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miércoles, 26 de febrero de 2020

EL INCREÍBLE PARTIDO MENGUANTE


EL INCREÍBLE PARTIDO MENGUANTE
JUAN CARLOS ESCUDIER
A algunos partidos les ocurre lo que al protagonista de El increíble hombre menguante. Basta con atravesar una niebla radiactiva o, como suele ser más habitual, con tomar malas decisiones para que su cuerpo electoral encoja y se jibarice hasta casi volatilizarse. La escena más memorable de la película es el combate entre el minúsculo Scoott y una araña que, a su escala, es de porte ciclópeo. ¿Debería haber luchado con la aguja o le hubiera ido mejor negociando una alianza con el monstruo de ocho patas? Pues bien, en un absurdo giro del guión original, eso último es lo que desde su altura liliputiense está haciendo Ciudadanos con el PP.



Hay quien cree que los errores son pasos inevitables que conducen a la revelación, pero lo habitual es que solo sean disparos en el pie que alcanzan el masoquismo cuando se reiteran. Salvo Colón, que puso rumbo a las Indias y descubrió América, no se conocen en la historia pifias semejantes que compensen la estupidez inicial. Lo normal, de hecho, es que repetir los despropósitos sea signo de tener menos luces que el tren de la bruja y así es como ahora mismo están los chicos de la averiada naranja mecánica: completamente a oscuras y elogiando a lo tonto su ceguera.

No hay que ser una eminencia analítica para atribuir el desplome electoral de Ciudadanos a su enloquecida carrera hacia la derecha y sus incomprensibles alianzas. Como tampoco hay que ser muy avispado para entender que no se pueden esperar resultados diferentes haciendo exactamente lo mismo, sobre todo ahora que el hombretón de ataño es un playmobil. Las arañas, incluso las que hacen tratos, terminan por exprimir los jugos a sus víctimas porque está en su naturaleza y en sus planes.

Este insensato sostenella y no enmendalla se produce además en pleno proceso de transición desde el hiperliderazgo de Albert Rivera, que dice Begoña Villacís que está como unas castañuelas disfrutando de su paternidad, al debate existencial que debería darse en su próximo congreso. ¿Es mejor ser bisagra o el pito del sereno? ¿El centro liberal consiste en servir de báculo al PP y bailar tangos muy apretados con Vox? ¿Abascal es un hombre estupendo, como afirma el nuevo cabeza de lista de su coalición en Euskadi, y solo aunando esfuerzos con la ultraderecha se puede confrontar mejor con el Gobierno ‘fasciocomunista? ¿La mejor forma de alzarse entre rojos y azules es convertirse en un pitufo? He ahí sus dilemas shakesperianos.

El ininteligible -por dilatado- proceso precongresual de Ciudadanos está resultando más manipulado que algunas de sus democráticas primarias. Resulta un tanto escandaloso que su gestora, elegida a mayor gloria de Inés Arrimadas, tome decisiones que comprometen el rumbo del partido, sin que pueda alegarse su necesidad para asegurar la viabilidad futura o, a mayores, la propia supervivencia. ¿Imponer coaliciones con el PP de las que únicamente se conocen los puestos a repartir en vez del programa no es atar de pies y manos a los compromisarios que deberían pronunciarse sobre el camino a seguir?

La escenificación este lunes del duelo entre la corajuda Arrimadas y el crítico Igea ante las cámaras ha sido lo más parecido a las perfomances de Rivera cuando en los debates sacaba de su chistera baldosas en vez de conejos. ¿Qué tipo de liderazgo puede esperarse de esta mujer que es capaz de preparar una encerrona a su potencial contrincante para acusarle en público de querer repartirse en un despacho los puestos de la Ejecutiva? ¿Esa es su manera de unir al partido?

No parece que la consunción de Ciudadanos sea reversible. El enflaquecimiento continuará porque lo que se ha perdido es músculo y, sobre todo, cerebro. Perecerá fundido con el éter o aplanado por un pisotón, que es el triste final de muchos insectos.

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