HAY QUE REÍRSE
JUAN CARLOS ESCUDIER
Más allá de la
última encuesta del CIS, que nunca defrauda a los amantes de la sátira, y de lo
acaecido en Callosa del Segura, donde una señora se ha adueñado de un
cargamento de satisfyer que ha repartido entre sus vecinas en una acción que
nadie llamaría hurto sino expropiación justificada o ejercicio del legítimo
derecho a la búsqueda de la felicidad, numerosos sucesos del día a día combaten
el pesimismo existencial que nos ha acompañado desde que Cuba y Filipinas se
perdieron para la causa. Si en algún momento se pudo hablar de España como
tragedia, hoy lo correcto sería vivirla como sainete.
No hay que hacer
mucho caso de los augures del desastre, incapaces de apreciar los delicados contornos
de nuestra parodia nacional. La verdadera confabulación es la de la risa y
nuestro único peligro es el que se nos desencaje la mandíbula, se nos perfore
el esófago por las contracciones de las carcajadas o, a mayores, caer presos de
la llamada enuresis risoria, nombre técnico para definir aquello de mearnos en
los pantalones.
Quien no haya
sucumbido a la comedia de enredo de Ábalos en el aeropuerto en su genial remedo
a la inversa de Aterriza como puedas, tendrá que rendirse ante la querella de
PP y Vox por desobediencia y prevaricación contra el ministro en la que piden,
no sólo que se le tome declaración sobre su encuentro en la tercera fase con el
populismo bolivariano sino que se visionen las cintas del aeropuerto para
determinar con exactitud si algún pie de la vicepresidenta venezolana pisó
suelo español en un homenaje a ese poema fetichista de Neruda que decía así:
“Cuando no puedo mirar tu cara/ miro tus pies/ Tus pies de hueso arqueado, tus
pequeños pies duros (…) Pero no amo tus pies sino porque anduvieron/ sobre la
tierra y sobre/ el viento y sobre el agua/ hasta que me encontraron”.
Lo de Quim Torra
merece mención aparte. El honorable de la Generalitat no es que sea gracioso;
es que es la reencarnación de Arniches el tío. En su última actuación pública
se ha propuesto imitar el anuncio de ING sobre el banco no banco y como
presidente no presidente ha logrado convocar las elecciones no elecciones.
Nuevamente, el PP ha querido seguir la gracia con otro anuncio: el de una
querella por usurpación de funciones basada en una sentencia no sentencia del
Tribunal Supremo que, al parecer, le inhabilita como presidente pero que, por
el momento, no existe.
¿El Gobierno? Pues
unos cachondos, para qué nos vamos a engañar. En sus últimas idas y venidas se
nota la mano de su vicepresidente para asuntos capilares, más conocido como el
vendedor de crecepelo de Moncloa o, simplemente, Maquiavelito. Más divertido
aún que el anuncio de posponer hasta después de las elecciones no elecciones en
Cataluña la reunión de la Mesa de Diálogo entre el Ejecutivo y la Generalitat
-compromiso nuclear del pacto con ERC que permitió la investidura de Pedro
Sánchez- ha sido el ‘si hay que ir se va’ del citado después de que Gabriel
Rufián le cantara en Moncloa las cuarenta y las veinte en bastos por la
tomadura de pelo en fase de tentativa. Se trata en cualquier caso de una
maniobra insólita para demostrar a los que negaban que el independentismo
manejara las riendas todo lo equivocados que estaban, pero con humor oscuro
tirando a negro. Luego querrán que Alfonso Guerra concilie el sueño o se nos
haga antropólogo para verse con Torra sin remordimientos.
De Berlanga ha sido
también el frustrado intento de Puigdemont de integrarse en el grupo de Los
Verdes en el Parlamento Europeo cuando todo el mundo sabe que su color
preferido es el amarillo. El estrambote ha sido la carta con la que el de
Waterloo y Comín anunciaban su marcha atrás, sin informar de ella a la diputada
de ERC que había tramitado la más colorista de sus peticiones. “Lo último que
quisiéramos es entrar en un grupo después de un proceso que haya podido
provocar graves discrepancias entre algunos de sus miembros y que nuestra
aceptación sea un elemento de discordia política”, explicaban. Enuresis
completa.
Y por si no
teníamos bastante, llegaba Inés Arrimadas con el entremés de la semana. En su
retorno al “centro liberal de progreso, moderno y reformista”, fiel de la
balanza entre rojos y azules, la futura lideresa de Ciudadanos se abría a una
candidatura conjunta con el PP en Cataluña. Hacer transbordo en el PP en el
viaje a la centralidad indica que se habían pasado tanto de parada que cuando
quisieron despertarse estaban al final de la línea y con Girauta roncando como
una morsa.
España es un
sainete. Mientras el mundo entero se pone una mascarilla para evitar que un
virus le contagie, nuestro embajador en China ha seguido tan ricamente de
vacaciones, que no hay que dramatizar con las alertas internacionales. Su
colega en Londres debería haberle imitado ahora que llega el Brexit con las
campanadas de medianoche. Somos el país de la astracanada y si algo echamos en
falta es una reposición perpetua de La venganza de Don Mendo en Cine de barrio.
Ríanse sin temor a la incontinencia.
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