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sábado, 28 de diciembre de 2019

GASTAMOS COMO NUNCA


A contracorriente

GASTAMOS COMO NUNCA
Enrique Arias Vega
Mis hijos han estado en Islandia, Japón o Costa Rica, lugares que jamás podré visitar, aunque ellos no saben ni cómo ni cuánto sobrevivirán el día de mañana. Felices ellos.

También mi pedicuro y hasta el florista del barrio aprovechan en cuanto pueden para viajar a Malasia, Vietnam  o países igual de exóticos. Hay, incluso, quien ha estado en las antípodas, viendo jugar al rugby a los maoríes. Vaya por Dios.

Y no sólo viajamos, sino que nos hemos pegado unas comilonas navideñas que no se las salta un galgo. Acabo de oír: “El menú sólo nos costó 50 euros; tirado de precio”.
No sé, pues, si tenemos dinero o no, Tampoco si nos lo prestan para que nos lo gastemos en juergas y tal. Pero parece que sí, ya que según las estadísticas seguimos en crisis de empleo, el paro continúa, la brecha salarial persiste, nuestro trabajo es precario, los contratos basura no constituyen ya una excentricidad…
No importa; nuestro único objetivo vital consiste en pasárnoslo bien a corto plazo, sin más interés en el futuro que el que manifiestan los políticos, cuya visión no va más allá de las próximas elecciones.
Un ejemplo: hacemos nuestras todas las tradiciones. Algunas, como el Olentzero vasco, de hace cuatro siglos, u otras de ayer mismo, pero el común denominador de todas ellas es gastar más dinero, acumular regalos y echar la casa por la ventana.
O sea, pasárnoslo bien. En el sentido de que eso equivale a gastar más. No nos interesan otros valores éticos o estéticos, sino el acaparamiento de sensaciones consumistas que llevan a un nieto a protestar porque el regalo de su hermano no es que sea mejor, sino que resulta más grande.
A eso se ha reducido, pues, la felicidad en nuestras vidas, no al valor de las cosas en sí mismas, sino a su tamaño, su apariencia,… la frivolidad en suma.      

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