VÍCTOR RAMÍREZ, TRADUCIDO AL ITALIANO ("Ognuno trascina la sua
ombra", versión italiana del relato "Cada cual arrastra su
sombra")
POR ELENA LIVERANI.
La historia que
aquí ofrecemos al lector italiano es el texto de presentación de Víctor Ramírez
(nacido en 1944 en San Roque, barrio de Las Palmas de Gran Canaria, maestro de
profesión), jefe de fila de un nutrido grupo de escritores que, a partir de los
años 70, han dado vida a un importante florecimiento de la narrativa en las
Islas Canarias.
Y la vasta
producción sucesiva constituida hasta
ahora por varias colecciones de relatos y cuatro novelas no ha hecho más que
confirmar el alto valor de la escritura de Ramírez, original e icástico
intérprete de la realidad de los suburbios de la ciudad y de los campos y del
mar de su archipiélago, dotado de una pluma feliz y sensible, de una humanidad
fuertemente solidaria y de gran maestría analítica.
Además conviene
recordar su actividad como periodista (sus cáusticos artículos en el
"Diario de Las Palmas" están reunidos en varios volúmenes) y como
autor, junto a Rafael Fran¬quelo, de importantes antologías pioneras de la
literatura cana¬ria.
En Italia han aparecido,
bajo los auspicios de Danilo Mane¬ra, "Sabbia Bionda" (Biblioteca del
Vascello, Roma, 1992) y una larga entrevista, "La solidarietà comincia con
la vita", en la revista "Linea d'Ombra", n. 62 (1991), pp.
57-60.
*
Más allá de los
problemas críticos que permanecen abiertos en torno a la definición de una
"literatura canaria" distinta de la española de la península ibérica
y caracterizada por elementos tales como la insularidad, las influencias
atlánticas y africa¬nas, el mestizaje cultural, la relación directa con América
Latina, etcétera, la aparición de autores de personalidad fuerte¬mente radicada
en el archipiélago (sin ser por esto localistas) coincide con la voluntad de
recuperar la propia conciencia histórico-cultural por parte de una sociedad aquejada
de rápidos procesos de transformación y deseosa de desvincularse de la imagen
folclórico-turística que ha sufrido pasivamente durante mucho tiempo.
No es por azar que "Cada cual
arrastra su sombra" figure entre los títulos de la colección
"Biblioteca Básica Canaria", publicada por el gobierno de la
Comunidad Autónoma de Canarias, iniciativa editorial que pretende propiciar tal
proyec¬to. De esta segunda edición, de 1989, precedida de un denso ensayo del
mayor estudioso de Ramírez, Angel Sánchez, nos hemos servido para la presente
versión.
*
Pero desde la
primera edición en 1971, en las letras de imprenta de la editorial Inventarios
Provisionales, "Cada cual arrastra su sombra" de Víctor Ramírez ha
estado considerado como texto representativo no sólo del nacimiento de una
narrativa de verdad autóctona, sino también de la realidad sociopolítica del
proletariado canario.
En los "riscos", la magmática
periferia de las mayores concentraciones urbanas, las dinámicas sociales
conservadoras conviven de hecho con el intento, o el deseo mal asimilado, de integración en horizontes que
cambian de forma rápida y radical.Y la pugna entre la postal idílica de las
Islas Canarias y la realidad, con frecuencia culturalmente desposeída, continúa
siendo notable todavía hoy.
El largo relato es
articulado en treinta y siete bloques separados gráficamente, que bien pronto
tienden a asumir una andadura ternaria: un narrador externo a la historia
persigue el peregrinar melancólico y catártico de dos borrachos. Las voces de los
dos, estilísticamente bien distinguibles, se alternan en soliloquios que
remiten empero explícitamente a la presencia de un oyente, el otro borracho.
Hecha excepción de los STRALCI
(intervenciones, arreglos, ajustes) en la conversación referidas al narrador en
tercera persona, entre los dos, en efecto, no se establece jamás un verdadero y
propio diálogo, como evidencia la frase final de los dos últimos bloques, con
la paralela pregunta que los dos compañeros se dirigen recíprocamente:
"Por cierto, ¿cómo dijiste que te llamabas?".
*
El marco de la
narración parece entonces responder a la exigencia de representar un proceso de
comunicación menguado o escaso; Blasín y su compañero, del cual no se dice el
nombre, son hombres atormentados y sufridos que aceptan, no sin una cierta
repugnancia inicial, desahogar las propias angustias frente a un interlocutor
que reconocen homólogo, porque está igualmente derrotado.
Los dos son plenamente conscientes de
que esto de enseñar parte de sí mismos a otro no les hará sentirse menos
extraños de cuanto se sentían antes, ni habrá otra finalidad que la de liberar
el propio ánimo aunque sea a costa de contagiar el ajeno de una profunda
amargura, a la espera de que una pena mayor ataque más fuerte que la
precedente.
La frustración del proceso comunicativo
no invalida empero la consciencia de esta exigencia: "Cada cual arrastra
su sombra", como reza el título, "que haya luz, haya penumbra,
siempre habrá una sombra que se arrastre ... y en la tiniebla todo será sombra,
y tu sombra ya no es tuya, eres tu mismo".
La humanidad que el
autor describe se siente oprimida: su libertad es sometida a la maldición de
ganar¬se el pan con el sudor de su frente, y ésta es su desgracia. Pero es
precisamente este destino típico de la realidad marginal el que activa
mecanismos de solidaridad. Y los actos de fraternidad y rebelión son los que
Ramírez augura que nacerán de sus libros; como declara, en efecto, en la citada
entrevista, la soledad puede ser solidaria: "Soy solo, pero no estoy solo".
*
Las historias de
los dos borrachos ahondan en sus raíces con la urgencia más íntima e instintiva
de definirse sexual y social¬mente. Por una parte, Blasín explica el problema
por el cual se ha debido convertir en un Hamlet de barrio: la madre, viuda, es
víctima de los hostigamientos sexuales del equívoco y canalla jefe del barrio,
el Rimero.
A Blasín esto le viene revelado
oficialmente por la comadre del lugar; tropieza con el hombre que sale de su
casa con porte arrogante; escucha con desagrado el FLUSSO eruptivo de las
confesiones de su madre que, creyéndose sola, llega a revelarle sin ambages que
el Rimero es responsable de la muerte del marido; y Blasín, que no puede y no
quiere ignorar el problema, irrumpe en escena en defensa del honor de la madre,
de las hermanas por casar y del suyo.
Asumirá su deber y agredirá
públicamente al Rimero. Pero el punto de apoyo del relato no son los sucesos sino su aflicción
interior, el arraiga¬do sentido de incapacidad para realizar el acto que el
código social le impone.
La naturaleza del
problema del otro personaje es análoga: al regresar de un largo período de
trabajo en el desierto con el único deseo de ver a la novia, la sorprende en
una situación que considera ambigua.
Sin embargo, siendo cons¬ciente de
tener reacciones dictadas exclusivamente por la pri¬mariedad de sus instintos,
la abandona, para luego ceder nueva¬mente al sentimiento. Pero cuando llega el
anhelado día del fatídico sí, se encuentra nuevamente con la dura realidad de
no ser cierta la pureza de ella.
*
No puede más que
dejarla otra vez, pero al fin del relato está de nuevo dispuesto a volver a
ella a pedirle perdón. Así pues, ambos borrachos parecen buscar la plena
consciencia de sí en un gesto de resarcimiento.
Y en un mundo condicionado por la
estructura matriarcal el camino de la auto¬afirmación parece transitar
obligatoriamente por un gesto marca¬damente viril. Pero la posibilidad de
eludir el atávico sentido de inseguridad y de desazón es sólo una quimera.
Los dos son
personajes iracundos e instintivos y sus laceraciones internas son, en efecto,
casi siempre puestas de manifiesto eficazmente por elementos sensoriales y
corporales pero tienen miedo de su propia rabia. Son, por decirlo con Ramírez,
"cobardes orgullo¬sos" (Cuentos cobardes es el título de una
colección en la cual el autor inserta también "Cada cual arrastra su
sombra").
Es en este sentido que el texto espejo
de un microcosmo limitado y asfixiante asume una mayor amplitud de intención:
es una respon¬sabilidad colectiva en la inenmendable vileza que parece
caracte¬rizar la psicología de estos isleños.
Mas Ramírez es vitalista y optimista,
además de INDEPENDENTISTA y anárquico, y confía en el hecho de que habrá
siempre alguno capaz de rebelarse reivindican¬do la libertad propia y la de
todos.
*
Al describir este
grupo social, Ramírez evita el riesgo de caer en la trampa de una fabulación
tradicional, verista y cos¬tumbrista, replegada sobre sí misma, sirviéndose -en
su lugar- de innovaciones importantes a nivel estructural y expresivo.
La fragmentación del discurso en
bloques separados casi fija y secunda la alternancia de diversas voces y
perspectivas que a su vez unen de forma fluida descripciones, diálogos,
monólogos. El autor además articula sabiamente varios planos temporales, entre
flashback y saltos, primeros planos y fondo.
En fin, la
escritura de Ramírez revela su particular riqueza, sobre todo en el campo
linguístico: intérprete y valorizador del habla popular de los barrios
humildes, el autor pinta esta variedad lingüística con diminutivos, canarismos,
expresiones coloquiales y neologismos, obteniéndo así lo que se define como
"retórica pasional", con una sintaxis en continuo movimiento.
Capta con gran sensibilidad una
variedad ya de por sí abundante, transgresiva y emotiva, impri¬miéndole su
marca personal y su intento lúdico de conseguir una lengua corpulenta,
fuertemente evocativa, capaz de alejarse transversalmente con gran exuberancia
para alcanzar a los menos SCONTATI campos semánticos.
Una lengua,
entonces, no testimonio, sino protagonista de los procesos creativos.
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