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martes, 31 de marzo de 2020

VÍCTOR RAMÍREZ, TRADUCIDO AL ITALIANO


VÍCTOR RAMÍREZ, TRADUCIDO AL ITALIANO ("Ognuno trascina la sua ombra", versión italiana del relato "Cada cual arrastra su sombra")
POR ELENA LIVERANI.
La historia que aquí ofrecemos al lector italiano es el texto de presentación de Víctor Ramírez (nacido en 1944 en San Roque, barrio de Las Palmas de Gran Canaria, maestro de profesión), jefe de fila de un nutrido grupo de escritores que, a partir de los años 70, han dado vida a un importante florecimiento de la narrativa en las Islas Canarias.

Y la vasta producción sucesiva  constituida hasta ahora por varias colecciones de relatos y cuatro novelas no ha hecho más que confirmar el alto valor de la escritura de Ramírez, original e icástico intérprete de la realidad de los suburbios de la ciudad y de los campos y del mar de su archipiélago, dotado de una pluma feliz y sensible, de una humanidad fuertemente solidaria y de gran maestría analítica.
Además conviene recordar su actividad como periodista (sus cáusticos artículos en el "Diario de Las Palmas" están reunidos en varios volúmenes) y como autor, junto a Rafael Fran¬quelo, de importantes antologías pioneras de la literatura cana¬ria.
En Italia han aparecido, bajo los auspicios de Danilo Mane¬ra, "Sabbia Bionda" (Biblioteca del Vascello, Roma, 1992) y una larga entrevista, "La solidarietà comincia con la vita", en la revista "Linea d'Ombra", n. 62 (1991), pp. 57-60.

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Más allá de los problemas críticos que permanecen abiertos en torno a la definición de una "literatura canaria" distinta de la española de la península ibérica y caracterizada por elementos tales como la insularidad, las influencias atlánticas y africa¬nas, el mestizaje cultural, la relación directa con América Latina, etcétera, la aparición de autores de personalidad fuerte¬mente radicada en el archipiélago (sin ser por esto localistas) coincide con la voluntad de recuperar la propia conciencia histórico-cultural por parte de una sociedad aquejada de rápidos procesos de transformación y deseosa de desvincularse de la imagen folclórico-turística que ha sufrido pasivamente durante mucho tiempo.
         No es por azar que "Cada cual arrastra su sombra" figure entre los títulos de la colección "Biblioteca Básica Canaria", publicada por el gobierno de la Comunidad Autónoma de Canarias, iniciativa editorial que pretende propiciar tal proyec¬to. De esta segunda edición, de 1989, precedida de un denso ensayo del mayor estudioso de Ramírez, Angel Sánchez, nos hemos servido para la presente versión.
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Pero desde la primera edición en 1971, en las letras de imprenta de la editorial Inventarios Provisionales, "Cada cual arrastra su sombra" de Víctor Ramírez ha estado considerado como texto representativo no sólo del nacimiento de una narrativa de verdad autóctona, sino también de la realidad sociopolítica del proletariado canario.
         En los "riscos", la magmática periferia de las mayores concentraciones urbanas, las dinámicas sociales conservadoras conviven de hecho con el intento, o el deseo mal  asimilado, de integración en horizontes que cambian de forma rápida y radical.Y la pugna entre la postal idílica de las Islas Canarias y la realidad, con frecuencia culturalmente desposeída, continúa siendo notable todavía hoy.

El largo relato es articulado en treinta y siete bloques separados gráficamente, que bien pronto tienden a asumir una andadura ternaria: un narrador externo a la historia persigue el peregrinar melancólico y catártico de dos borrachos. Las voces de los dos, estilísticamente bien distinguibles, se alternan en soliloquios que remiten empero explícitamente a la presencia de un oyente, el otro borracho.
         Hecha excepción de los STRALCI (intervenciones, arreglos, ajustes) en la conversación referidas al narrador en tercera persona, entre los dos, en efecto, no se establece jamás un verdadero y propio diálogo, como evidencia la frase final de los dos últimos bloques, con la paralela pregunta que los dos compañeros se dirigen recíprocamente: "Por cierto, ¿cómo dijiste que te llamabas?".
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El marco de la narración parece entonces responder a la exigencia de representar un proceso de comunicación menguado o escaso; Blasín y su compañero, del cual no se dice el nombre, son hombres atormentados y sufridos que aceptan, no sin una cierta repugnancia inicial, desahogar las propias angustias frente a un interlocutor que reconocen homólogo, porque está igualmente derrotado.
         Los dos son plenamente conscientes de que esto de enseñar parte de sí mismos a otro no les hará sentirse menos extraños de cuanto se sentían antes, ni habrá otra finalidad que la de liberar el propio ánimo aunque sea a costa de contagiar el ajeno de una profunda amargura, a la espera de que una pena mayor ataque más fuerte que la precedente.
         La frustración del proceso comunicativo no invalida empero la consciencia de esta exigencia: "Cada cual arrastra su sombra", como reza el título, "que haya luz, haya penumbra, siempre habrá una sombra que se arrastre ... y en la tiniebla todo será sombra, y tu sombra ya no es tuya, eres tu mismo".

La humanidad que el autor describe se siente oprimida: su libertad es sometida a la maldición de ganar¬se el pan con el sudor de su frente, y ésta es su desgracia. Pero es precisamente este destino típico de la realidad marginal el que activa mecanismos de solidaridad. Y los actos de fraternidad y rebelión son los que Ramírez augura que nacerán de sus libros; como declara, en efecto, en la citada entrevista, la soledad puede ser solidaria: "Soy solo, pero no estoy solo".  
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Las historias de los dos borrachos ahondan en sus raíces con la urgencia más íntima e instintiva de definirse sexual y social¬mente. Por una parte, Blasín explica el problema por el cual se ha debido convertir en un Hamlet de barrio: la madre, viuda, es víctima de los hostigamientos sexuales del equívoco y canalla jefe del barrio, el Rimero.
         A Blasín esto le viene revelado oficialmente por la comadre del lugar; tropieza con el hombre que sale de su casa con porte arrogante; escucha con desagrado el FLUSSO eruptivo de las confesiones de su madre que, creyéndose sola, llega a revelarle sin ambages que el Rimero es responsable de la muerte del marido; y Blasín, que no puede y no quiere ignorar el problema, irrumpe en escena en defensa del honor de la madre, de las hermanas por casar y del suyo.
         Asumirá su deber y agredirá públicamente al Rimero. Pero el punto de apoyo del  relato no son los sucesos sino su aflicción interior, el arraiga¬do sentido de incapacidad para realizar el acto que el código social le impone.

La naturaleza del problema del otro personaje es análoga: al regresar de un largo período de trabajo en el desierto con el único deseo de ver a la novia, la sorprende en una situación que considera ambigua.
         Sin embargo, siendo cons¬ciente de tener reacciones dictadas exclusivamente por la pri¬mariedad de sus instintos, la abandona, para luego ceder nueva¬mente al sentimiento. Pero cuando llega el anhelado día del fatídico sí, se encuentra nuevamente con la dura realidad de no ser cierta la pureza de ella.
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No puede más que dejarla otra vez, pero al fin del relato está de nuevo dispuesto a volver a ella a pedirle perdón. Así pues, ambos borrachos parecen buscar la plena consciencia de sí en un gesto de resarcimiento.
         Y en un mundo condicionado por la estructura matriarcal el camino de la auto¬afirmación parece transitar obligatoriamente por un gesto marca¬damente viril. Pero la posibilidad de eludir el atávico sentido de inseguridad y de desazón es sólo una quimera.

Los dos son personajes iracundos e instintivos y sus laceraciones internas son, en efecto, casi siempre puestas de manifiesto eficazmente por elementos sensoriales y corporales pero tienen miedo de su propia rabia. Son, por decirlo con Ramírez, "cobardes orgullo¬sos" (Cuentos cobardes es el título de una colección en la cual el autor inserta también "Cada cual arrastra su sombra").
         Es en este sentido que el texto espejo de un microcosmo limitado y asfixiante asume una mayor amplitud de intención: es una respon¬sabilidad colectiva en la inenmendable vileza que parece caracte¬rizar la psicología de estos isleños.
         Mas Ramírez es vitalista y optimista, además de INDEPENDENTISTA y anárquico, y confía en el hecho de que habrá siempre alguno capaz de rebelarse reivindican¬do la libertad propia y la de todos.
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Al describir este grupo social, Ramírez evita el riesgo de caer en la trampa de una fabulación tradicional, verista y cos¬tumbrista, replegada sobre sí misma, sirviéndose -en su lugar- de innovaciones importantes a nivel estructural y expresivo.
         La fragmentación del discurso en bloques separados casi fija y secunda la alternancia de diversas voces y perspectivas que a su vez unen de forma fluida descripciones, diálogos, monólogos. El autor además articula sabiamente varios planos temporales, entre flashback y saltos, primeros planos y fondo.

En fin, la escritura de Ramírez revela su particular riqueza, sobre todo en el campo linguístico: intérprete y valorizador del habla popular de los barrios humildes, el autor pinta esta variedad lingüística con diminutivos, canarismos, expresiones coloquiales y neologismos, obteniéndo así lo que se define como "retórica pasional", con una sintaxis en continuo movimiento.
         Capta con gran sensibilidad una variedad ya de por sí abundante, transgresiva y emotiva, impri¬miéndole su marca personal y su intento lúdico de conseguir una lengua corpulenta, fuertemente evocativa, capaz de alejarse transversalmente con gran exuberancia para alcanzar a los menos SCONTATI campos semánticos.
Una lengua, entonces, no testimonio, sino protagonista de los procesos creativos.

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