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jueves, 23 de enero de 2020

PADRES PROPIETARIOS


PADRES PROPIETARIOS
GERARDO TECÉ
La mala noticia es que volvemos a estar enredados por la enésima ocurrencia de la cúpula de la extrema derecha. La buena, que ahora podemos dibujar con más detalle el desconcertante perfil de ese padre maleducado que entiende al educador como un empleado doméstico al que gritarle cómo debe hacer su trabajo. El profesorado entendido como la extensión de la dominicana que te viste al crío por las mañanas. No hay mal que por bien no venga. “No consigo que pongan las tildes, voy a conseguir que se hagan maricones”, resumía en redes sociales un profesor sevillano el jaleo provocado por la derecha y su repentina necesidad, cuarenta años y siete reformas educativas después, de un pin parental con el que poder vetar cierta parte del mundo a los niños escriturados a su nombre. El término elegido para la ocurrencia –pin parental– da algunas pistas sobre la actitud con la que estos propietarios de críos afrontan una problemática sacada de la chistera: pulsas el botón de limitarle contenidos desde el sofá y listo.



La medida promovida en Murcia por Vox ha sido abrazada por el PP nacional como solo se abrazan las cosas que amas de verdad. De un tiempo a esta parte, esto no es noticia. Vox se ha convertido en el principal camello de un Pablo Casado que compra cualquier producto –por tóxico que sea– que el partido fascista ponga en el mercado político. También la actitud grotesca se compra. Una actitud y unas formas que llevan al Partido Popular a hablar de Cuba o Stalin para exigir libertad ante una ley educativa aprobada por el Gobierno de Rajoy en 2013. Sería un chiste si no fuera una diarrea mental. Para 2021, calculo que Vox propondrá acabar con las plazas reservadas a discapacitados y entonces Casado se sumará subiendo la apuesta: exijo mi libertad de poder aparcar encima de la acera aunque le pese al comunismo.

Que todo esto del pin parental sea una ocurrencia no le quita importancia. Todas y cada una de las ocurrencias Made In La Caverna tienen su importancia por el peligro social que suponen. El principal, para los propios afectados, hijos de padres echados al monte sin culpa de que sus padres quieran politizar el aula porque el partido en el que militan calienta banquillo. Si la medida se implantase, los alumnos, propiedad de menganito el de Vox y fulanito el del PP, deberían salir del sistema educativo cada vez que en él se trabajasen los contenidos relacionados con la convivencia y reglados en la ley educativa: “Vamos a hablar de respeto al prójimo, si tus padres votan a la derecha, por favor, abandona el aula”. La medida también afecta a la autoridad del profesorado. Esa autoridad tan dañada y, sin embargo, tantas veces reclamada por algunos, siempre y cuando autoridad signifique el sargento chusquero gritando y no el profesor formado que enseña respeto y convivencia. Quienes defienden el derecho a aislar a sus hijos del siglo XXI y su diversidad no hacen más que alimentar el problema del que se quejan: la existencia de este tipo de contenidos en la educación pública. Si no quieren un sistema escolar que “adoctrine”, tienen la solución en su mano: respeten y enseñen respeto en casa, así no hará falta enseñarlo en el colegio.

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