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lunes, 20 de enero de 2020

LA UTILIZACIÓN COLONIALISTA DE "BENITO PÉREZ GALDÓS"


 LA  UTILIZACIÓN  COLONIALISTA  DE  
"BENITO PÉREZ GALDÓS"
POR VÍCTOR RAMÍREZ
            Viniste, pariente, con un libro en la mano izquierda. Te sentaste sobre la alfombra y me pediste que bajara el volumen de la radio, que te prestase atención. Ya traías marcado por dónde abrir el libro, y leíste con voz diáfana rotunda:
"Tuvo lugar el viaje a la finca del Monte, el día que a don Pedro tanto atemorizaba, el día de Año Nuevo". "Frente a la finca hay otra, mediante el camino, que pertenece a la familia de don Benito Pérez Galdós, cuyo padre ganó la propiedad de aquellas tierras con la leva que hizo, a pesar del fuero de sangre de que Canarias gozaba, para ir al encuentro del francés a primeros del siglo XIX".

         Te dije que ya lo había yo leído antes que tú, y que también me sorprendí. Eso está escrito en la página 168 de la novela Las luces de la noche sin fin, editada por Benchomo en 1992 con el número quince de la Biblioteca de Obras Canarias. Su autor es el compatriota grancanario Rafael Mesa y López; prologó y cuidó la edición nuestro Pablo Quintana -firmándose Áfrico Amazik.
         En la primera parte de la novela el protagonista, Pedro Trujillo, vive en París pobre y bohemio, pintando y disfrutando su juventud veinteañera. Al final queda ciego por fulminante infección ocular y ha de regresar a Las Palmas de Gran Canaria, don-de había nacido. Su acomodada familia vive en la Plaza de Santo Domingo, de Vegueta.

         Regresará Pedro Trujillo con dos de sus amigos de arte y dispendios vitalistas allá en Paris. Abo-rrece él la existencia mezquina que se vive aquí; por eso no regresaba. Tuvo que hacerlo casi a la fuerza. Llegó a pensar que era preferible haberse quedado en París, mendigando como ciego en la puerta de cualquier iglesia o recorriendo parques y bulevares (tanto le asqueaba la mezquindad moral de sus paisanos). Sí, su familia era de las ricas -por consiguiente más mezquina aún-; pero su orgullo individualista le podía más. Lo cierto fue que re-gresó y…
         ...Ojalá se lea más esta novela entre nuestros compatriotas, pariente. Pero me dices: "Si fuése-mos una nación soberana, independiente de abusa-dores poderes fuereños y despectivos tan castran-tes, se la hubiera leído y seguiría leyéndose por muchos canarios y no canarios" -al igual que tantos otros libros nuestros desconocidos e inclusive iné-ditos o poquísimamente editados.

         Se ha tenido que esperar casi ochenta años para que el insurgente trinomio editorial Ánghel Mora-les/Cándido Hernández/Pablo Quintana nos ha-ya deparado la inmensa fortuna de que podamos leerla y sentirla. Sí, el autor de la novela -Rafael Mesa y López- falleció joven: a los treinta y ocho años tan sólo. Parece ser que murió de hambre: a mediados del enero de 1924 (¡sí!: de hambre y pese a pertenecer a familia tan pudiente –cuestión de orgullos mimosos y corajes vitales).
         El protagonista de la novela Las luces de la no-che sin fin es un trasunto del autor, y en ella hay mucho de autobiográfico directo. De Rafael Mesa y López dice Pablo Quintana: "Mesa comparte, con Sotomayor y con Nicolás Estévanez, la africanía de un humor escatológico y tan antiguo como Egipto".

         En efecto, también me disgustó -no bastante, cierto- el enterarme de que la finca bandamesca de los Pérez Galdós fuera el pago del poder metropoli-tano a un militar canario por una villanía esbirril: ¡tanto nos ciega el cariño, en este caso a don Be-nito! -y aunque él, claro, no fuera responsable. Vuelves a interrumpirme: "Tampoco ha sido raro eso de premiar abusos y traiciones impunes para contra nuestros indefensos y acobardados e igno-rantes antepasados siempre empobrecidos y de-sesperanzados".
Pues la leva consistía en secuestrar muchachos pobres a punta de fusiles militares para llevarlos a una guerra en la que se defendían intereses y privi-legios de crueles parásitos alardeados (igual que hoy, igual que siempre). En el caso de Canarias -parece ser- había un "derecho" (¡déjame reír con rabia! -me dices al oír la palabra “derecho”, y suel-tas una carcajada falsa, hiriente) que "protegía" de esas malditas levas a los jóvenes canarios.
Y -siempre siguiendo a Mesa y López- el padre de don Benito conculcó abusivamente ese derecho (lo que es pérfido y por más órdenes “superiores” que recibiera), y aceptó un premio por la tal tro-pelía (lo que es peor y, repito, no tan raro a lo largo de nuestra triste historia).
Dices: "vete a saber si eso tuvo jodido al pobre Benito, tan sensible él para con las injusticias y las maldades bendecidas y galardonadas". Porque el Pérez Galdós que uno ha sentido en las novelas y los dramas y artículos y las cartas que le hemos leído y de lo que tanto hemos aprendido es así: un hombre biófilo (amante respetuoso de lo vivo y vivificante) y cargado de instintos justicieros soli-darios.

6-septiembre-1993

* * *

-II-

         Es cierto que no hemos leído todo lo de don Be-nito, ¡que es tantísimo!, pero sí bastante: lo sufi-ciente para estarle agradecido, con respetuosa ad-miración, por sus enseñanzas literarias y morales. Y nos duele que aquí -en la tierra de su nacimiento, infancia, adolescencia y primera juventud- se utili-ce nominalmente su enorme prestigio como un re-presor instrumento político colonial contra sus compatriotas independentistas.
Para mí Pérez Galdós fue un hombre de ideas libertarias y sentimientos solidarios, porque no puede haber decencia si no hay libertad, es decir 'capacidad real de responsabilizarte'. Tampoco puede haber justicia ni, por consiguiente, dignidad.
Tuvo él -y continúa teniendo- muchos detracto-res, pero también muchos admiradores agrade-cidos. El mismo Julio Jurenito nos recordó afortu-nadamente en un sentido y oportuno artículo (pu-blicado el pasado día cinco en Canarias7) lo que el también admirado García Lorca dijera de don Be-nito con tanto tino:
"Por eso yo recuerdo con ternura a aquel hombre maravilloso, a aquel maestro del pueblo, don Benito Pérez Galdós, a quien yo vi de niño en los mítines sacar unas cuartillas y leerlas, teniendo como tenía la voz más verdadera y profunda de España.
Y eran aquellas cuartillas lo más verdadero, lo más nítido, lo más exacto al lado de las engalanaduras y de las otras voces llenas de bigotes y manos con sor-tijas que derramaban los oradores ruidos del mitin".
Y que en cambio otro, Antonio Espina, lo tilda-ría con saña (pero creo que certeramente) de "no-velista rojo". Y digo "certeramente" porque Galdós, para mí y para muchos (entre ellos el estudioso Ju-lio Rodríguez Puértolas), fue un escritor rojo, revolucionario -es decir, transformador benéfico de la sociedad: con todas las dolorosas contradic-ciones que conlleva el serlo y vivirlo cuando se posee tan enraizada una colonial educación cató-lico-burguesa y sólo te rodea mezquinizante capi-talismo.

La lectura de Galdós, pariente, tiene muchísimo que ver en que yo sea profunda y respetuosamente independentista -ya te lo he dicho-, de que yo aún crea que lo necesario y urgente para que algún día haya justicia y vida con dignidad en mi Patria Ca-naria es la emancipación -que no separación, pues ya estamos separados-; es librarnos del yugo colo-nial español.
Porque con esa lectura aprendí -entre otras en-señanzas- a aborrecer a los parásitos idolatrados y demás explotadores, a odiar el servilismo a punta de pistola e ignorancia, a respetar a quienes luchan por una vida digna para todos los humanos de bue-na voluntad, a desconfiar asqueado de quienes ma-fiosamente utilizan con harta hipocresía el nombre mítico de Cristo para "bienvivir" explotando vil-mente el natural miedo del humano al dolor y a la muerte.

Y estoy convencido de que, para el trocito de humanidad al que pertenezco (el archipiélago a-tlántico oesteafricano llamado Canarias -¿no tra-taba mimosamente la gallega Emilia Pardo Bazán de "africanito" a Galdós?, ¿no se autogentilizaba "africano de ascendencia irlandesa" el merito pa-triota anarco-españolista Nicolás Estévanez?), la posible justicia en libertad sólo comienza con su soberanía política -relativa como todas las sobera-nías, incluyendo la de los terroríficos estados po-derosos.
Me recuerdas: "sólo se puede ser internacio-nalista desde la pertenencia a una nación sobe-rana; pretender ser internacionalista desde una colonia maltratada es, simplemente, enmascarar u-na cobardía más").

         El que Galdós jamás hiciera alusión a una posi-ble -o deseable- independencia para su Patria na-tiva (a la que nunca implica en su extensísima na-rrativa -al menos según mis conocimientos), el que inclusive diera fe pública y continuada de patriotis-mo españolista, tiene (al menos para mí) una sen-cilla  explicación: fue educado (mejor dicho adies-trado ignorantadoramente) en ello, no percibía mí-nima capacidad de autogobierno entre sus pai-sanos por la casi plena degradación humana de éstos y, además, pasó casi toda su vida allá, en Es-paña, sin la necesidad de preocuparse en reflexio-nar sobre qué ocurría acá tan lejos.
         Acabó, lógicamente, sufriendo don Benito por la permanente injusticia que veía en su alrededor más inmediato. Y puso su talento y su energía al servicio del pueblo con el que convivía -el español- y con el que se acabó identificando plenamente. Cualquier persona honesta con relevancia social haría lo mismo.

(Me interrumpes de nuevo, pariente, para de-cirme algo que ya sé: "si yo viviera en España tanto tiempo y echo raíces allá -y fuera como soy-, acaba-ría sintiéndome español, siendo españolista; es normal. O argentino en Argentina, o venezolano en Venezuela... Y lucharía contra cualquier forma de colonialismo, incluyendo el financiero. A fin de cuentas uno es más de donde pace que de donde se nace)
Y esa honesta profesión de fe española de Gal-dós no obsta para que yo y otros le sintamos como importante componente de nuestros deseos de li-beración, como un insigne compatriota canario ("recuerda los casos de, por ejemplo, Oscar Wilde y James Joyce", me dices, "ingleses antes de la independencia de Irlanda e irlandeses ahora… o la de Sor Juana Inés de la Cruz –quien vivió 44 años a finales del siglo XVII- españolísima durante dos siglos y ahora una prócer escritora más mexicana que nadie").

Pues llegaría don Benito a lo máximo y más difícil en sentimiento político -teniendo en cuenta su educación burguesa caciquil-: al republicanismo federal enmarcado en leyes de fuerte componente socialista ("que no borbona-nacionalfelipista", bro-meas con entonación macabra).
Republicanismo significa, en esencia, antimo-narquismo cuando hay monarquía (y más aun cuando hay "monarcolatría"); federalismo signifi-ca, en esencia, soberanía estatal compartida por naciones interindependientes solidarias; y socialis-mo significa leyes y administración pública al ser-vicio de los trabajadores y no en favor de los pará-sitos secuestradores del dinero.

7-septiembre-93

* * *

-III-

         Sin embargo hoy, cuando don Benito-Persona está bien muerto y no puede defenderse ni le-vantar su voz literaria viva y corajuda, se le utiliza aquí como instrumento colonizador. Se hace insis-tente y mezquina referencia a aquel coherente dis-curso suyo en que –republicanamente, antimonár-quicamente, anticatólicamente, antiparásitamente-, por noble estrategia didáctico-política, ensalza a la patria España e insta al patriotismo libertador revolucionario a los españoles decentes frente al patrioterismo de los aristócratas, caciques, cúpulas eclesiales y demás parasitaje encomiado.
         (Interrumpes de nuevo: "sólo era en verdad de-cente el de sentimientos republicanos y revolucio-narios en una monarquía corrupta como aquélla y... como ésta". No sé, pariente; conozco a auto-pregonados monárquicos que no parecen mala gente... "¡No me jodas!, ¡¿dónde, quiénes?!, ¡disimulan!").

Pero también esa insistente referencia al espa-ñolismo patriótico de don Benito -como si de una mancha imborrable e imperdonable se tratare- vie-ne de gente que se dice nacionalista canaria y utili-zándolo vilmente contra los sentimientos también patrióticos y nobles de patriotas canarios que de-fendemos y agradecemos al tremendísimo escritor guanche ("africanito" según su Emilia Pardo Ba-zán). Sí, viene de gente que se niega a aceptar que la raíz anímica de todo nacionalismo -como el de don Benito- es la fe en la soberanía de la nación a que se pertenece y por la que se lucha política-mente.
(Aprovechas para abrir el periódico El Mundo del pasado martes 31. Lo abres por la página 6 y me señalas los renglones significativos de un arti-culito de Xavier Domingo -el buenvividor autor del lindo librote La erótica España-, los renglones en que puede leerse sin aspavientos "...pero ella -se refiera a la estrambotiquilla Pilar Rahola, repre-sentante parlamentaria del independentista parti-do catalán Esquerra Republicana- es poseedora ú-nica de la legitimidad nacionalista coherente, es de-cir, independentista".

         Sí, independentista: así de sencillo y contén-dente. ¿Por qué esa insistencia de “nuestros” na-cionalistas canarios de última hora en negar esa bá-sica realidad si el mismito burgués-jesuítico vasco Xavier Arzallus predica sin aspavientos ni odios que no es español sino vasco?, estando él en tierra perteneciente a la misma península y nosotros tan apartados geográficamente).
         Está uno por ya creer que estos que a última hora se están autopregonando nacionalistas cana-rios y ostentan cargo público tan significativo y tan colonialmente bien cobrado son -¡qué tristeza!- simples ejecutores de españolas consignas antica-narias. Que son una quinta columna político-fi-nanciera que, junto con los partidos llamados su-cursalistas, están ahí para frenar e intentar ani-quilar todo intento de redención nacional canaria. Para eso están muy bien gratificados, y se les nota orondos en medio de tanta miseria económica y moral: tan ricamente vestidos y tan bien comidos y paseados.
(Me interrumpes de nuevo para decirme: "por cierto, me comunicó alguien que al magnífico res-taurante del Hotel-Escuela Santa Brígida van bas-tantes parásitos "políticos" y "no políticos" -pero protegidos éstos por aquéllos- a comer y beber de maravilla y gratis, inclusive tratando altaneros des-pectivamente a los alumnitos y alumnitas que les atienden, haciéndoles por ello coger aversión a profesión tan hermosa como es la de camarero o camarera, esa labor de hacer feliz al cliente sir-viéndole lo más amable y servicialmente -que no servilmente- posible. ¡Cuánto estimo el trabajo de hostelería!". Yo también, pariente, yo también...).

Sin embargo son fáciles de comprender la ac-titud y el comportamiento de estos pseudonacio-nalistas "canarios" (dices: "o Prenacionalistas; dé-mosles una oportunidad; quizás algún día sean Na-cionalistas, es decir, Independentistas") que ahora ostentan poderes contra sus compatriotas cana-rios.
Han sido ellos adiestrados -como el mismo don Benito, como yo, como tú, como todos por acá- en la sumisión más absoluta y calladita frente al im-placable poder metropolitano español. Por eso y para eso están el temor y la ignorancia, la codicia por ser obedientes esbirros y cipayos a cambio de ganar más dinero y tener más poder que los otros compatriotas canarios -¡qué tristeza!
Y echan mano a todo lo que sea y sin el menor pudor ni respeto posibles. Nadie les rechistará en sus ataques difamatorios al independentismo. En eso están todos de acuerdos: ellos y los políticos de los llamados partidos sucursalistas españoles. Por-que ellos, en esencia, son también sucursalistas. Su misión es la misma, su misión es ganar mucho di-nero con la tarea de hacernos acatar el poderío metropolitano como sea -sí, como sea.

9-septiembre-1993

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