malita.
Nos dice impactada que hace poco estaba de viaje con unas amigas en Francia.
Todos nos cuentan cómo llevan el encierro en casa, la angustia de no poder
salir, de no saber cuánto va a durar esto. Yo sólo tengo ganas de darles un
abrazo que no llega.
Salimos de las
casas y a veces lloramos. Nosotros no estamos exentos del miedo, de la
incertidumbre, de la soledad. En nuestras casas también suceden historias
parecidas. Y nuestros equipos se modifican día a día. Hay gente que tiene que
darse de baja porque se contagia, otras que se van al hospital porque se
necesitan personas que se encarguen de atender a los pacientes con coronavirus.
Las recomendaciones sanitarias son cambiantes y de forma estrepitosa vamos
dando giros en la reorganización de los equipos, en las intervenciones que
podemos hacer. Nos buscamos la vida y reinventamos formas de acercarnos y
acompañar a la gente que sufre.
Ayer cerraron
nuestra planta de psiquiatría y la planta de pediatría para alojar a más
pacientes ingresados por coronavirus. Es horrible ver cómo el hospital público
se desborda. Ahí hemos nacido y crecido como profesionales, conocemos sus
rincones, sus trampas, sus secretos. Conocemos lo que ha sufrido en los últimos
años de gobiernos de derechas que se han encargado de desmantelarlo y reforzar
la sanidad privada. Esos lugares que en estos momentos de urgencia, de crisis,
no están para arrimar el hombro y que aguardan tranquilos esperando volver a
lucrarse de las enfermedades rentables, de las fáciles, de las que no suponen
un reto. Eso sí, una vez que todo esto pase. Nuestros pacientes han sido
trasladados a unidades monográficas de Salud Mental y el hospital se ha
convertido en un hervidero de coronavirus, miedo, muerte y llanto. Está siendo
durísimo vivirlo, impensable, es como si se estuviera derrumbando nuestra casa.
Sólo me alivia saber que estamos juntos en esto.
A las 20:00 de la
tarde aplaudimos con fuerza. Es el momento del día en el que consigo llorar de
verdad, os admiro compañeros. Sois enormes, valientes, tenéis un corazón
gigante, gracias por todo. Sólo tengo ganas de abrazaros. De llorar con
vosotros como llora la gente que se quiere, junta. Sin distancias, sin
mascarillas, con menos miedo. Sueño con ello y me tranquiliza pensar que algún
día, volverán los abrazos.
Carmen Cañada
Gallego
Psiquiatra de
Hospitalización Domiciliaria
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